Me paso el camino hasta el extremo más alejado de los jardines alternando entre la seguridad y la reticencia. Los pasos me fallan demasiadas veces para mi gusto.
Hasta hoy ningún hombre había logrado hacer mella en mi confianza y no me quedo claro si me gusta la sensación o si la aborrezco.
Cuando llego al laberinto de coníferas, me detengo para hablar muy seriamente conmigo mismo. Les digo a mis nervios que se calmen de una vez por todas y que me dejen disfrutar de este inesperado regalo de cumpleaños.
Mientras recorro el laberinto, me pregunto si Jungkook habrá encontrado el camino hasta el centro o si andará perdido y desorientado entre los árboles. La idea me hace sonreír. Cuando era niño, el laberinto me parecía descomunal y me pasaba horas enteras tratando de encontrar el camino al centro. Por eso ahora sé exactamente qué ruta he de tomar para llegar allí cuanto antes.
Atravieso la última abertura y veo la estatua de mi abuelo, el padre de mi padre, el rey Harold de Inglaterra. Es alta, imponente, hecha de mármol macizo y tiene una expresión seria. Él era un hombre severo, arrogante y estricto con sus hijos, así como con sus nietos. Si te citaba en su despacho, ya podías echarte a temblar. Más de una vez me tocó a mí. Lleva el manto real, el Pallium Regale, que es largo y fastuoso; el cetro en la mano y la corona de san Eduardo en su gran cabeza. Es una estatua francamente intimidadora.
Pero a sus pies está Jeon Jungkook, apoyado de manera informal en las espinillas de mi abuelo, con una botella de champán en una mano, dos copas en la otra y una sonrisa en el rostro.
Este hombre también me intimida, pero de un modo muy distinto.
—Alteza.
Se separa ágilmente del sólido homenaje a uno de los principales reyes que han gobernado Inglaterra y se dirige hacia mí con paso lento, mesurado y confiado.
—¿Está disfrutando de su cumpleaños?
—Sí, me está proporcionando... un placer inesperado.
Cuando llega a mi lado, me rodea y mi excitación alcanza su pico cuando se detiene a mi espalda. Como no quiero estar en una posición de desventaja, me doy la vuelta despacio y quedamos frente a frente.
Al parecer, mi movimiento le resulta divertido, porque no logra disimular del todo una sonrisa.
—¿Qué hay de mi regalo? —susurro, dando un paso atrás, aunque sólo sea para que no me oiga respirar profundamente.
—Ah, el regalo.
Él vuelve a caminar a mi alrededor, pero yo le sostengo la mirada en todo momento, girando al mismo ritmo que él. Somos como dos fieras acosándonos. Tenemos los ojos fijos el uno en el otro y la química entre nosotros es tan grande que saltan chispas. Santo Dios. Nunca había sentido nada igual. Es obvio que él, igual que yo, no quiere ser el primero en rendirse.
—Creo que mi regalo le va a encantar —murmura.
—Es un hombre muy seguro de sí mismo.
Me detengo y dejo que Jungkook se coloque detrás de mí. Cierro los ojos y siento que su boca se acerca a mi nuca.
—Y usted un hombre muy sensual y seguro de sí mismo —replica en voz baja, justo antes de soplar sobre mi piel.
Me paralizo y contengo el aliento tratando de mantener mi aplomo habitual.
¿Adónde demonios habrá ido, ahora que lo necesito más que nunca?—Me gusta —afirma—. Mucho.
Abro los ojos cuando noto algo suave y frío pegado a mis labios. Jungkook me ha acercado una copa de champán por encima del hombro, y tiene la boca pegada a mi cuello, que palpita. Me estremezco sin remedio. Él me da un mordisquito y —que Dios me ayude— gimo mientras noto que sonríe pegado a mi piel.
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MI ALTEZA ~KOOKMIN~
Teen FictionJimin es un Principe Rebelde. Jungkook un Actor Sexy de Hollywood. Una Pasion Prohibida, convertido en un Amor Prohibido. ¿Podran enfrentar todas las complicaciones que representa ser un miembro de la monarquia real para poder estar juntos? -----•...