Coctel

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—Gatito— dijo Chis sosteniendo mi cabello mientras me fundía en un apasionado beso con el inodoro, vomitando.

—¿Todo el mundo vió?— musitó un "mhm" y me entregó su pañuelo —Necesito quitarme el vestido— informé luego de que mis entrañas dejaran de salirse por mi boca y la mano de Chris se alejara de mi espalda donde había dado golpecitos con suavidad.

—Bien, enjuaga tu boca, volveré con ropa de Valerie Standford— lo adoraba con el alma

—Sólo no se la quites primero, de preferencia que sea ropa de su closet— reí

—Le quitas la diversión a todo— salió para entrar un segundo después— aguafiestas, cierra— señaló el seguro de la puerta y volvió a irse.

Quitarme el pegado vestido era muy complicado sin tocar las partes en la que la canela se esparcía, dejé mi pecho descubierto y me concentré en quitar la asquerosa sustancia de mi piel, mi sostén también estaba lleno, pero esperaría a Chris con la ropa antes de quitarlo, Valerie era como dos tallas más pequeña que yo y prima de Jessica pero no había más.

Escuche la puerta abrirse y supuse que era Chris, no cerré el seguro, claro que se burlaría de mi, no había mucho de mi cuerpo que ocultarle a mi mejor amigo, él sabía todo de mi, física, emocional y sentimentalmente y viceversa.

—¡Oh Dios mío!— ese no era Chris. Lo miré, frente a mi se encontraba Joseph Stanson, el hermano de Jessica —Cat— me miró con impresión y revisó mi cuerpo, Joe no debería estar aquí, estudiaba una maestría en leyes en Alemania, no lo veía desde hacía años. Joe y yo habíamos tenido una bonita historia de amor en la cual yo me enamoraba y el jugaba con mis sentimientos y apostaba mi virginidad.

Retrocedamos en el tiempo un poco, pese a la creencia de mi abuela sobre mi falta de sexo, lo tenía, constantemente, pero ¿quién era yo para sacar de su error a mi querida abuelita? Nadie. Joseph y yo estuvimos juntos en la primaria, secundaria y preparatoria, su hermana y yo éramos enemigas mortales y eso a él le gustaba de mi; no se ilusionen, el tipo era un idiota. Sus ojos azules hipnotizaban a todas, su sonrisa ganadora era acreedora a premios y cuando éramos más chicos todos decían que su cabello color castaño claro estaba asegurado por millones de dólares. Pamplinas. Pero ese no es el punto al que voy, lo que quería decir es que, estába en último año de preparatoria cuando ocurrió... la fiesta más grande se había organizado en la casa de Kevin Hart, un futbolista mimado y guapísimo que me encantaba y que ni siquiera sabía mi nombre, Andrea, mi mejor amiga, sin embargo me invitó, diciendo que todos en la escuela éramos bienvenidos y argumentando que sería la única forma de que su madre la dejara ir. Más pamplinas. Bebimos hasta casi caer, las paredes se cerraban como si de un laberinto de tratase y termine en los brazos de Joe; prometió llevarme a casa, parecía realmente preocupado, pero yo no podía llegar a casa así. Viajamos a la suya en lo que parecía el auto más rápido del mundo, las luces contra mis ojos me mareaban y las náuseas se apoderaban de mi. Tenía 17, no me juzguen. Hacia un calor del demonio y aunque mi vestido dejaba poco a la imaginación, tenía una necesidad de despojarme de él, maldito alcohol, maldita Andrea...

Recuerdo que me jalo a su habitación, literalmente, pelee para que se alejara de mi a tal punto de despertar a sus padres, cabe recalcar que el castigo que sufrió fue severo, pero los inconscientes de sus progenitores me dejaron fuera de su casa y con un frío infernal por la lluvia que recientemente caía; sin saber qué hacer, ni a dónde ir.

