Capitulo 2

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Mientras nos aproximamos a la verja del palacio de Claringdon, comprobamos que la calle está abarrotada de gente. La policía forma cordones para mantenerlos a raya. La prensa ha sacado a todos sus informadores a la calle y los flashes son constantes. Damon reduce la velocidad al mínimo y oigo a la gente que corea mi nombre y me grita felicitaciones.

—Te quieren —me dice Tae en voz baja, recordándome que al menos hay
alguien en este mundo que me admira, porque lo que es mi familia, excepto él, ciertamente no lo hace.

—A ti también —replico, sonriéndole.

Compartimos el afecto del público, pero, a diferencia de mí, el menor de mis hermanos cuenta también con el de mi familia. Él ha encontrado un sentido a su vida en las Fuerzas Armadas, que le permiten ser útil a su país.

—Para el coche, Damon.

—¿Señor? —Me mira por el retrovisor, dudoso.

—Para el coche —repito—. Voy a saludar al público.

—Pero no está previsto, señor.

Tengo que hacer un esfuerzo para no poner los ojos en blanco.

—Es mi cumpleaños. Toda esta gente ha venido para verme y no quiero decepcionarlos.

Tae permanece callado, sabiendo que voy a hacerlo igualmente, y Damon, a regañadientes, detiene el coche justo delante de las puertas cerradas de la verja.

Yo espero a que baje del vehículo y me abra la puerta. Tiene una mano en el pinganillo, por donde avisa a los coches que nos siguen del cambio de planes.

—¿Me acompañas? —le pregunto a Tae.

—Vamos a llegar tarde; el rey no estará contento.

—¿Por llegar tarde o por detenernos a saludar a la gente?

—Por las dos cosas.

Abro mucho los ojos, fingiendo estar aterrado.

—¿Me ahorcarán, arrastrarán y descuartizarán?

—Muy gracioso.

Sonriendo, salgo del coche, mientras Kim se aproxima a mí desde el vehículo que nos sigue.

—Señor, esto no formaba parte de...

—Lo sé.

La despido con un movimiento de la mano y fijo una sonrisa en el rostro antes de volverme hacia la multitud. Sus gritos aumentan de intensidad varios decibelios cuando me acerco a la valla más cercana. Algunos me lanzan flores y otros agachan la cabeza en señal de respeto. Me detengo junto a una niña pequeña que ha trepado a la valla para poder ver por encima de ella. Lleva un puñado de margaritas en la mano y luce una enorme sonrisa emocionada en el
rostro. Me acerco más y la niña tiene que levantar el mentón para verme.

—¿Son para mí? —le pregunto con dulzura, señalando las flores.

Ella asiente con entusiasmo y me las ofrece. Yo las acepto con una sonrisa.

—Son preciosas.

—Feliz cumpleaños, príncipe —canturrea, y varias personas a nuestro alrededor se echan a reír.

—¡Muchas gracias!

—Hoy también es mi cumpleaños.

—¿En serio? —digo, imitando su mismo tono apasionado.

Su madre baja a la pequeña de la valla y la deja en el suelo. Yo me agacho para quedar a la altura de sus ojos.

—Pues muchas felicidades para ti también. ¿Cómo te llamas?

MI ALTEZA ~KOOKMIN~Donde viven las historias. Descúbrelo ahora