Capitulo 13

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—Despierta, bello durmiente.

Pestañeo con rapidez mientras las palabras luchan por abrirse camino en mi mente. Me estiro y noto el suave roce de las sábanas de seda. La visión borrosa de alguien sentado en el borde de la cama se aclara lentamente.

«Jungkook.»

Inspiro hondo, sonrío y me vuelvo de lado para verlo mejor.

—Buenos días.

Suelto el aire en un suspiro. Va cubierto sólo con una toalla enrollada a la cintura. Tiene el pelo mojado y su pecho está tan cerca que me deja atontado.

—Y que lo digas.

Su sonrisa es tan brillante que podría hacer que volviera a quedarme inconsciente.

—Se te veía tan relajado y en paz que no me he atrevido a despertarte.

De repente me asaltan los recuerdos de quién soy y de dónde estoy. Y al recordar también que me quedé dormido en brazos de Jungkook, el pánico sustituye a la tranquilidad y me siento bruscamente.

—¡Damon!

—Eh, tranquilo.

—Dios mío, el pobre va a parecer un zombi esta mañana.

—No ha querido irse y tampoco ha querido despertarte. Cuando te llevé a la cama, ni te enteraste. —Sonríe—. Pero te agarraste a mí con mucha fuerza.

Pongo los ojos en blanco y de nuevo me echo de espaldas en la cama para disimular mi sonrisa.

—Es un viejo testarudo.

—No, te protege. —Jungkook ladea la cabeza y alza una ceja—. Cumple con su deber, tienes suerte de contar con él.

Frunzo el ceño.

—Ya lo sé, no hace falta que me lo digas.

Damon es una bendición en mi asfixiante vida. No hay día en que no dé gracias por tenerlo a mi lado, pero la breve regañina de Jungkook hace que me plantee si Damon sabe lo mucho que lo valoro. Lo dudo, así que me prometo que se lo haré saber en cuanto lo vea.

—Tengo que irme antes de que el palacio de Kellington presente una denuncia por desaparición. —Bajo de la cama y miro a mi alrededor—. ¿Dónde está el traje?

—Colgado en el armario.

Jungkook se levanta, se acerca al armario y lo saca.

—Ya que vas a tener que ponerte la misma ropa que ayer —alza las cejas con ironía—, no podemos consentir que lo hagas con un traje arrugado, ¿no crees?

Con los ojos fruncidos, me acerco a él, desnudo, y le arrebato el traje de la mano.

—¿Por qué tengo la sensación de que te divierte que todo el mundo se entere de que he pasado la noche fuera de casa?

—Porque has pasado la noche en mi habitación, por eso.

Lentamente, se quita la toalla de las caderas y frunce los labios.

—Aunque no hace falta que te vayas si no quieres...

Mis ojos hambrientos bajan por su pecho hasta llegar a su entrepierna. Una vez allí, caigo en un estado de ensoñación y trato de encontrar alguna buena excusa para no tener que marcharme. Se me ocurren unas cuantas razones para justificar mi desaparición y así poder quedarme aquí con Jungkook, disfrutando de la paz que me proporciona su compañía, pero antes de poder decir nada, la puerta se abre de golpe.

Me sobresalto y me doy la vuelta sin recordar que no llevo ropa y, por lo tanto, le regalo al recién llegado un desnudo integral delantero. Me quedo con la vista fija en unos ojos asombrados, los de una chica que lleva un montón de sábanas limpias en las manos. Su mirada salta de mí a Jungkook y vuelve a mí, pero, cuanto más nos mira, más confundida parece. ¡Mierda! Distingo el momento en que la joven cae en la cuenta de lo que está viendo. O, mejor dicho, de a quién está viendo. Reacciono cubriéndome con el traje y luego, al ver que Jungkook no hace nada, cojo la toalla y se la tiro al pecho.

—¡Oh, Dios mío! —La chica pierde los papeles, y suelta las sábanas para cubrirse la boca con las manos.

Cierro los ojos, desesperado. No puedo culpar a la chica por reaccionar así al encontrarse cara a cara con dos de las personas más famosas del mundo. De momento está tan sorprendida que aún no se ha preguntado qué hacemos los dos juntos en la misma habitación de hotel, pero pronto lo hará. ¡Qué horror! ¿Cómo ha conseguido entrar?

Mientras estoy pensando esto, los encargados de seguridad de Jungkook entran en la habitación y Jungkook comprende al fin la gravedad de la situación porque se pone en movimiento.

Niega con la cabeza mirando a uno de sus hombres mientras se sujeta la toalla alrededor de las caderas.

—¡Dios mío, Dios mío, Dios mío! —La camarera no deja de gritar.

—Ven, querida.

Los hombres de Jungkook la sacan con delicadeza de la habitación. Uno de ellos nos dirige una mirada de disculpa por encima del hombro.

Cuando la puerta se cierra, soy yo el que me vengo abajo.
«Ya está. Hasta aquí ha llegado mi aventura en el cielo de Jungkook. ¡Puf! Se desvaneció.»

—Esto es un desastre —suelto, y empiezo a recorrer la habitación de lado a lado, al mismo tiempo que me peleo con la ropa interior.

Jungkook se planta delante de mí y me detiene, agarrándome por los hombros.

—No te pongas histérico.

—¡No estoy histérico! —grito, atacado, pero consigo al fin abrocharme el pantalon. Me pongo la camisa y me la abrocho sin colocarme la chaqueta para hacer el juego —. ¡Esa chica irá corriendo a las oficinas del primer diario de tirada nacional que encuentre y mañana saldremos en la portada! ¡Tú y yo! ¡Desnudos! ¡En una habitación del Dorchester! —Me quedo sin aliento por culpa de los gritos, pero inspiro hondo porque no he acabado de hablar.

Jungkook me tapa la boca con una mano y los ojos muy abiertos.

—¿Quieres calmarte?

Le aparto la mano.

—¿Cómo quieres que me calme? Esto es lo peor que podía pasar.

Su mirada de sorpresa se transforma en una de... ¿qué es eso? ¿Enfado?

—¿Qué pasa? —me pregunta con los dientes apretados—. ¿Te da vergüenza que te asocien con un humilde actor?

¿Está de broma?

—No seas ridículo. —Me alejo de él, buscando mis zapatos—. Es sólo que... —Miro al suelo.

—¿Sólo qué?

—Es que... —¿Qué puedo decir?

—¿Qué? ¡Maldita sea, Jimin! ¿Qué?

Estallo y dejo salir mi frustración sin poder controlarme.

—¡Cuando se enteren, no dejarán que volvamos a vernos, que vuelva a verte! —grito, haciendo que Jungkook se eche hacia atrás, con cautela.

Sin embargo, no sé si su actitud se debe a mis gritos o a lo que estoy gritando. Inspiro hondo, tratando de calmarme.

—Y eso es lo peor que puede pasar —repito, pero esta vez en voz baja, mirando al suelo y reprendiéndome por no pensarlo antes de hablar. Pero ahora ya es tarde; me he tirado a la piscina, así que acabo lo que he empezado—: Me gustas. —Frunzo el ceño, porque me suena raro—. Nunca nadie me ha gustado tanto. Es una sensación bonita, pero al mismo tiempo aterradora.

Se hace el silencio, un silencio largo, doloroso y muy incómodo, y pronto me arrepiento de haber soltado todas esas palabras. Soy un idiota. Es el actor más famoso de Hollywood, por el amor de Dios. Y el hombre más deseado del planeta. Es libre para estar con cualquier mujer o hombre que le apetezca. En cambio, yo no tengo libertad en mi vida sentimental. Ahora más que nunca odio mi existencia. Para él no soy más que un agujero en el cinturón, un desafío cumplido.
Un logro que deberá mantener en secreto, pero un logro al fin y al cabo.