Joe y Jessica tenían un vecino, Jacob Lucas un chico reservado del equipo de rugby con el cual tenía varias clases y habíamos compartido algunos proyectos, sus ojos eran de un azul obscuro y su cabello casi negro, era alto para su edad si recuerdo bien, pero pequeños granitos acompañaban su joven rostro; es de la edad de Joe y Chris... un año mayor que yo. Cuando pase por su casa me sonrió con pena, ofreció llevarme a casa y ahí termino todo, o bueno, termino luego de que nos besáramos en su carro y agregáramos un poco de manos, pero ¡él es otra historia!

—J-j-Joe...— estaba congelada luego de mi flashback. Cubrí mis pechos con mis manos y el volteó el rostro

—Saldré ahora mismo— contestó nervioso, este maldito día no podía ser peor.

—Woah, Woah, Woah, acabo de ver salir a Joestar corriendo de aquí...— la voz de Chris se apagó cuando vió mi estado de shock, la forma en la que mi vestido colgaba en mi cintura y el hecho de que mi mojado sostén cubría poco de mi anatomía. Él sabía mi desliz con Joe, él sabía lo confundida que había quedado desde nuestro "encuentro" y ahora mis mejillas deberían de estar ardiendo.

Tomé el vestido que me ofreció con extrema seriedad y salió del baño, ahora si cerré el maldito seguro Justo cuando Chris salió y vi mi paliducho rostro ojeroso en el espejo detrás de la puerta. Malditos 25.

Salí enfundada como un chorizo en un vestido rojo, corto y de revelador escote que dejaba tan poco a la imaginación como si hubiera salido en interiores, si repitiera que este día no podría ponerse peor, llovería seguramente, sobre mi.

Las horas pasaron horriblemente lentas en el desayuno, quería ir a casa y cambiarme pero las Catherinettes no nos podíamos mover del salón hasta el baile final. No volví a ver a Joe, gracias al cielo y Chris terminó por irse con sus amigos hombres y dejarme asechar por mis primas y abuela.

Los cocteles volaban por todas las mesas, la mejor barra libre de la historia de Francia se daba en la mansión Standford cada año en noviembre.

—Llevó 6 margaritas, creo que debería parar o mi vestido explotará— reí viendo a mi hermana reírse con su copa de clericot.

—No necesitamos más "shows" tuyos este día, prima— respondió Cecile. La vi con ojos asesinos.

—¿Cómo está Andrew, Ce?— su esposo era un engreído, mujeriego, apostador al cual Cecile siempre defendía, por ahora lo utilicé para defenderme, dejando a mi prima sin palabras y a mi hermana en una fuerte carcajada culpa del alcohol.

—¿Cómo te sientes, gatito?— preguntó Chris después de un rato alejado de mi

—¡Estoy fantástica!— le grité innecesariamente, malditas margaritas.

—Y borracha— era una afirmación, reí.

—¿Qué sucedió con Joe?— su tono serio me ponía los pelos de punta.

—Me vió en sostén— dije de pronto sintiéndome desanimada

—¿Y no se enamoró de ti? Debe ser gay— me animó un poco fingiendo que pensaba

—Eres un tonto— lo golpeé jugando— ¿Haz visto a mis padres?— pregunté luego de no ubicarlos

—Subieron las escaleras hace un rato— me guiñó un ojo. Maldita sea, alguna vez han vuelto con su ex por "maravilloso sexo sin compromiso" pues esos eran mis padres, siempre.

—Que asco— conteste riendo ante su rostro de fingida sorpresa.

—¿Está bien si te dejo un poco? Valerie me ha estado buscando desde que tomé su vestido prestado— me informó

—Ve con ella tigre— golpee su hombro y arrepintiéndome en el momento que mi cabeza dio vueltas.

—¡Woah!— manos cálidas me atraparon antes de caer y mi ataque de risa no se hizo esperar. —Diablos Catherine, no podemos seguir viéndonos así— reconocía esa voz, reconocía sus fuertes brazos y su cálido aliento y reconocía cómo mi cuerpo procesaba su cercanía; la persona que me había visto semi-desnuda en el baño hace unas horas, maldito fuera Joseph. —Debes de dejar de maldecir— rió. No sabía que lo había dicho en voz alta.

CatherineDonde viven las historias. Descúbrelo ahora