Fue una noche llena de relámpagos, se fue la electricidad desde la tarde y no dejó de llover; el cielo estaba enfurecido con ellos, estaba tan enojado que agitaba los árboles hasta tumbar algunos. Naruto bebía su café en una taza rota y pegada con silicón frío, a veces unas gotitas se cuelan de la fractura pero no le importa, no es un chico limpio de todos modos. Cobijado en el suelo, mirando por el cristal de su balcón, observa como la lluvia castiga a quien sea que esté desamparado allá fuera.
Levanta la cobija sin despegar los ojos de la escena cuando lo siente acercarse ya con su propia taza de café y lo cobija del hombro solo unos segundos hasta que puede hacerlo por sí mismo, luego ambos observan como si se tratara de un filme de terror, como el cristal tiembla y el agua se va colando bajo la puerta. Naruto mira sus plantas, aún están vivas, se mueven por todos lados, debió haberlas metido pero ahora están condenadas y salir significa suicidio. Naruto no puede suicidarse por sus plantas porque Sasuke no lo hará y entonces se quedará en la sala, no puede morir si Sasuke lo espera.
No le queda de otra que aceptar la sensación de alivio por no ser esas plantitas atontadas de tanto golpe de la brisa y la lluvia inconforme. Está tan oscuro. Le gusta a Naruto que sea así, es como nadar en los ojos de Sasuke.
Los truenos resonaban haciendo vibrar los cristales de la casa, la madera, la puerta de la entrada; ambos se arrastran hacia atrás cuando el charco de agua se ha colado lo suficiente para mojarles los dedos de los pies, solo un metro atrás y siguen viendo todo mientras beben café.
El viento aúlla, llora con ira, con gritos guturales que aterran a cualquier adulto, el vello de los brazos y nuca del rubio se eriza, es impresionante el miedo que provoca algo tan natural. A toda esa orquesta se le agrega el sonido de un bebé llorando, departamentos lejos de él, quizá aterrado por esto, intentando ser consolado por su madre tal vez, no le importa. Es un sonido ya común y no le presta mucha atención, solo cuando analiza y separa cada uno: Truenos, lluvia, charcos, goteras, relámpagos, más lluvia, el bebé llorando, más truenos, perros ladrando asustados, lluvia, repiqueteos contra las ventanas, el bebe llorando, el cristal vibrando, relámpagos, lluvia, aullidos del viento, el bebe llorando, un grito, perros ladrando, lluvia, gotas contra el cristal, las ventanas vibrando adoloridas, la puerta temblando, relámpagos, el bebé llorando, un gato maullando largamente, más lluvia, lluvia con granizo, lluvia en muchas direcciones, nubes chocando unas contra otras, relámpagos, el viento gimiendo de furia, el bebé grita, un canturreo, el cristal vibrando, la risa de Sasuke, lluvia, relámpagos, granizo, el bebe...
Se gira al escucharlo reír, su taza parece esforzarse en no tirar el café humeante que aún tiene casi al borde. Lo ve tratar de cubrirse la boca y al mismo tiempo exhibirse cual pavo real, como mostrándole una parte de su alma que ni él mismo conoce. Sasuke se ríe, de él o con él, no le importa, es bello. Es bello escucharlo porque sigue estando tan oscuro como antes y no le queda otra opción que dejar de buscar la mueca y solo disfrutar el sonido, los intentos por tomar aire, el gusto por intentar darle un trago al café entre risillas. El eco de lo que fue y luego silencio.
Escucha sorber su nariz y luego darle otro trago al café. Los ruidos continúan, lluvia, granizo, el vidrio temblando de miedo, perros ladrando, el bebe que no se resigna... toma conciencia de eso otra vez porque cuando Sasuke estalló en esa risa, todos los sonidos dejaron de importar. La tiene aun inmortalizada en sus orejas calientes y le duele el pecho y el estómago porque parece ser que la risa de Sasuke lo infla con helio y está haciendo lo imposible por mantenerse en el suelo y no flotar hasta el espacio. Bueno, quizá lo detendría el techo... o quizá es más fuerte todavía la risa de Sasuke y lo haga romper el concreto y elevarse más y más hasta perderse en la profundidad del universo, y todavía con la risa de Sasuke en sus orejas, jugueteando con su piel.
"¿Por qué te ríes?", pregunta tras un rato de silencio, la lluvia azota con más fuerza, como si estuviera molesta de que ya no es la protagonista e intenta desesperadamente ocupar un lugar que ya no es suyo en la cabeza del rubio. A veces tiene que esperar para recibir una respuesta, lo sabe, por eso no le preocupa cuando solo recibe silencio y bebe mejor su café, sintiendo como se acomoda aún más cerca de él, como le da calor recargando su cabeza en su hombro.
No importa si no logrará escucharla otra vez, ha sido el cielo en la tierra.
"La lluvia está celosa".