Víctor y Yuuri son dos agentes acostumbrados a trabajar en solitario y que repentinamente son asignados a un mismo equipo. Ninguno está acostumbrado y para completar, está ese asunto del discurso de graduación que ambos tenían que trabajar. Claro...
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Masumi regresó a la habitación más tarde sintiéndose realmente animado para encontrarse con que Chris estaba sentado en la cama como si estuviera esperándolo. Tenía la almohada en su regazo y la abrazaba con fuerza. Los ojos verdes parecían querer traspasarlo allí mismo donde estaba parado.
—Lo siento, me daré otra ducha —le dijo de forma automática. A Chris lo ponía de los nervios que Masumi lo saludara con cortesía. Decía que era la muestra de cinismo más grande de su parte, por eso no sonreía al hablarle y no lo saludaba al llegar. Tampoco se despedía, simplemente decía a dónde iría para que Chris supiera dónde estaría aunque no lo necesitara.
Chris no le contestó, simplemente lo siguió con la mirada y cara de pocos amigos. Le era imposible ver a Masumi de otra forma que no fuera a través del sufrimiento al que lo había sometido años atrás.
Había intentado imaginar alguna vez qué habría pasado si Masumi no lo hubiera atacado cuando lo encontró en el callejón. Sus intenciones iniciales habían sido llevarlo al hospital más cercano y quedarse hasta estar seguro de que el hombre estaba bien. Jamás se había imaginado lo que pasaría solo por acercarse. Recordarlo lo llenaba de ira por eso prefería no pensar en ello.
Él no era una persona propensa a la ira. Trabajaba como sastre, era su pasión. Sus clientes eran hombres de negocio muy adinerados pues su trabajo era impecable. Su agenda había estado llena hasta el incidente. Sus trabajos se atrasaron, le daba escalofríos salir de su apartamento. Recuperarse le había costado bastante dinero y no fue hasta meses después de haberse casado que sus ganas de trabajar regresaron, sin embargo, su creatividad sufrió un duro golpe.
La razón por la cual su creatividad no había mejorado era porque Masumi era del tipo de hombre adinerado al cual él atendía. Ahora sus propios clientes le causaban pavor. Le costó mucho trabajo procesar las ordenes que tenía pendientes antes del ataque, pero ya no tomó más clientes nuevos y si lo hacía, eran hombres cuyo físico era más delicado y que le parecían menos intimidantes.
Por suerte, eso no había sido muy difícil. Chris medía un metro ochenta y tres. Masumi medía un metro ochenta y cinco. La altura del alfa no era usual, ni la de Chris como omega. Siempre que no fueran demasiado musculosos o anchos de espalda, sentía que podía lidiar con ello. Pero los nuevos trabajos no eran nuevos modelos, sino los mismos cortes antiguos con pequeñas alteraciones aquí y allá. Definitivamente ya no era lo mismo y eso se lo achacaba con justa razón al ataque.
Con todo, no podía ignorar el hecho de que Masumi olía un poco diferente luego de estar afuera.
No lo entendía y no sabía si quería entenderlo, pero el olor a melocotón de Masumi no le había parecido tan nauseabundo.
Ese pequeño cambio fue suficiente para que se sintiera un poco mejor. Y siendo que era la primera vez que se sentía mejor desde que le apagaron el implante, lo consideraba un cambio substancial. Sintió muchísima curiosidad del cambio, sin embargo no quiso preguntarle cuando regresó de darse la ducha.
