XXVII

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Pronto se cumplirían los tres meses desde que Pip fue internado en el hospital cercano al departamento de ambos, y a pesar que no pareciera haber mucha mejoría desde que cayó en aquel sueño interminable, Damien no perdía las esperanzas.

Día a día se presentaba en el horario de visitas, las enfermeras lo conocían y ya ninguna se molestaba en hacerlo enojar como las primeras semanas. Entendían que era una persona de carácter fuerte y explosivo, haciendo llorar a varias los primeros días. Ahora simplemente lo dejaban ser. El chico de pronto había comenzado a respetar los horarios y no hacía escándalo por ello.

Así mismo, conversarle a Pip se había convertido en un hábito, pues aunque sabía que el rubio estaba con los ojos cerrados, en el fondo presentía que podía escucharle. 

Ahora estaba a punto de recibir un título, y cuando Pip despertara lo llevaría a vivir a una casa grande, donde viviría cómodo, tendría su propia biblioteca y él se encargaría de trabajar por los dos. Por eso ya no quería seguir sonando lastimero, porque Craig había tenido razón y debía dejar de aferrarse a los recuerdos pasados.

Había pasado más tiempo de lo que le habría gustado lamentándose por lo que le había ocurrido a su amado. Tanto que en cierta forma debía agradecerle a Craig por obligarlo a acudir a las clases otra vez.

A veces, en el break, llegaba Tweek con un termo de café y un pastel para Damien, acompañado de un montón de tics como siempre, pues a pesar del tiempo y de la cercanía, el chico seguía sintiéndose temeroso de acercarse demasiado al pelinegro.

En otra ocasión llegaba la pareja en conjunto y le contaban cualquier estupidez que había pasado en la semana. Los chismes eran una buena terapia para despejar un poco su mente.

Claro, no despejaban lo suficiente para olvidar que el amor de su vida seguía en el hospital, pero al menos sí lograban mantenerlo con las ideas más claras. Había tenido una larga conversación con Craig sobre lo importante que era terminar de estudiar, porque si no lo hacía ¿qué iba a ofrecerle a Pip cuando despertara? No bastaba con vivir una vida de casados si no podían mantenerse juntos.

Además, también se había propuesto que una vez que tuviera un trabajo estable ayudaría a Pip a terminar su carrera de literatura.

Y en verdad no veía tan lejana la idea de que todo esto ocurriera, ya que, aunque no existieran mejorías tan notorias en la salud del rubio, sabía que estaba avanzando.

No había sido hace demasiado, pero lo recordaba cada día como si fuera ese mismo. Pip había correspondido a sus caricias. Fue tan impactante que incluso el doctor pareció anonadado con el suceso, le hicieron varios exámenes y al fin una buena noticia había llegado a los oídos de Damien.

Pip estaba reaccionando a los medicamentos y su cerebro parecía trabajar duro por una pronta recuperación.

Ese día festejó solo en casa, compró unas latas de cerveza y dejó servida una taza de té frente a la mesa en donde estaba él. —"A tu salud". Fue lo que dijo Damien antes de brindar con la taza.

Luego de eso se sintió con más ánimo, incentivado de cierta forma a seguir con su vida mientras tanto, pues Damien solía deprimirse seguido, así que la noticia realmente era como inhalar esperanza.

Sin embargo...

— Aún no entiendo por qué no te quedaste sentado en la banca ese día —murmuró en voz alta de camino al hospital.

Era una pregunta que no lo dejaba dormir por las noches, siempre se lo cuestionaba. Es decir, qué razón podría haber tenido el rubio para desaparecer de repente y terminar así, hospitalizado.

El día que lo conocíDonde viven las historias. Descúbrelo ahora