Prólogo

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- ¡Phillip! -gritó Damien con fuerza, como si quisiera desgarrarse la voz.

El joven de melena rubia estaba en el suelo, bañado en un charco de sangre que escurría de su cabeza.

No supo en qué momento se separó del rubio, pero su corazón dio un salto cuando escuchó las ruedas de aquel vehículo chirriar. Luego el impacto sobre algo y por último el grito de muchas personas.

Si, ahí fue cuando supo que algo andaba mal. Muy mal.

Sobretodo cuando vio teñida de rojo esa melena rubia que tanto conocía. Pudo ver esa estúpida gorra que llevaba siempre tirada en algún lugar y su ropa pulcramente lavada y planchada ensuciarse de la misma forma.

Corrió. Corrió como nunca y se acercó al cuerpo, cayendo de rodillas cuando pudo ver en su totalidad el cuerpo de Pip tirado en el suelo.

Y sin pensar en nada, ni en su ropa, ni en el desgraciado que se bajaba del auto a ver lo que había hecho, ni en la gente que decía que estaba muerto, él simplemente tomó el cuerpo inerte de Pip en sus brazos y lo acunó.

- Phillip, respóndeme...

Damien hablaba con los ojos llenos de lágrimas que caían y caían sobre el rostro de su amigo.

- Phillip, por favor...

- E-Entonces ya no me odias -dijo el rubio intentando abrir los ojos con esfuerzo.

Sus palabras sonaban como balbuceos que a Damien le costó entender.

- Qué dices, inglés marica... Yo jamás te he odiado -respondió el pelinegro abrazando con más seguridad al otro. Le quitó el pelo manchado de la cara y acarició su mejilla.

- T-tú.. m-me llamaste Phillip -sonrió el chico acompañado de una mueca de dolor- Todos me llaman Pip porque me odian...

- No seas tonto, yo jamás podría odiarte. Decirte Pip siempre fue con cariño.

El joven de melena rubia llevó su mano hasta la mejilla de Damien y la acarició con el mínimo de fuerza que le quedaba.

- T-te...

- Te amo Phillip.

Interrumpió Damien.

- Te amo como jamás amaré a nadie, así que no te atrevas a dejarme solo -continuó por decir.

- Y-yo...

La sirena de la ambulancia, después de varios minutos, los dejó sordos a todos.

Todo se repetía como si fuera una cámara lenta.

Pip cerrando los ojos y dejando caer sus manos. Damien lloraba y gritaba desconsoladamente. El hombre del auto pedía perdón sin ser escuchado. Los de la ambulancia se llevaban el cuerpo de Pip.

Y Damien parecía no reaccionar a nada a su alrededor, excepto a los recuerdos que poco a poco se iban colando en su mente, solo para después ponerse uno sobre otro.

Pip, el amor de su vida.

Pip, su mejor amigo.

Pip, su todo.

Y mientras subía a la ambulancia tomando la mano fría de su amado, recordó el día que se conocieron.
El día que se perdió en sus bellos ojos.

El día que lo conocíDonde viven las historias. Descúbrelo ahora