- ¿Entonces te gusta Pip?
- ¿Gustarme ese marica? No jodas, Craig -dije mientras me cruzaba de brazos.
Por alguna razón habíamos comenzado a hablar más sin matarnos, específicamente desde que Tweek le contó cómo fue que ayudé a hacer "justicia social" por su amigo y empleado.
Al principio ignoré que el pelinegro me había dado las gracias, quizás porque él no había estado presente para proteger a Tweek. Se había acercado a mi con esa cara de mierda que traía siempre. Tampoco estaba con el resto de sus amigos, ni siquiera con el rubio.
Me miró y dijo "supongo que no eres tan mal tipo".
¿Debería ofenderme? Fue lo que pensé en ese momento, pero cuando iba a replicar, él dijo "gracias".
- Solo estaba ahí en ese momento, no hice nada.
Dije para luego encogerme de hombros y seguir bebiendo de una lata de coca cola.
Él me sacó el dedo y se fue.
Y si, yo creí que era un maldito imbécil que se atrevía a hacerme eso, pero en verdad en cierta forma me estaba aceptando como persona.
Bah, cómo si yo quisiera tener su aceptación.
Luego de eso Tweek solía saludarme en los pasillos, de manera tímida y disimuladamente, gesto que jamás respondí. No quería ser amigo de ellos, me importaba nada en verdad.
Pero pasaron un par de semanas y aquí estaba, hablando casualmente con el que pudo haber sido fácilmente mi archienemigo.
Eso sin confundir que en verdad sólo hablábamos de vez en cuando, jamás estuve con su grupo de pendejos amigos, pues sinceramente no tenía ganas de ser uno más de su pandilla, mucho menos tendría la capacidad de aguantar a alguien tan molesto como Clyde y sus lloriqueos o no burlarme de Jimmy por ser un discapcitado.
O de Token por ser negro.
"Gustarme Pip", eso era una locura.
Él me miró de arriba a abajo y viceversa. Luego bufó.
- ¿Te estás burlando de mí, maldito imbécil? -me acerqué con toda la intención de golpearlo, pero el idiota ni se inmutó.
- Tweek me contó que has estado yendo mucho a la cafetería.
- ¿Y qué? Tal vez me gusta el pie de limón.
De pronto pude ver cómo Craig sonreía con burla mientras me analizaba como si fuera un marica tal y como lo es él.
Quería replicarle algo, decirle que se equivocaba al creer que podría gustarme alguien como Pip. Alguien tan tierno y dulce como el rubio.
- Oye Damien -dijo mientras se daba la vuelta dispuesto a irse.
- ¿Qué?
- Si sabes que no venden pie de limón, ¿verdad?
Mierda.
Luego de eso el del chullo se había ido. Pude ver cómo con una gran sonrisa, de esas que nunca puedes verle al pelinegro, recibía a Tweek, besando su frente y pellizcándole la mejilla.
Verlos me provocaba náuseas.
Pero también me hacía envidiar un poco su relación.
¿Me sentiré realmente tan solo?
Suspiré y caminé rumbo a mi casa, esta vez no tenía ganas de ir al café después de clases porque sinceramente me sentía algo observado por todo el personal.
Pip siempre era quien me atendía, llevando a mi mesa esos asquerosos cafés que sólo él preparaba tan mal.
Y yo fingía tomarlo, pero en verdad solía verterlo en un termo pequeño que llevaba en mi bolso.
No quería hacerlo sentir mal si cada vez que él me llevaba café yo no me lo bebía. Incluso una vez me había preguntado:
- ¿Estaba tan mal?
- ¿Eh? -pregunté.
- Ni siquiera lo has probado en... Media hora.
- ¡Claro que no está mal! -dije levantando la voz.
Me sentí tan idiota, pude ver la decepción en los ojos de Pip y eso había sido suficiente para mí. De un solo trago me bebí todo el café que había hecho el rubio.
Él sonrió y me dijo que no me preocupara, que para la próxima le pediría a Tweek que lo hiciera, a lo cual me negué. Ah, y que si me bebía el café así probablemente me dolería el estómago.
Recuerdo que me sonrojé y me fui rápidamente a mi departamento, sintiendo las ganas de vomitar hasta lo que había comido el día de ayer.
Luego de eso, cuando fui a la cafetería al día siguiente, había tenido esa idea del termo y lo hice de manera lenta. Dando sorbos y escupiéndolo dentro del objeto escondido, lo cual era asqueroso, pero era el precio que tenía que pagar para no herir los sentimientos de Pip.
"Para posibles dolores", era un sobre con adentro varios otros sobres de té de alguna hierba. El rubio me lo había traído por mi hazaña de beberme todo el café.
Quise vomitar otra vez, pero por la ternura que me provocaba ese chico.
Era un recuerdo algo marica.
- ¿No irás a la cafetería hoy?
Escuché una suave voz a mi lado.
Era él.
- No.
- Hoy es mi día libre, ¿sabes?
No, no lo sabía, pensé.
- ¿Debería importarme?
- Oh no, disculpa -dijo él rápidamente, apretando aquel maletín antiguo sobre sus piernas.
Habíamos coincidido en el metro una vez más. Como la primera vez.
- ¿Te gustaría ir a la biblioteca conmigo?
¿Biblioteca? ¿Le parecía acaso que yo era una persona que iba por gusto a la biblioteca?
- Claro.
¿Un momento qué?
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El día que lo conocí
RomanceConocerlo había sido un vuelco a mi vida. De pronto todo se matizaba con la presencia de un inglés marica que parecía sacado de un cuento para niños. Y yo, Damien Thorn, no pude hacer nada para que este sentimiento desapareciera.