XXI

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***

Damien quiso gritar. El suave y casi imperceptible tacto de la piel de Pip en contacto con sus propias caricias no habían sido una ilusión. 

Las enfermeras en aquella habitación oscura le empezaron a reclamar que debía abandonar el lugar para dejarlas hacer su trabajo y estabilizar al paciente que de pronto había alterado el monitor cardíaco.

 - Debemos llamar al doctor -dijo una de ellas mientras apretaba algunas cosas en la máquina.

La otra revisaba el suero y buscaba algún medicamento para inyectarle.

Damien no era capaz de abandonar la habitación ni tampoco de moverse. Se había quedado ahí, de pie, tratando de ordenar las palabras en su cabeza para decirles a las enfermeras lo que había pasado.

 - Él se movió, reaccionó a mi -intentó explicar con toda la calma que le era posible en una situación como esta.

Ya le habían dicho antes que los pacientes en el estado de Pip podían de vez en cuando tener gestos involuntarios, así como el fruncido de ceño o abrir los ojos por un corto segundo, pues a pesar de que no pudiera percibir el entorno aún estaba vivo y su cabeza seguía trabajando. 

Se lo habían comentado porque un día creyó que el rubio había despertado debido a que vio sus ojos semiabiertos perdidos en la nada.

Aquel fue el momento más terrorífico que vivió mientras estaba en el hospital.

Intentó llamar a Pip, le sacudió un poco el hombro e incluso se puso a insultarlo creyendo que podía escucharlo y que no quería responderle, pero en verdad sólo había sido un reflejo a los estímulos exteriores. Phillip seguía tan dormido como el primer día.

Esta vez era diferente, ¿verdad? Es decir, se había literalmente movido, eso no se comparaba a abrir los ojos por un segundo, esta vez los músculos y articulaciones de su novio se habían movido. Había reaccionado a sus caricias.

 - Por favor no me pidan que me vaya -volvió a hablar- él podría despertar y yo... 

 La mirada severa que le dio una de las enfermeras fue suficiente para hacerlo callar.

Pero no se había callado por temor a seguir hablando, sino porque se estaba llenando de cólera por mandarla al infierno.

A veces no entendía por qué algunas de las enfermeras que atendía a su amado se portaban de esa manera, casi como si no les gustara hacer su trabajo o no quisieran atender a un paciente incapaz de hacer nada por su cuenta.

Tal vez solo odiaban su trabajo.

O quizás porque era salud pública.

Si Damien tuviera más dinero de seguro que se lo habría llevado a la mejor clínica privada del país para que atendiera a su novio. En cambio debía conformarse con que estuvieran en el hospital cercano a su departamento.

En estos momentos se sentía más inútil que nunca en su vida. Ni siquiera su padre había podido ayudarlo con esto. Pagar la cuenta de una clínica privada para una persona a la cual no se tiene certeza de que vaya a despertar o no es simplemente un sacrificio monetario que pocos podían hacer. Y ellos, pese a que nunca les faltó nada, no eran capaces de costearlo.

Claro, porque Pip podía estar una semana más como también podría estar otro mes... 

O más que eso.

 - Phillip -dijo Damien ignorando que seguían intentando sacarlo- Yo sé que me estás escuchando, por favor... Hazme saber que me escuchas.

Aprovechó de volver a tomar su mano, la que no estaba conectada al suero. 

 - Por favor -volvió a decir, llevando el dorso de la fría mano del rubio a sus labios para depositar un suave beso.

Probablemente nadie en esa habitación era capaz de entender los sentimientos desesperados del pelinegro, aquellos que lo hacían querer llorar cada vez que podía ver el cuerpo inerte de Pip o cada vez que recordaba algún episodio de sus vidas conviviendo como pareja.

Todos esos sentimientos eran reales, desde la rabia hasta el amor mismo.

Porque aunque todo el mundo creyera que él nunca dio el brazo a torcer con Pip, la realidad era otra. Dentro de la intimidad que tenían en la casa y en su relación todo era distinto. Partiendo por el simple de hecho de vivir juntos, de tomar duchas en conjunto, tomar el desayuno juntos – lo cual incluía muchas veces un pelinegro llevando el desayuno a la cama para mimar todo lo posible al chico inglés que solía ser siempre el último en despertar –, también de la ayuda mutua en las tareas del hogar, el ritual de Damien para secar el cabello de Pip con la ayuda de una toalla y el secador, las lecturas nocturnas en voz alta del rubio, los besos incansables, las caricias infinitas y las palabras de amor.

Lo cierto de todo era que Damien amaba profundamente a su novio.

Bien lo sabía esa cajita roja de terciopelo que lo acompañaba desde el día del accidente, la misma que había encargado meses antes, procurando tener las medidas perfectas del objeto que estaba en su interior para que no tuviera problema alguno al momento de ponerlo en el anular del rubio. 

 - Prometo no dejarte solo nunca más - dijo con los ojos llenos de lágrimas, recordando de pronto la razón principal de haberse separado de Pip.

Claro, porque dentro de toda la mierda que estaba viviendo, también había un porcentaje altísimo de culpa que no podía quitarse de la cabeza.

Si no lo hubiera dejado solo jamás habría pasado esto.

Ese habría sido un día especial para ambos, el día más importante en sus vidas, solo que el rubio no tenía cómo saberlo en ese entonces, pero como si el destino no fuera lo suficientemente cruel para ellos, la situación se tornó engorrosa de un momento a otro y lo último que Damien supo de Pip fue el momento en que el chirrido del auto y el estruendo de algo golpear con otro algo se hizo presente en la nocturna calle que hace segundos recorrían juntos.

Luego la imagen es clara.

Pip en el suelo.

La melena rubia y hermosa de Pip que se oscurecía rápidamente debido a la sangre.

La ambulancia.

Y hasta ahora estar aquí en el hospital luego de semanas sin poder escuchar el –ya no tan– molesto acento de su novio.

A quién trataba de engañar, había encontrado en su acento un encanto único. No le molestaba en lo absoluto, le gustaba más de lo que era capaz de admitir.

 - Te lo suplico -puso la mano del rubio sobre su mejilla, sujetándola con ambas de las propias para no soltarle jamás- Mi amor...

"Mi amor".

Así era justamente como quería llamarle para toda la vida si es que quienquiera que existiese allí arriba les daba la oportunidad de volverse a ver a los ojos una vez más.

El día que lo conocíDonde viven las historias. Descúbrelo ahora