Por supuesto, duermo mal y me despierto sobresaltado muchas veces, con el eco de nuestros gritos y las imágenes de nuestros cuerpos entrelazados invadiéndome la mente a traición. De madrugada, estoy exhausto, dolorido, y cuando me miro en el espejo de cuerpo entero que hay en el vestidor, me quedo horrorizado por lo que veo. Tengo cardenales, habones y rozaduras. Me preocupo que lo dejara hacerme todo eso. Pero lo que me está preocupando aún más es lo mucho que disfruté con ello. Pero si fui yo el que lo provocó y lo animó a que siguiera... ¿Qué pasa conmigo? Me siento avergonzado. Sé que no debí, pero la verdad es que ahora mismo no sé cómo gestionar mis emociones.
—¿Alteza?
La voz de Kim se cuela en las habitaciones. Miro a mi alrededor buscando algo con lo que cubrirme el cuerpo desnudo y lleno de marcas. ¡Dios mío! No puedo dejar que nadie me vea así.
Cojo la bata del respaldo del sofá de terciopelo y me la pongo por los hombros rápidamente.
—Estoy aquí.
—Como me ordenó, no demasiado pronto. —Se detiene en la puerta y me mira de arriba abajo, antes de detenerse a la altura de las muñecas—. ¡¿Qué demonios le paso?! —grita, señalándome los brazos.
Miro hacia abajo y hago una mueca al ver las rozaduras, que la bata no me cubre ni remotamente porque es de mangas tres cuartos. Mierda. Escondo los brazos detrás de la espalda y me miro los pies.
—No es nada.
—¿Nada?
Kim se acerca, me saca los brazos de su escondite y contiene una exclamación cuando ve el alcance de los habones.
—¡Madre de Dios!
Me suelto de su agarre y me meto en el baño.
—Voy a ir a las caballerizas —le digo, con suficiente autoridad como para que no continúe interrogándome—. Por favor, avisa a Damon; que tenga el coche listo en una hora.
Cierro la puerta, pero me da tiempo de ver que Kim está boquiabierta. Me apoyo en la puerta y sigo examinándome las heridas. Jesús, parece que me hubieran dado una paliza. Aunque no necesito que me recuerden el estado de mi culo, me levanto la bata y me vuelvo para ver las marcas que el cinturón me ha dejado en las nalgas y los muslos. Tienen peor aspecto que ayer. Tal vez no sea una buena idea cabalgar hoy.
—¿Jimin? —Kim me llama desde el otro lado—. Suena el móvil.
—Que dejen un mensaje —respondo, mientras me quito la bata y abro el agua de la ducha.
Ajusto la temperatura para que salga fresca. La idea de que el agua caliente me roce las heridas hace que me pliegue de dolor. Oigo que Kim saluda a alguien mientras entro en la ducha, pero los golpes en la puerta evitan que me meta bajo el chorro del agua.
—¿Sí?
—Creo que va a querer coger la llamada —responde secamente.
—¿Quién es?
—Jeon Jungkook.
Me quedo mirando la puerta cerrada con los ojos abiertos como platos. «¡Le di mi número!» Recupero la bata, me la pongo y abro la puerta bruscamente.
Kim está esperando con las cejas muy alzadas. Lleva el pelo recogido hacia atrás, lo que deja a la vista hasta la última de sus arrugas de desaprobación.
—¿El actor? —susurra, pasándome el móvil.
Lo cojo y me lo pego al pecho para que él no escuche mi respuesta.
—Sí, el actor —contesto, indignado—. ¿Qué pasa?
—¿Y él le ha hecho todo eso? —Mueve una mano lánguida arriba y abajo, señalándome el cuerpo.
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MI ALTEZA ~KOOKMIN~
Teen FictionJimin es un Principe Rebelde. Jungkook un Actor Sexy de Hollywood. Una Pasion Prohibida, convertido en un Amor Prohibido. ¿Podran enfrentar todas las complicaciones que representa ser un miembro de la monarquia real para poder estar juntos? -----•...