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Y así pasaron un par de semanas más, viéndonos en la cafetería y saliendo a la biblioteca. Admito que era un panorama aburrido, solía quedarme dormido mientras Pip leía alguno que otro tomo de alguna cosa tan aburrida como él mismo.

Aunque debo agradecerle porque en cierta forma también me ayudó con algunos exámenes.

Es un buen profesor, incluso sin saber acerca de la carrera que estaba estudiando, le bastaba con leer un poco lo que yo debía estudiar y me lo explicaba de una forma increíble.

Le entendía más que a los inútiles profesores de la facultad.

Ah, y por sobretodo debo decir que Pip es la persona más paciente que conozco. Jamás se enfada. De hecho, desde que lo conozco, creo que la única vez que lo ví molesto fue aquella en donde lo confundí con un francés, pero el resto del tiempo es un sujeto calmado, adorable y de pésimos chistes.

Pip tenía un sentido del humor horrible. Lo que era gracioso para él probablemente lo sería para alguien de setenta años o gente que no aprecia los buenos chistes. Suele regañarme por los que yo hago y me dice: "eso podría ofender a alguien".

Esa es la gracia, estúpido.

Pero en fin, nos hemos llevado bien dentro de todo, aún es difícil soportar a un chico tan educado.

También tuve el placer de probar los té que prepara en la cafetería.

Me sentí un bobo por estar pidiendo café cada vez que iba ahí, creyendo que era lo único que podría pedir. El té preparado por Pip era delicioso, con sabores únicos, siempre con aromas agradables y con el dulzor justo.

Y eso que según él no le ponía ningún tipo de endulzante, ni azúcar ni nada.

Pero eran perfectos.

Creo que el hecho de ir a buscarlo a las salidas o ser invitado a la biblioteca nos volvió algo así como amigos, pese a que no me gustaría admitirlo en voz alta, y es que lo pasábamos bien juntos.

Me gustaba su compañía, porque aunque Pip era un sujeto de lo más irritante, sabía leerme a la perfección casi.

Sabía cuando callarse o aportar algo a la conversación. Aunque realmente él era esa clase de persona que crees que son muy tímidas, pero en verdad no. Era un parlanchín profesional, solía contarme mil historias y siempre terminaba con dolor de cabeza por lo mucho que hablaba.

- Ya cállate, Pip -dije una vez que él me hablaba sobre algo de lo que no logré prestar la atención suficiente.

- Oh, está bien -dijo él con una de sus múltiples sonrisas.

Maldita sea, siempre que lo hacía callar él ponía esa sonrisa pésimamente actuada.

- Oye, Pip... ¿Te gustaría ir a mi departamento?

¿Eh?

¿Por qué de pronto lo estaba invitando?

- ¿Será buena idea? -me preguntó él- si quieres que vuelva a enseñarte sobre el psicoanálisis de Freud tengo que leer un par de libros antes...

- No, en verdad quería que viéramos una película.

- ¿En serio? -sus ojos parecían brillar- ¿Y cuál? ¿Compramos pop corn?

A veces realmente detestaba su acento. No era nada contra los ingleses, o quizás sí un poco, pero es que sonaba tan correcto y de clases de inglés para hispanohablantes. Casi podía escucharlo decir: "Lesson one".

- Mejor compramos unas papas fritas y nos tomamos una cerveza, ¿no crees?

- Yo no bebo alcohol.

- Pip no seas marica, no te vas a emborrachar con una lata de cerveza.

Él hizo un mohín y se cruzó de brazos.

- Está bien, pero a cambio yo elijo la película.

- Hecho.

Aguantaría ver cualquier cosa con tal de ver a este chico ebrio, porque quizá así se soltaba un poco y hasta podría escucharlo decir un par de groserías.

Definitivamente sería algo que me encantaría ver.

Pip sonrojado por el alcohol, diciendo boberías y estando susceptible a cualquier estímulo. Sería el momento perfecto para...

Un momento...

Mierda, otra vez con esos pensamientos estúpidos. No me bastaba con tener sueños húmedos en donde el rubio me hacía una buena mamada, sino que ahora estaba preparando una forma de follármelo.

Me sigo repitiendo que no soy un marica, pero ahora mismo soy el rey de los maricas.

- ¿Te parece bien mañana?

- Tengo que pasar a la biblioteca antes, pero si quieres vamos juntos. Así luego no me pierdo camino a tu piso.

Asentí con la cabeza mientras me despedía de él, pues tenía que irme temprano a casa y solo había podido acompañarlo hasta el paradero del bus que tomaba hasta su domicilio.

Mañana Pip vendría a mi feo departamento.

Suspiré, pensando de pronto en lo idiota que había sido. Ahora tenía que ordenar y comprar los aperitivos.

- ¿En qué demonios te estás metiendo, Damien Thorn? -dije en voz alta, reprendiéndome a mi mismo por ser tan idiota.

Aquella noche se me hizo eterna, casi como si estuviera emocionado por lo que se vendría al día siguiente. Me costó muchísimo conciliar el sueño y me removí inquieto la mayor parte del tiempo.

Al menos ya tenía todo listo, ordené un poco y las cervezas estaban en la nevera.

Ahora solo debía ir por Pip a la cafetería, acompañarlo a la biblioteca y luego vendríamos a ver la película.

- Hey - dije una vez que estuvo frente a mí- ¿Estás listo?

- Si, ya terminé mi turno -dijo él con una sonrisa- hueles muy bien.

De pronto mis mejillas se sentían acaloradas. Es que, vamos, notó que de pronto se me ocurrió usar perfume.

Admito que me bañé y usé el estúpido perfume "casanova" que me regaló mi padre en un cumpleaños.

- A-ah si... Bueno...

- Me gusta, huele muy bien -se puso a mi lado y comenzamos a caminar en silencio.

¿Por qué demonios me sentía tan nervioso? No era la primera vez que invitaba a alguien a ver una película, mucho menos era la primera vez que alguien pisaba mi departamento, por lo que me parecía algo absurdo sentirme de esta manera ahora.

- Espero que te guste la película que elegí -comentó el rubio de pronto.

- Espero no sea una película de princesas.

- ¿Te parezco esa clase de persona?

- En verdad te veo como alguien muy aburrido -dije sin tapujos- es decir...

- No soy tan aburrido -dijo él acomodándose el abrigo rojo que llevaba puesto.

Intenté explicarle que no lo decía de mala forma, que en verdad era porque al ser inglés todo en él parecía ser muy solemne, pero creo que lo arruiné más.

Al final estábamos los dos callados mientras el chico devolvía un par de libros y pedía otros distintos.

A veces creía que ya no habría libro que Pip no se hubiese leído ya en esta biblioteca.

- ¿Pip? -escuchamos una voz detrás nuestro.

Él se volteó lentamente hasta ver a la persona de frente.

Era una chica de cabello tan rubio como el de Pip pero con rulos, piel clara y labios rosados al igual que sus mejillas.

Parecía una muñeca de porcelana.

Y sobre su vestido verde tenía una placa que decía...

- Estella...

"Estella Havisham".

El día que lo conocíDonde viven las historias. Descúbrelo ahora