Me aclaro la garganta porque se me ha formado un nudo de lo más idiota, y me agacho para recoger mis zapatos que ya los he localizado debajo de la mesita.

—Tengo que irme.

No logro dar dos pasos, porque él me lo impide.

—Espera.

—No, de verdad, tengo que irme.

Lo esquivo y abro la puerta.

Jungkook la cierra de golpe y yo me quedo encerrado con él. Contengo el aliento cuando me pega contra la puerta con todo su cuerpo.

—Alguien ha olvidado las reglas de nuestro juego —dice en voz baja y muy serio, y con el acento más marcado que nunca.

—Esto no es un juego, Jungkook.

No estoy seguro de cuándo se ha convertido en algo más, al menos para mí, pero así es.

—Es un juego, alteza —me susurra al oído.

Trago saliva, con la vista en la madera que tengo delante.

—Y vas ganando.

Me mordisquea el lóbulo y me traza todo el contorno de la oreja con la lengua. Sin poder evitarlo, me apoyo en su pecho, su atracción es demasiado intensa.

—Vas ganando de largo, Jimin, joder. Tal vez incluso ya hayas ganado la partida.

—¿Cómo?

Me da la vuelta, me acaricia el pelo y me sujeta la cara entre sus manos.

—Me gustas. —A diferencia de mí, los ojos de Jungkook se mantienen clavados en los míos mientras lo confiesa—. Mucho. Me gustas un montón.

Mi estómago brinca y empieza a dar vueltas.

—¿En serio?

—¿Me lo estás preguntando de verdad? Eres el Principe de Inglaterra, joder. El experto seductor. ¿Y me preguntas si me gustas?

No hago caso de sus halagos ni de sus preguntas, no me interesan; lo único que me interesa es una cosa.

—¿Te gusto?

Quiero oírlo. Necesito que me lo confirme. Necesito algo que me haga creer que esto no ha sido cosa de mi imaginación, sino que lo ha sentido tan profundamente como yo, que no estoy solo en esta vorágine de sentimientos.

Él sonríe y me recorre el labio inferior con el pulgar.

—Me has dejado ciego a todo lo que no seas tú, Jimin. ¿Te vale con eso?

Aprieto los labios con fuerza, en un estúpido intento de evitar que vea lo feliz que me ha hecho.

—Borra esa sonrisa bobalicón de la cara —dice, riendo.

Parece que he perdido la batalla. Mi sonrisa es tan grande que no lo puedo esconder, pero pronto se me borra cuando recuerdo por qué estamos teniendo esta conversación.

—La camarera.

Ahora estoy incluso más ansioso que antes, y más decidido a mantener lo nuestro en secreto, ya que ambos parecemos estar en la misma página de esta relación y nos gustamos un montón.

—Si vamos a salir juntos, no podemos ocultarlo eternamente.

Me echo a reír.

—Oh, sí que podemos.

Me llevo las manos a el saco para colocármelo sin tratar de arrugar la camisa , Jungkook se da cuenta de mi lucha y me lo jala y termina de ponérmelo y abrocha los botones.

—Eso es una tontería. —Su tono es de reprimenda—. Es imposible.

—No es ninguna tontería —le aseguro, y me horrorizo al pensar que puedan descubrirnos.

Me da un suave beso en el hombro y suspira, algo exasperado.

—Tal vez deberíamos dejar esta conversación para después de hablar con la camarera.

—Creo que es muy buena idea.

Me vuelvo para mirarlo mientras se pone unos vaqueros y una camiseta.

—Nunca he salido con una persona que necesitara más seguridad que yo. —Su preciosa frente se arruga—. Es... raro.

Suelto un resoplido burlón.

—Yo me inclino más por la palabra fastidioso, pero si te gusta raro...

Me sacudo el traje con las manos y me echo el pelo hacia atrás.

—Dios santo, seguro que me veo atroz.

Jungkook se echa a reír y lo miro, preocupado.

—¿Qué mosca te pico?

—Una mosca real, alteza. —Me da la mano y me acompaña fuera de la habitación—. Me hace gracia como hablas, eres tan... pijo.

—Bueno, yo hablo así.

—Y me encanta.

Encontramos a los hombres de Jungkook en la habitación donde se quedaron anoche, todos reunidos y hablando en voz baja. Damon no está con ellos.

—Disculpen —los interrumpo, haciendo que rompan el pequeño círculo—. ¿Dónde está Damon?

—Aquí. —Su voz ronca me llega desde atrás.

Me vuelvo y lo veo entrar en la suite.

—¿Qué pasa?

Yoongi da un paso al frente.

—Una empleada del hotel ha entrado en la habitación y ha descubierto a el Principe Jimin con el señor Jeon.

Damon se pone en alerta inmediatamente. Y se enfada. Se enfada muchísimo.

—¿Cómo ha podido ocurrir algo así?

—Recibí una llamada diciéndome que una fan estaba tratando de entrar en la suite del señor Jeon. Salí para ocuparme del tema. —Yoongi mira a los otros dos hombres—. Pensé que los dejaba en buenas manos.

Los dos hombres retroceden un poco, y aún retroceden más cuando Damon les dirige una mirada asesina.

—Espero que tengáis otras perspectivas profesionales —dice con los dientes apretados—. Haré que te manden unos contratos de confidencialidad. Haz que los firmen antes de despedirlos.

Doy un paso hacia él con cautela.

—Damon...

Pero cierro la boca de golpe cuando esa misma mirada asesina cae sobre mí.
Saca el móvil del bolsillo y sé que está a punto de llamar a Felix.

—¿Acaso el hotel no conoce el protocolo para clientes de perfil elevado?

—La camarera es nueva —responde Yoongi—. Al parecer no recibió el dosier.

Estoy hablando del tema con la dirección.

—Bien.

Me suelto de la mano de Jungkook y miro a Damon con preocupación.

—¿Dónde estabas? —le pregunto.

Es tan raro que haya dejado su puesto...

Me muestra el móvil, con la mandíbula apretada. Se nota que está furioso consigo mismo.

—Era el mayor Davenport. Al parecer, el rey ha decidido desayunar con su hijo menor en Kellington esta mañana. Está ahí ahora, pero usted no.

—Ah.

Damon se vuelve hacia Yoongi.

—Pensaba que estos tipos estaban entrenados por el MI6.

—Y lo están. Y ahora podrán volver a entrenar, con la de tiempo que les va a quedar libre.

Suena mi móvil. Lo saco del bolso y veo que es Tae. Me siento fatal por hacerlo, pero rechazo la llamada. Tengo que ponerme de acuerdo con Damon antes de hablar con nadie.

—No creo que debamos preocuparnos por la camarera —nos asegura Yoongi, volviendo al problema original, pero a Damon no se le ve convencido—. Parecía más preocupada por la posibilidad de perder su trabajo que por otra cosa. No hablará.

—Yo no sé vosotros, chicos... —Los señala con el móvil—. Pero en mi equipo no funcionamos a base de yo creos. Que baje cuando nos hayamos ido y que firme un contrato de confidencialidad.

Empieza a hacer una llamada y me levanto, poniendo una mano encima del móvil para que no llame a Felix.

—No nos apresuremos —le digo, mirando a Jungkook—. Tal vez involucrar a Felix en esto sea un poco exagerado.

Aunque estoy muy preocupado, trato de pensar con sensatez. Cuantas más personas estén al corriente de lo sucedido, más fácil será que las noticias lleguen a oídos de mi padre. Al fin y al cabo, Felix da cuentas al rey, no a mí.

—Hablaremos en el coche. ¿Dónde está su abrigo?

—Aquí. —Jungkook va a buscar la gabardina a la silla y me ayuda a colocarnelp—. Me llamas, ¿vale?

