- Papá, ¿qué est-...
- Te pregunté algo -dijo interrumpiendo mis palabras.
Ahora sí que se había jodido todo. En serio, no es que estaba exagerando como suelo hacer muchas veces, era que sencillamente esto no tenía salida, ni siquiera de emergencia.
- Verás...
- ¿Es tu novia?
Así como novia, no. Pip es hombre, pero... ¿Tendría que presentarlo como novio? Sé que oficialmente no le propuse nada al rubio, es más, se lo negué cuando él me preguntó, pero era más que obvio que amigos tampoco éramos. De hecho, ni siquiera podría considerar nuestra relación como de mejores amigos.
Los mejores amigos no se besan en la noche ni duermen juntos, ¿verdad? Claro, sino sería algo muy marica.
- N-no... bueno, él es...
- Un gusto, señor. Soy Phillip Pirrup, pero todos me dicen Pip -dijo con una confianza que jamás le había visto- Su hijo y yo vivimos juntos.
¿Qué?
Pip, mierda. Ya nos exhibiste.
No, no y no. Ni siquiera en el infierno seré recibido una vez que muera por esto. Era cosa de mirar el asombro en la cara de mi padre para darse cuenta de que todo estaba mal. Primero porque parecía que no entendía el hecho de que Pip fuera hombre.
Vamos, es que el rubio no es muy masculino que digamos.
Y segundo, porque acababa de descubrir que había otra persona viviendo en el departamento que él pagaba.
- El gusto es mío, muchacho.
Creo que por primera vez en mucho tiempo sentí cómo el terror se apoderaba de mi cara y de mis músculos, pues no me podía mover ni articular ninguna palabra pese a que mi padre ya se encontraba en el sofá de la sala junto con Pip que le sonreía de manera muy calmada.
- ¿Y bien?
Cómo explicarle. No quería decepcionarlo, pero tampoco sabía si debía mentir al respecto.
Maldición, tampoco quería herir a Pip con las mierdas que estoy seguro soy capaz de decir para zafarme de la ira de mi padre.
- Pip, ¿podrías dejarnos solos un rato? -dije fingiendo calma.
El chico asintió con la cabeza y se fue caminando a la cocina.
Al menos debía agradecer que la camiseta de Megadeth le quedara grande, de no ser así cuando hubiera volteado se le habría visto la ropa interior.
No es que fuera un problema, es decir, seríamos tres hombres en una habitación, nada malo. Pero me ponía nervioso que diera otra impresión a los ojos de mi padre. Porque, si les soy sincero, pese a que Pip estaba viviendo aquí y dormíamos juntos, aún no había sido capaz de tocarlo más allá que los besos y caricias en su cuerpo.
No quise que se volviera a sentir incómodo con mis acciones nunca más. Y por muy caliente o duro que estuviera no iba a hacerle nada que él no quisiera.
- Entonces, ¿eres gay?
Siempre tan directo.
- Pip solo vive aquí -tragué pesado- Somos amigos.
- ¿Y qué hace con tu camiseta?
Cierto que esa me la había regalado él. Demonios.
- Su ropa está sucia.
- Escucha, Damien, no sé si me quieres ver la cara de imbécil... pero no tengo un pelo de tonto. Puedo hacerme una idea de lo que está pasando aquí.
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El día que lo conocí
RomanceConocerlo había sido un vuelco a mi vida. De pronto todo se matizaba con la presencia de un inglés marica que parecía sacado de un cuento para niños. Y yo, Damien Thorn, no pude hacer nada para que este sentimiento desapareciera.