XIX

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Acerqué el cuerpo de Pip al mío, tomándolo de la estrecha cintura que tanto me gustaba, esa que abrazaba todas las noches sin la más mínima intención de convertirse en algo erótico, porque si bien sí pensaba en el rubio de esa manera, me había propuesto no volver a hacer nada que él no quisiera y, por ende, reprimí los deseos que tenía de hacerlo mío.

Hasta ahora.

Se veía tan hermoso a mis ojos mientras intentaba descifrar mis acciones y dudando en las suyas propias. Casi podía adivinar que realmente era la primera vez que hacía algo como esto con un chico. Claro, porque según ya me había enterado él había concretado algún acto similar con la ex, esa chica desagradable de la biblioteca. Pero si soy sincero, tampoco es como que yo lo haya hecho con un hombre antes.

Tomé con una de mis manos (sin dejar de sujetar su cintura con la otra) su mejilla, acariciándola con suavidad para acercarlo a mi rostro, el cual estaba sólo un par de centímetros más arriba que el suyo debido a la -no tanta- diferencia de altura entre nosotros. Y así, lentamente en algo que catalogué como un infierno, llegué a sus labios.

Y me aseguré de besarlo de la manera que a él le gustaba, dulce pero firme, haciéndole saber que yo mandaba pero que no le haría daño.

 - D-Dam-...

No dejé que siguiera hablando cuando intensifiqué un poco más aquel beso, jugando con su lengua y dejando que esta explorara cada parte de su boca. 

Con algo más de brusquedad mordí su labio inferior de forma inconsciente, pero agradecí mentalmente haberlo hecho, pues apenas lo hice un sonido me llenó de pronto.

¿Pip había gemido?

No sabía cómo catalogarlo, pero definitivamente no era esos sonidos que hacía al suspirar cada vez que nos besábamos, era algo mucho más íntimo y caliente.

 - H-Házmelo, Damien...

Lo separé un par de centímetros, solo para observar su rostro sonrojado con las mejillas ardiendo. Tenía los labios hinchados y su respiración era agitada. Solo nos estábamos besando, pero él me había dado el pase para hacerlo mío.

 - Como quieras.

No iba a preguntarle si estaba seguro o esas mierdas, si me lo había dicho era por algo y yo no dudaría de sus decisiones. Al menos no de esta.

Comencé a besar su cuello, a morderlo con suavidad para luego volverme algo más bruto en mis acciones, siendo consciente de cuándo parar de hacer algunas cosas o verificando que lo que estaba haciendo le producía placer y no miedo. De esa forma, sin dejar de besarlo fue que llegamos a la habitación en donde lo recosté suavemente en la cama que compartíamos.

Mis acciones de pronto se volvieron algo torpe, pues no quería dejar de recorrerle la boca pese a que al mismo tiempo quería desnudarlo.

 - D-Déjame ayudarte -dijo Pip con la voz entre cortada, separándose lo suficiente para subir los brazos y que yo le quitara la camiseta que traía puesta.

 - Eres tan... -me detuve al hablar, mordiendo mi labio inferior al ver el torso desnudo del rubio frente a mi.

 - ¿Tan qué?

 - Tan malditamente excitante -rápidamente, algo así como de un tirón, me quité mi propia camiseta para volver a besar sus labios y pasar mi lengua por otros lugares.

No sé cómo describir el sinfín de cosas que estaba sintiendo aparte de la calentura obvia, no podía dejar de admirar su cuerpo, de saborear su piel y de marcar algunos sectores con mordiscos no tan bruscos.

El día que lo conocíDonde viven las historias. Descúbrelo ahora