Asiento con la cabeza.

—Diviértete en el estreno.

—Lo intentaré.

Me da un beso delicado en la mejilla y cuando se aparta, mi mirada se cruza con la de Damon. Veo en sus ojos que sabe que estoy muy pillado por Jungkook. Está preocupado por mí y eso hace que la realidad se presente aún más amenazante.

Nos dirigimos al coche; voy flanqueado por los hombres de Jungkook y los míos y sólo suelto el aliento cuando estoy seguro en su interior. Al fijarme en la palidez y los ojos cansados de Damon y los demás hombres, me siento culpable.

—Siento que no hayan podido dormir esta noche.

—Hicimos turnos, no ha sido nada —contesta Damon, quitándole importancia.

—Quiero que sepas que agradezco todo lo que haces por mí.

Él me mira por el retrovisor.

—Lo sé.

—Bien, me alegro.

Sonrío y disfruto de la sonrisa que él me devuelve.

—¿Qué voy a decirle al rey? —Me doy cuenta de que sueno desesperado, pero es que lo estoy.

—Le dije a Davenport que fue a los establos antes de lo habitual. Es lo primero que se me ocurrió. Si logramos hacerlo llegar a sus habitaciones sin que nadie se dé cuenta, todo irá bien, señor.

—Eres un genio, Damon, gracias.

—Va con el sueldo —dice, y me dirige una mirada cómplice—, si me permite la inmodestia.

Me aguanto la risa y me acomodo en el asiento mientras miro por la ventanilla.

—Creo que hoy me voy a tomar el día de descanso —anuncio—, así que tómate el día libre, si quieres. Nos vemos mañana por la mañana.

—Como desee, señor.

—Lo deseo así.

Deseo muchas más cosas, y ahora que sé que a Jungkook le gusto un montón, no puedo evitar desearlas con más fuerza. Pero también me dan mucho más miedo. Tenemos que pensar bien en los siguientes pasos que vamos a dar. Sería fantástico poder hablar con mi padre y decirle que he conocido a un hombre maravilloso, uno con el que me gustaría salir y que a él le encantaría para mí porque se que en el fondo el me acepta tal como soy, pero mi padre no es sólo mi padre. También es el rey de Inglaterra y, en nuestra familia, lo primero es la lealtad al trono, luego a nuestro cónyuge y, en raras ocasiones, a nuestro corazón. La felicidad no existe, es una ilusión.

Cuando llegamos a la verja de Kellington, clavo la mirada en la entrada, atento para no encontrarme con las personas a las que no deseo ver. El primero de ellos, mi padre.

—¿Sabemos si el rey sigue aquí? —le pregunto a Damon, pero no necesita responderme porque un instante después veo su Bentley.

—¡Maldita sea!

Bajo la vista y suspiro. ¿Qué posibilidades hay de que pueda llegar a mi habitación sin que mi padre me vea o alguno de sus esbirros? Muy pocas.

—Nadie se creerá que vengo de montar si me ven vestido así.

—Nada que un poco de previsión no pueda solucionar.

Damon sale del coche y veo que Olive baja la escalinata a toda prisa con mi ropa de montar, mirando hacia atrás constantemente por si alguien la descubre.

—Oh, Damon, eres un ángel.

La puerta trasera se abre y Olive me pasa la ropa con una sonrisilla cómplice.

—Olive, gracias. Muchas gracias.

—Señor. —Hace una pequeña reverencia y se va corriendo.

La puerta se vuelve a cerrar y Damon se planta ante ella, cubriéndome con su cuerpo mientras yo me peleo con la ropa, mirando constantemente por encima del hombro para asegurarme de que no viene nadie. Sé que es absurdo, porque Damon me avisaria. De hecho, mientras estoy acabando de poner las botas, oigo un golpecito en la ventanilla.

