Escrito 10

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Aunque la belleza que lo bañaba era excepcional, debajo de aquella gruesa coraza de atractivo físico, su personalidad era más simplona que un trozo de pan blanco

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Aunque la belleza que lo bañaba era excepcional, debajo de aquella gruesa coraza de atractivo físico, su personalidad era más simplona que un trozo de pan blanco. Él era relajado, como un chiquillo más. No era especialmente inteligente, más bien, le faltaba capacidad para razonar en muchas oportunidades. Tampoco podría relucir por ser divertido, aunque no era un lorna tampoco. No sería reconocido por ser un genio de las matemáticas (a decir verdad, los números y las tareas le caían más pesados que la patada), aunque tampoco es que sus notas le hubieran hecho repetir el año. Y hubiera pasado por la sociedad como un adolescente más, lleno de defectos y un hilo de virtudes, y tocando el rango de "chico promedio", nadie hubiera volteado a verlo. Pero algo tan único y extraordinario como su belleza, no podía resultar invisible. Simplemente, su belleza le salvó la vida. Su belleza evitó que callera en el anonimáto. Su piel perfecta y sus rasgos, delineados con pincel, lograron que todo lo que llevaba dentro, aquello tan simple y perteneciente al montón, quedára bien escondido y sólo pudieramos apreciar lo bonito que hay encima. Él destacaba por ser extraordinariamente bello, más no por tener alguna característica, fuera de lo físico, particular.

Memorias de una poetisa enamoradaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora