Agudiza tus sentidos

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Este será un ejercicio que nos puede ayudar a mejorar las descripciones a la hora de escribir. Muchas veces, cuando tenemos que explicar cómo es un objeto, tendemos a limitarnos a su apariencia y nos olvidamos que tenemos otros cuatro sentidos además de la vista. Este ejercicio tiene como fin ayudarnos a desarrollar la atención en estos otros sentidos.

Hay dos formas de realizar este ejercicio: una para llevarlo a cabo en solitario y otra con la ayuda de alguien en casa. Las dos son válidas e igual de interesantes:

1. Para realizarlo solos, lo que tenéis que hacer es elegir algún objeto que tengáis a mano y, con los ojos cerrados, dedicaros a examinarlo durante unos minutos. Entonces, reflexionad sobre su temperatura, tacto, olor, sonido... lo del sabor lo dejo a vuestra elección según el objeto del que se trate. Luego, abrid los ojos y dejad el objeto a un lado para escribir un pequeño párrafo (unas 100 palabras) describiéndolo a través de las sensaciones que os ha provocado.

2. Con un poco de ayuda, tenéis que pedirle a alguien en casa que seleccione un objeto (o varios) sin deciros cuál es y que os lo acerque cuando hayáis cerrado los ojos. Entonces, dedicaros a estudiarlo tal y como os comentaba en el párrafo anterior. Sólo que, en este caso, al desconocer el objeto de partida podréis focalizar más las vuestras sensaciones. Después abrid los ojos y escribid también un párrafo de unas 100 palabras describiendo el objeto.

RESULTADO DEL EJERCICIO: ESCOJO LA FORMA 2 (Con un poco de ayuda)

Con una sonrisa amplia y la mirada traviesa y brillante, mi hijo me tapa los ojos con una venda hecha con un pañuelo de flores, que suelo ponerme en el cuello los días frescos de primavera. Es un juego para él y le encanta, lo veo en su cara y lo noto en la excitación de su voz. Le ayudo con el nudo.

—¿Ves algo, mama?— "mama", no mamá como los grandes, los adultos, sino mama.

—No cariño, no veo nada de nada— le contesto sonriendo, contenta de verlo que participa en el ejercicio feliz.

—¿Seguro?— me pregunta e intuyo que se ha inclinado para mirar cómo queda puesta la venda en mis ojos.

—Seguro, cielo.

—Vale, ahora te doy el "bolígafro"— me dice y de pronto, oigo que jadea y luego suspira y murmura algo demasiado bajito para que yo pueda escucharlo. Con el pañuelo, también me ha tapado las orejas y casi la nariz, tengo que subírmelo un poco.

—¿Qué pasa hijo? ¿Hay algo mal?— le pregunto algo preocupada, no me ha dado el objeto y creo que está dando vueltas por la cocina otra vez.

—Ya no te puedo dar el boli, porque te he dicho que era un boli. Ahora busco otra cosa— me dice un poco tenso.

—No te preocupes cariño, no tengo que adivinar qué es, sólo describirlo, decir cómo es sin mirar— le explico otra vez, para tranquilizarlo.

—No, — me dice,— es mejor que lo adivines, así es más "diver".

—De acuerdo, busca cualquier cosa y no me digas qué es— le digo entrando en su juego.

No me contesta y lo oigo coger algo del armario de la cocina. Escucho un pequeño ruido como de cristal chocando con otra cosa. Por el sonido de los objetos, me imagino que debe de haber abierto el armario de la vajilla y estará buscando algo de allí. Sólo espero que no se caiga y se haga daño.

—¡Ya lo tengo mama!— le oigo exclamar.

—Vale, pues tráelo con cuidado, no quiero que te hagas daño.

—Ya verás, te va a "engantar" y no es nada difícil ¿eh?— me dice, con la sonrisa de vuelta en su tono de voz.

—Genial, vamos ponlo delante de mí, en la mesa—le digo, un poco contagiada por su entusiasmo.

24 Ejercicios de EscrituraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora