Sasuke suele abrir el libro al azar, se sienta en la silla de su comedor viejo y remendado cientos de veces, enciende la luz o espera a la del cielo para leer un poco. Tiene menos imágenes que letras, es seguro, Naruto apenas si puede verlo de vez en cuando, al acercarse sin hacer mucho ruido, aunque de las páginas a los ojos de Sasuke, hay una clara diferencia de preferencias. Naruto tiene prioridades y ver el cielo en el que descansará pronto es mejor que intentar averiguar lo que hay en ese libro.
El libro llegó a sus manos una tarde, cuando ambos descansaban después de una misión, escondidos en un claro del bosque, lo encontró tirado en el pastizal. Aún tiene la mancha de sangre que le dejó Naruto al sostenerlo olvidando la herida de su antebrazo, ni siquiera lo había hojeado cuando el otro ya se lo había arrebatado y lo había guardado para luego arrastrarlo hasta la orilla del río y lavar sus heridas.
Hace tanto que no comparten una misión, les gusta más así, estar juntos es peligroso porque llegan tristes los dos a casa y no hay como solucionarlo. Ser compañeros significa ser el pilar del otro en momentos de debilidad.
El agua le congelaba la piel y la sangre se diluía poco a poco en el cristalino de su corriente, Naruto estaba recostado, durmiendo, quizá muriendo, escuchándolo también esperarle. Tenía que descansar pronto para dejar que Sasuke descansara, tenía que curarse para curar a Sasuke, tenía que estar bien. Era una presión que solo se conoce cuando hay una promesa de almas como la de ellos.
Al abrir los ojos, lo veía inclinando la cabeza hacia abajo, leyendo. Cerraba y abría los ojos. Cerraba y abría los ojos hasta que la oscuridad fue similar, hasta que la noche llegó y aun así leía con la escasa luz de la luna redonda sobre ellos.
"Había una vez dos niños perdidos... estaban en el medio del bosque, sus padres ya no le buscaban, quedaron solos". Le contó cuando el amanecer llegaba a ellos y Naruto podría mantener los ojos abiertos, la sangre seguía diluyéndose en el agua, sangre de su brazo, su nuca y la pierna de Sasuke. "Había dos niños que se quedaron en el bosque..." le contaba mientras su mano acariciaba su frente y le dibujaba trazos indefinidos. "Y después de una tormenta de nieve, congelados sus corazones, pudieron arrancárselos e intercambiárselos, dejando un agujero en su pecho, un agujero oscuro que aterraba a los animales y caminantes que pasaban por ahí, por su bosque."
La sangre no dejó de correr hasta el atardecer de ese segundo día, cuando la boca de Sasuke ya estaba amoratada y sus ojos parpadeaban para poder leer. "Había una vez dos niños que se cambiaron los corazones y ahora eran dioses, eran dos niños que la muerte no quería conocer y rehuía de ellos".
"¿Sí?"
"Sí", le prometió esa tarde mientras el dolor aun le atosigaba la cabeza. Fue esa primera vez, fue muriendo y colmado de un cuento sin sentido que no logró escuchar bien por dormirse en segundos, fue así como Sasuke juntó sus labios por primera vez a los suyos. Fue como arrancarse el corazón y recibir el contrario; los labios de Sasuke estaban delgados, consumidos en dolor y bilis, algo raspaba también, quizá una herida abierta, saboreó su sangre y su saliva, se alimentó del aliento hambriento y lo arrastró hasta su garganta.
Su primer beso fue muriendo, con un cuento como esperanza y promesa. Después Sasuke quedó agotado y se desmayó, él cerró los ojos desmayándose igual porque lo seguiría hasta los sueños o pesadillas que tuviera.
Al despertar, estarían ambos en una cabaña, vendados, curados, refugiados y juntos. El anciano alegaría que no parecían resueltos a separarse y prefirió recostarlos en la misma cama, ninguno dijo nada acerca de matar a ciertos hombres, solo asintieron cuando les insinuó una fuga de amantes. El libro estaba en el regazo de Sasuke y de ahí no se despegó en todo el viaje de regreso a casa.
Así como el beso primero quedaría enredado en los labios de Naruto.
El libro los sigue acompañando, Naruto a veces escucha sus historias escritas desde la voz ronca y quedita de Sasuke. Sabe que un día el libro se va a acabar, sospecha que será cuando ellos acaben también de vivir. Ama ese libro aun sin conocerlo, aun sin tocarlo ya nunca más, ama ese libro aun si no es suyo sino solo de Sasuke, únicamente de Sasuke, como él, lo ama porque siempre que termina de leer, Sasuke besa su boca, no importa dónde estén o qué esté haciendo.
Durmiendo, lavando, curándose una herida, comprando en la aldea, no importa, Sasuke parece prometerle mil cosas que Naruto desconoce pero acepta. Promesas que el libro le dice que le haga... viéndolo así, son como cómplices. El cómplice de Naruto es un libro. Un libro que él no lee.