Si bien Damien era consciente de que la salud de Pip era impredecible, estar de pie en una habitación que estaba vacía era lo que menos esperaba encontrar, y solo podía preguntarse qué demonios estaba pasando, cómo era que nadie le había avisado esto.
La enfermera que había intentado detener a Damien hace un momento le tomó el hombro para que fuese capaz de verla.
— Señor Thorn, nosotr-...
— ¿Dónde está?
Ella tragó pesado, como si su saliva se hubiese convertido en algo demasiado espeso o sólido. No era capaz de mirarle a los ojos.
— Te hice una puta pregunta, ¿lo cambiaron de habitación?
Esa era la opción más lógica que había pasado por la mente del de ojos oscuros, porque no era capaz de imaginar una respuesta negativa. No iba a dar crédito a las suposiciones que empezaban a rondar en sus pensamientos.
— Él...
Si la chica pudiera haber dicho algo sobre cómo se sentía en este momento, habría dicho que estaba aterrada. Jamás le había hablado más de una palabra al sujeto que estaba frente a ella, además que no se sentía en condiciones de mantenerle la mirada, no con esos ojos llenos de rudeza que parecían cambiar de color entre uno muy oscuro y otro con destellos rojizos.
La imagen que daba Damien en este momento era la de un demonio.
Y uno muy enojado.
— Fue sometido a cirugía hace una hora.
¿Qué?
— Intentamos comunicarnos con usted, pero su teléfono no marcaba. Incluso llamamos al señor al que está siendo facturada la cuenta del hospital —siguió hablando la chica con la voz temblorosa.
Damien de pronto recordó que había apagado su teléfono al momento de presentar la tesis en la universidad. Como era algo más solemne decidió optar por ello para que no sonara ni vibrara. No quería desconcentrarse y fracasar.
Ahora lo único que sabía era que estaba profundamente arrepentido de haberlo hecho.
¿Por qué justo hoy?
Se tomó de los mechones negros, queriendo arrancarlos en un arrebato de ira y de nerviosismo que no era para nada característico en él.
— ¿Qué le ocurrió?
— Tuvo una hemorragia cerebral. No estoy enterada de la gravedad...
El corazón de Damien pareció apretarse con la noticia.
En todos los días que había estado con él podía sentir la mejora en su cuerpo, en sus pulsaciones, en los diagnósticos del doctor. Se suponía que Pip estaba mejorando... entonces, ¿por qué había pasado esto?
Sus piernas empezaban a perder la fuerza necesaria para mantenerse de pie, tanto que la misma enfermera le tomó del brazo.
— ¿Señor? —parecía espantada— Tranquilícese por favor, él está en buenas manos, lo atendimos a tiempo, todo estará bien.
"Todo estará bien". Eran palabras demasiado grandes en este momento, sobretodo porque el pelinegro sabía que había algo más dentro de sus palabras. Lástima quizás. Miedo a decirle la verdad.
La muchacha le llevó hasta el primer piso, en donde estaban los servicios de urgencias y pabellón, pues no tenía caso esperar en las habitaciones de los pacientes si la información se la darían en el otro lugar.
Luego de haber ayudado al pelinegro a sentarse en esas sillas incómodas de plástico, le dijo que era mejor si llamaba a alguien que le hiciera compañía. Y tenía razón, el chico no estaba seguro si era capaz de seguir respirando con todo el nerviosismo que tenía en el cuerpo.
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El día que lo conocí
RomanceConocerlo había sido un vuelco a mi vida. De pronto todo se matizaba con la presencia de un inglés marica que parecía sacado de un cuento para niños. Y yo, Damien Thorn, no pude hacer nada para que este sentimiento desapareciera.