IX

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- Deja de verme así, por favor -me dijo Pip intentando alejarse de mí y de mis malas intenciones.

- Eh, pero si te veías tan confiado hace un rato.

- Pues ya no quiero seguir jugando.

Lástima, porque a mí me había encantado hacerlo enojar y verlo sonrojado ante mi. Me sentí poderoso, en buen plan, por verlo reaccionar de esa forma.

- Aún no respondes todas mis dudas en cuestión.

- ¿Qué más quieres saber?

- ¿Quién era ese subnormal con el que hablaste recién y quién putas es Estella?

Él me miró con algo de desconfianza, levantando una de sus rubias cejas de manera casi despectiva.

- Pocket es mi mejor amigo en la vida, estudiamos en la misma escuela en Inglaterra.

¿Debería preocuparme por esa mirada o por el hecho de que ese amigo de la infancia me había tocado las pelotas hace un rato? No de manera literal, claro, pero se veía bastante celoso o necesitado de atención.

- Y la chica es... -continuó, dudando en sus palabras. Se le veía complicado y algo nervioso de pronto- una ¿amiga? Si, eso.

No sonaba para nada seguro.

- ¿Es tu novia o algo así?

El rubio se volvió un tomate en cosa de segundos, incluso más que cuando comencé a molestarlo hace un rato. Si parecía que su rostro ardía de vergüenza.

- No, no. Te equivocas.

- ¿Y por qué te pones así? ¿Es tu crush? ¿Acaso te rechazó o qué? Quizás es porque te vistes como un pelele.

- ¡Fuimos novios en el pasado! -respondió rápido y en un grito que calló inmediatamente, pues no estaba permitido gritar en la biblioteca.

- ¿Tu tuviste novia?

- Al parecer no soy tan un "pelele" como dices.

No, definitivamente él sí era un pelele, pero no voy a negar que me sorprendió bastante escuchar que había tenido una novia. Es decir, Pip es de esa clase de sujetos que se ven tan niño bueno y educado, que pensar en besar a alguien o coger con alguien, se hacía algo muy difícil de imaginar.

Daba más bien la imagen de ser un tipo sacado de un monasterio o un sacerdote.

Y era demasiado tierno como para imaginárselo dominando una relación.

- No me crees, ¿verdad? -dijo- sé que no soy muy masculino, me suelen confundir mucho con una chica... Pero Estella veía mucho más en mi que mi apariencia -continuó hablando- Ella es una mujer algo difícil, pero tiene un corazón honesto... -Pip seguía tan sonrojado como en un principio- pero supongo que no pudo soportarme, soy muy tonto para ella.

¿Tonto? A mí me parecía que era de la clase de cerebritos con quien jamás ganarías una discusión sobre temas complejos. No por nada el otro tipo le había dicho que tal vez devolvería esos siete libros mañana.

- Yo no creo que seas tonto.

- ¿Lo dices en serio?

- Si, es decir...

Comencé a sonrojarme de pronto, se me enredaba la lengua al hablar y sentí que mis manos comenzaban a sudar por culpa del nerviosismo.

- Lo que trato de decir es que más que tonto... Yo creo que no sirves de novio.

Mierda, no quería decir eso.

Yo y mi estúpida bocota.

- No, es decir... Yo...

- Está bien, Estella decía algo similar -él rió, restándole importancia al asunto- en verdad yo igual creía que ella se merecía alguien mejor.

Ahora me sentía bastante mal por el chico.

A veces sentía que su sola presencia me hacía querer cambiar todo lo que he construido de mi personalidad.

Porque si, a pesar de ser un maldito hijo de puta, lo único que quería decirle en este momento era que parecía ser un buen sujeto y que cualquiera que estuviera a su lado sería la persona más feliz del universo.

Sin embargo...

- Sonaste como todo un marica.

Mierda, otra vez lo había insultado.

No sé cómo lograba insultarlo una y otra vez, quería poder ser amable o quizá darle a entender que no soy tan desagradable como realmente parezco, pero de alguna forma que no entendía todo me salía al revés.

- ¿Tú eres eso, Damien?

- ¿Soy qué?

- ¿Marica?

Oh no, díganme que ese maldito renacuajo teñido no me había dicho eso.

- ¿Qué dijiste?

- Que si t-...

Inmediatamente lo agarré del cuello de la camisa, viendo esos ojos azules inocentes que querían seguir hablando.

En ese momento no entendía por qué él mas que asustado se veía incómodo, como si no entendiera del todo la situación que estaba sucediendo frente a sus narices.

Quizá el no captaba mis cambios de humor o que jamás ¡Jamás! Debía decirme algo como lo que acaba de decir.

De pronto paré en seco todo lo que estaba haciendo.

No quería lastimarlo, maldición, a veces odiaba mi forma de ser tan explosiva, sobretodo con este pequeño ser de luz que no parece querer lastimar a nadie.

- Disculpa no deb-...

- No importa -dijo él mientras yo lo soltaba del agarre- estoy acostumbrado.

¿Acostumbrado a qué? ¿A que imbéciles como yo le hagan daño?

Ahora solo podía seguir sintiendo como si yo fuera una gran mierda.

- No, en serio lo lamento, soy un idiota -me rasqué la nuca con algo de brusquedad- ¿Te parece si te invito a un café para olvidar esto?

- Oh, pero a mí no me gusta el café.

- Pip, trabajas en una cafetería... Preparas café...

- Si, pero yo generalmente preparo el té.

- Ah, por eso el café te queda tan ma-...

Él levantó la mirada y se me quedó viendo con el rostro más triste que podía ver en mi vida.

- ¿Saben mal?

- N-no, te quedan b-buenísimos.

Vale, empezaba a ponerme nervioso, si le digo que efectivamente son asquerosos él se pondrá muy triste, y no creo que nada bueno salga de mi explicación sobre cómo desecho el café en un termo porque es imposible beberlo.

- ¿A ti te gusta? Solo te lo preparo a ti -suspiró bajando la mirada- Como no me gusta el café no sé cómo debe ser un buen café, así que todos los días lo preparo diferente y veo cuál te gusta más... ¡Pero te los tomas todos!

Mierda qué es este latir tan fuerte en mi corazón.

- Pensé que te gustaba -continuó el rubio- por eso seguí haciéndolos, pero en verdad yo soy el experto en té... Ya sabes, soy inglés.

- ¡Me encantan tus cafés Pip! -respondí rápido- pero me gustaría probar algún día un té preparado por ti.

- ¿En serio? -su sonrisa se amplió- si te gustan puedo invitarte a mi departamento alguna vez, tengo muchas variedades que no están en la cafetería.

¿Su departamento? ¿Sabrá acaso que yo podría malinterpretar eso?

Lo miré fijamente a los ojos, buscando dobles intenciones en sus palabras, pero nada. El chico era honesto y la persona más pura que podría conocer en la vida.

Esa Estella era una idiota por no valorar al chico.

Pero no debía preocuparme, ella ya había perdido su oportunidad.

¿Verdad?

El día que lo conocíDonde viven las historias. Descúbrelo ahora