Alzo la mirada y veo que Davenport está bajando la escalera. El corazón casi  se me sale del pecho. Meto el Traje y los zapatos bajo el asiento del conductor y me echo el pelo hacia atrás. Tras plantificarme en la cara la sonrisa oficial, golpeo la ventanilla para que Damon abra la puerta.

—Mayor —lo saludo, mientras él se acerca mirándome de arriba abajo con desconfianza.

—Alteza —contesta, tenso, y cambia de dirección rápidamente para seguirme al interior del palacio de Kellington.

—¿A qué debo el placer? —le pregunto, quitándome los guantes que acabo de ponerme a toda prisa y devolviéndoselos a Olive con una sonrisa.

—Sí que ha madrugado para ir a las caballerizas, señor... —dice, esquivando mi pregunta.

Le dirijo una sonrisa, satisfecho por haber logrado escapar de sus garras.

—Hacía una mañana tan bonita que me ha parecido un crimen desaprovecharlo.

Me dirijo hacia el comedor, porque sé que allí es donde encontraré a mi padre. ¡Qué rabia! Tras una noche tan bonita, odio tener que volver a enfrentarme a la molesta realidad.

Cuando entro en la sala, me encuentro no sólo a mi padre, sino también a Tae y a Namjoon. Mi hermano mayor me dirige su mirada de suficiencia habitual y el pequeño me mira con cautela, algo también habitual en él. Sé que me pedirá explicaciones más tarde. A él no le puedo mentir, porque vive aquí. Cuando mi padre levanta la cabeza de su taza de café, inclino la mía con educación, pero él no responde al gesto. Se vuelve hacia Davenport y le pregunta:

—¿Has dado con David Sampson?

—Aún no, señor.

—Cuando lo encuentres, comunícamelo al momento. ¿Dónde demonios puede estar?

—Por supuesto, se lo haré saber en cuanto logremos localizarlo. —Davenport sale de la habitación y mi padre se vuelve hacia mí.

—¿Hay algún problema? —le pregunto, recordando la última vez que vi a David y lo raro que estaba.

—El vagabundo ha regresado... —comenta mi padre, ignorando mi pregunta.

Siempre hace lo mismo. Para él, yo no tengo voz en temas de negocios.

—Estaba en las caballerizas. —Me siento mientras me sirven una taza de café —. Hierbabuena está progresando muy deprisa, padre.

A Namjoon se le escapa la risa y me vuelvo hacia él:

—¿Cómo está Helen? —le pregunto, dulcemente.

—El primer trimestre le está pasando factura. Los médicos le están haciendo un seguimiento riguroso.

Por dentro pongo los ojos en blanco.

—Normal —digo—. Un embarazo en una mujer de casi cuarenta años se considera de alto riesgo.

Me llevo la taza a los labios y doy un sorbo, buscando los ojos de Tae. Él me está dirigiendo una mirada consternada mientras niega con la cabeza, pero no puedo evitar meterme con Namjoon. Diría que se da aires de superioridad, pero teniendo en cuenta que la única persona superior a él es nuestro padre, tal vez sea comprensible. Aunque eso no hace que sea menos molesto. Si no me tratara siempre con tanto desprecio, no me metería con él.

Odio imaginarme el momento en que Namjoon sea el rey y Helen la reina consorte. Sé que ambos disfrutarán del poder y que se pasarán el día ejerciéndolo sobre todos los miembros de la familia, probablemente más que mi padre. Será una nueva vuelta de tuerca en este infierno en el que ya me encuentro.

—Ya basta, Jimin —dice mi padre, levantándose de la mesa. Estupendo, se marcha.

—Me habría gustado desayunar con mis tres hijos esta mañana, pero, qué le vamos a hacer, uno no estaba en casa cuando he llegado.

—Siempre decepcionando; la historia de mi vida. —Suspiro—. Si hubiera sabido que nos honrarías con tu presencia esta mañana, habría estado aquí.

