III

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No entendía la razón que había tenido Tweek para echarme de la tonta cafetería, es decir, solo había provocado un pequeño accidente. Ni siquiera me dejó pagar por lo que rompí.

No voy a mentir, estaba enfadado.

Me ardía todo de solo pensar que tuve tan cerca al chico de ojos azules. Pude haberle hablado, pude haber sabido su nombre.

"Pip".

Si es que ese llegaba a ser su nombre era tan ridículo como todo en él. Y ya no sabía que era peor, si eso o su ropa.

Vale, tampoco quería hablar mal de él, sobretodo porque el chico no me había hecho nada, solo estar en mi mente. Lo que no era un problema, ¿verdad? Claro que no.

A ver qué excusa tendría para ir a esa cafetería otra vez.

Espera, no. No debería estar planeando volver.

Tomé el autobús al final, importándome una mierda no pagar el pasaje, bastó con mirar mal al chofer para que este no me obligara a pagar.

A veces agradecía a la vida tener esa cara de mierda que tengo.

La verdad es que me consideraba atractivo, no por nada podía estar con cualquier mujer que quería. No tenía ni siquiera que coquetear con ellas.

Medía 1,87, No era muy alto, tampoco muy bajo. Siempre he sido delgado. Mi cabello negro es tan negro que ni siquiera brilla, tengo la piel más blanca que el papel, cejas negras pobladas y los ojos tan oscuros como mi alma. Ah, pero a veces podías ver un par de tonalidad rojas ahí dando vueltas por mi iris.

Supongo que daba la imagen imponente de chico rudo y serio.

Sin pensar más en mi mismo llegué al departamento, ignorando olímpicamente al casero que empezaba a insistir por el pago del arriendo, lo cual debería estar saldado, pues era el idiota de mi padre quien se encargaba de pagar todo.

Claro, esa podía ser justamente la razón de que no esté pagado. Mi padre era un estúpido.

A veces simplemente era mejor ignorar todo, fingir que nada importa e irse a dormir. Ni siquiera me molesté en comer algo, solo me fui a dormir con ese gustillo amargo en la boca.

Estuve tan cerca de saber su nombre.

Al día siguiente las cosas no fueron tan distintas a la monotonía que solía acompañarme cada día de mi miserable vida. Desperté enfadado como siempre, esperando encontrar algo en la nevera para alimentarme.

Si no iba a comprar, ¿cómo esperaba tener alimentos?

Había solo un tomate podrido y un par de huevos.

"Huevos revueltos", pensé.

Y así comenzaba otro día más, de esos fríos días en que solían darte ganas de estar acostado viendo una porno. O tal vez una buena película. Quizá cualquiera de esas opciones estaría correcta.

Sin embargo ir a la universidad se supone que debía ser más importante.

Una vez que logré llegar a la facultad un empujón me sacó totalmente de onda.

- ¿Qué mier-...?

Recuerdo no alcanzar a decir nada, solo sentí como mi mejilla ardía y frente a mí se encontraba un chico de cabello negro y un chullo de color azul.

- Si vuelves a insultar a Tweek voy a romperte la puta cara -dijo indignado.

Comenzaba a sentir que el rojo de mis ojos se apoderaba de mi, como siempre que estoy enfadado.

No bastaron más de cinco segundos para devolverle aquel puñetazo a Tucker, quien fue afirmado por su escolta personal para que no cayera al suelo. El marica de la cafetería.

- Craig, por favor -decía el rubio intentando detener una pelea- no pasó nada...

- Eh, veo que le vas con el chisme a tu noviecito -comenté con una sonrisa- supongo que es una ofensa que te digan marica.

Craig se veía furioso, intentaba acercarse a mi, pero el chico del café lo abrazaba con fuerza para evitar cualquier movimiento del otro.

- ¡Te dije que no te metieras con él!

- Oye, tranquilo... A mí no me gustan los hombres.

De pronto escuché la risa de Craig mientras dejaba de forcejear con su novio.

- ¿En serio Thorn?

¿Qué demonios intentaba decir con eso?

- Yo creí que te gustaban rubios y extranjeros.

Me sentí palidecer, sobretodo porque ya se habían reunido unos cuantos idiotas de la facultad al rededor nuestro.

- No sé qué mierda est-...

- El compañero de Tweek en la cafetería.

Unos "oh" se hicieron presentes, cuchicheos de fondo y algunas risas. Y yo jamás permitiría que se burlaran de mi.

- ¿Te refieres a la chica? -dije intentando desviar la atención.

- ¡Pip no es una chica! -gritó Tweek.

Mierda con el novio de Craig.

- ¡Okay ya basta! -una cuarta voz se hizo presente.

Vaya, ni más ni menos que el pelirrojo de la sección tres. Del grupo de pendejos.

Escuché a un par de personas chistar por la interrupción de Kyle, sin embargo me sentí algo aliviado.
No por evitar la pelea, sino por el rumbo que esta estaba tomando de pronto.

Al menos de todo esto podía decir que sí, efectivamente el chico se llamaba Pip. Un nombre bastante ridículo.

Al parecer durante todo el día los idiotas decidieron ignorarme, lo cual agradecí internamente por no tener que aguantar sus molestas y ruidosas voces.
De vez en cuando podía ver la mirada furiosa de Craig, queriendo enfrentarme otra vez, pero luego el chico del café le tomaba el brazo y él se olvidaba inmediatamente de mí y le sonreía al rubio.

Parecían vivir en otro mundo.

- ¿Es cierto? -preguntó de pronto la chica a mi lado. Era Wendy- ¿Le vas a los chicos?

- ¿Qué?

Estaba perplejo.

Todos en la universidad sabían que yo era un hombre de verdad, es decir, jamás podría gustarme un puto niño.

- Lo que dijo Craig allá afuera.

- ¿Me ves cara de marica? -dije enojado. Comenzando a guardar las cosas en mi bolso.

- No, pero ya sabes lo que dicen...

- ¿Qué dicen? -me puse de pie con el bolso al hombro.

- Que los homofóbicos suelen ser gays de clóset.

En ese momento sentí un maldito tic en mi ojo, creyendo que aquello era una broma de bastante mal gusto.
Qué mierda se creía esa chica para decirme eso.

Yo jamás podría ser un marica como Craig y Tweek.

El día que lo conocíDonde viven las historias. Descúbrelo ahora