II

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Cuando el día al fin terminó pude suspirar con desgano. Si, ya estaba cansado de oír tanta información.

Recuerdo que cuando entré a la universidad me dije a mi mismo no hacer amigos y pasar todas las asignaturas sin problemas. Pero en cambio, estaba rodeado de varios imbéciles que me caen pésimo.

Sobretodo el gordo de mierda.

- ¿Vas a irte tan pronto? -dijo la voz de Wendy.

Fue hace un tiempo novia de Stan. Tenía unas tetas pequeñas que le sentaban muy bien.

- Supongo.

No quería ser pesado, pero solo quería irme a mi pequeño apartamento, tomarme la cerveza que quedó en el refrigerador e irme a dormir.

Quizás encargaría una pizza.

- ¿Te molesta si me voy contigo? -dijo ella mientras se acomodaba el bolso en el hombro.

"Que si me molesta", pensé. Realmente sí me molestaba, pero no quería ser grosero con ella, no era una mala persona y era de las más inteligentes de la clase.

Aunque, sabía que quizá el idiota de Stan vendría a decirme que por qué estaba con su ex.

Eso sería divertido de todas formas.

Luego lo pensé mejor, puesto que iba a decirle que se fuera conmigo, pero no quería caminar bajo la lluvia con ella, eso sí sería muy molesto.

Ah, porque claro, había comenzado a llover en algún momento.

- Debo hacer unas cosas antes, lo siento -dije intentando no sonar grosero como siempre.

Ella dijo que no importaba, se despidió de mí y se alejó.

Sinceramente no quería armar pelea con el idiota de Stan, el cual era un idiota con todas sus letras, pero no me sentía con ganas de ver a Wendy como un trofeo por el que pelear. Ella no me gustaba, y sé por lo que ha dicho Stan que a él aun le gustaba la pelinegra, solo que era demasiado estúpido para disculparse con ella por ser un novio nefasto.

Me quedé un rato en las escaleras de emergencia de la facultad, observando a la gente con sus paraguas y algunos correr para guarecerse de la lluvia. Aproveché de encender un cigarrillo para relajarme.

No es como si me encantara fumar, en verdad solía hacerlo cuando estaba enojado o estresado.

Ya, si, todos los días estaba enojado y estresado, pero es que no podía evitarlo. La más mínima cosa me hacía enojar.

Pasó algo así como una hora, en donde solo estuve fumando un par de cigarrillos y escuchando música en mi teléfono.
Se supone que estaba esperando a que parase de llover un poco, aunque de todas formas iba a mojarme. Lo sabía, pues no llevaba paraguas.

Tiré la quinta colilla al piso y me dispuse a caminar hasta la parada del metro nuevamente.

Había sido un día de mierda, no sé por qué pero estaba bastante irritado.

Estuve tanto tiempo caminando que no me percaté que de pronto me encontraba caminando más allá de la estación, la lluvia comenzaba a hacerse un poco más violenta y los truenos y relámpagos se hacían presentes.

Ya estaba oscuro.

Entonces fue que me di cuenta que había un pequeño local abierto, tenía sus luces encendidas.

Se veía tranquilo, habían solo un par de mesas ocupadas por gente común, quizás personas que escapaban de la lluvia, o tal vez clientes frecuentes.

Una vez que cerré la puerta del local tras de mi, escuché un leve "bienvenido", que me invitaba a sentarme.

Observé fijamente al chico que estaba frente a mi, con un delantal, cabello rubio y una sonrisa nerviosa.

Se le veía incómodo de atenderme.

No sé si fue por mi mirada o porque él y yo nos conocíamos.

- Tuercas -dije.

- D-Damien... Qué sorpresa -dijo con un tic en su ojo- ¿Qué vas a s-servirte?

Me sentí un tanto miserable estando ahí, yo no había sido muy amable con el chico durante el almuerzo. Verlo ahí me hizo replantearme un poco lo hijo de puta que podía llegar a ser. Era obvio que el chico trabajaba un montón, quizá eso explicaba sus ojeras y su forma de ser.

- Recomiéndame algo -me acomodé en el asiento y lo miré con aburrimiento.

- Uhm -pareció pensárselo- ¿Prefieres té, café o chocolate caliente?

- ¿No venden cerveza aquí?

- Esto... -miró hacia ambos lados, esperando que lo que yo dije fuera una broma- es una cafetería, ¿sabes?

Y una mierda.

Estaba a punto de levantarme cuando vi a otro chico llegar con un pedido a una mesa cercana.

Y todo fue en cámara lenta.

El momento en que me puse de pie y me acerqué rápidamente al chico, dejando algo impactado al rubio de cabello despeinado.
Tomé bruscamente al otro del brazo, logrando que todo el pedido que llevaba en esa bandeja negra cayera a nuestros pies.

El ruido no importó, los vidrios rotos no importaron, tampoco el grito del noviecito de Craig.

Nadie importó cuando el chico, que llevaba una ridícula boina gatsby se dio vuelta por completo, me miraba con algo de miedo, con esos ojos azules más puros que el cielo.

Tenía una piel clara, blanca pero no pálida, sus mejillas sonrojadas naturalmente y la punta de aquella respingada nariz también estaba enrojecida. Sus labios color durazno algo rosados, sus pestañas tan rubias como su cabello y sus cejas.

Definitivamente era hermoso.

Intenté no prestarle atención a lo delgado que era su brazo, pues lo tenía agarrado con mi mano y lo podía fácilmente rodear completamente con mis dedos.

- ¡Damien! -gritó Tweek, devolviéndome velozmente a la realidad.

- Mierda -dije. Solté al rubio y miré el caos que había hecho.

Incluso el cliente se veía sorprendido.

- N-no quiero ser grosero, pero debes irte.

¿Me estaba echando?

- Pagaré lo que rompí -respondí, sin dejar de ver aquellos ojos azules que me miraban fijamente.

- Pip, ¿podrías traer la escoba?

- ¿Te llamas Pip? -dije sin apartar mi mirada, ignorando por completo a Tweek.

- Yo...

Su voz, otra vez su voz con ese acento tan raro y algo molesto.

- Pip -volvió a llamar Tweek y él asintió, caminando rápidamente detrás de la cocina.

Quise golpear al novio de Craig.

- Damien, vete.

- Aún no pido nada.

- No creo que podamos atenderte aquí, lo siento.

Me acerqué peligrosamente al chico, con toda la intención de golpearlo.

- Vete a la Mierda, marica.

Dije justo antes de darle un empujón que lo llevó inmediatamente al piso.

El día que lo conocíDonde viven las historias. Descúbrelo ahora