No soy adivino, y todo esto es muy raro. Mi padre nunca desayuna con nosotros en el palacio de Kellington. Si quiere vernos, nos cita en Claringdon con, al menos, veinticuatro horas de antelación. ¿Y qué demonios hace aquí Namjoon? No ha puesto el pie en mi casa desde hace... ni me acuerdo.

—En adelante, recordaremos concertar las citas teniendo en cuenta tu apretada agenda —dice Namjoon, mientras dobla la servilleta y la deja en la mesa antes de levantarse.

El veneno de sus palabras se me clavan en todos los nervios del cuerpo. Su mensaje está claro.

—Es muy exigente pasarse el día sentado, luciendo guapo. —No logro morderme la lengua—. Ni te lo imaginas.

Le sonrío y me echo el pelo hacia atras. Namjoon apoya las manos en la mesa y se inclina hacia mí.

—Cásate de una vez y haz algo útil —me espeta, con una mueca despectiva.

—Namjoon —me defiende Tae, poniéndose en pie de un salto—. No le hables así.

Aunque le estoy muy agradecido por su intervención, sé que no servirá de nada.

—Bueno —refunfuña Namjoon—, es que todos trabajamos duro, mientras el se pasa el día contoneándose sin más, haciendo lo que le apetece y dejando un reguero de desastres a su paso que los demás deben arreglar.

—Nunca le he pedido a nadie que resuelva mis desastres. —Yo también me levanto y adopto la misma pose amenazadora que Namjoon—. Me da igual si nadie lo hace. ¿A quién le importa si tengo una cita con un banquero o con una mujer? Que se entere el mundo entero.

—¿Una cita? —Namjoon se echa a reír—. ¿Así llamas tú a abrirte de piernas para el primero que se cruza en tu camino?

—Por el amor de Dios... —susurra Tae, claramente furioso.

La sangre me empieza a hervir. Y cuando miro a mi padre y veo que tiene la mirada clavada en mí, como interesado en ver cómo voy a defenderme de la acusación de Namjoon, aún me hierve más.

—No me abro de piernas ante el primero que se cruza en mi camino — replico, echando humo—. Y estaría encantado de salir a cenar con hombres como una persona normal y no tener que esconderme, pero no se me permite hacerlo porque soy miembro de esta maldita familia.

—¡Ya basta! —brama mi padre, con su furia dirigida hacia mí, que exclusivo.

No es que esperara otra cosa, por supuesto.

—¡No toleraré que hables en esos términos de la monarquía!

Me vuelvo hacia el rey con las ventanas de la nariz muy abiertas, mientras cala en mi mente una vez más lo imposible de mi situación. Mi hermano acaba de tratarme como a un cualquiera como una puta delante de él. Y no debería haberlo consentido, pero no ha movido un dedo. Quiero gritarle, contarle dónde he pasado la noche, pero eso no sólo me perjudicaría a mí, sino también a Jungkook. Así que hago lo único que puedo hacer. Le hago una reverencia al rey y salgo del comedor con los ojos llenos de lágrimas. Aunque lo veo todo borroso, no se me escapa la expresión desolada de Damon cuando paso por su lado en el vestíbulo. Lo ha oído todo.

Todo el mundo en Kellington se ha enterado. Subo corriendo la escalera con la cabeza baja para evitar las miradas del servicio. Cuando llego a mi habitación, cierro de un portazo y hago algo que llevo mucho tiempo sin hacer.

Lloro.

Con la cara entre las manos, lloro como un bebé, sintiéndome triste y desconsolado. Me gustaría tanto salir huyendo y desaparecer en algún lugar donde no pudieran encontrarme... Algún sitio donde ser anónimo y libre. Es una idea maravillosa, aunque completamente utópica. Da igual adónde vaya, siempre me reconocerán.

Y siempre me terminaran encontrando










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Que tristeza con Jiminiee😥😥

Mañana subo el otro cap 🤗🤗

MI ALTEZA ~KOOKMIN~Donde viven las historias. Descúbrelo ahora