En noches como esas, Naruto se permitía aprovecharse. Verlo llorar asustado significaba tenerlo para él, significaba ser el fuerte, significaba volver a ser niños y jugar a ser héroe. En noches como esas, Naruto le quitaba la playera con la que dormía y aunque era el que estaba debajo del cuerpo contrario, se permitía tocar y palpar toda su piel. No tenía permitido cambiar la posición e invadirle, porque en noches como esas Sasuke estaba buscando el poder que un recuerdo en sueños le arrebató, estaba buscando ser de nuevo grande, poderoso y por eso debía absorber todo lo que Naruto fuera, incluso su voluntad.
Naruto podía y debía ser fuerte, debía soportar el ser consumido por el otro, en varias ocasiones lo encontró robándole incluso parte de su chakra y con una sonrisa desesperada, como demostrándole que aun más que eso le entregaba, se desnudaba y se dejaba besar la piel ardiente.
Sasuke, incluso en esas ocasiones, era frío, helado, su piel apenas se entibiaba con los constantes apretujones y besos que le ofrecía su compañero, es como si el destino mortal lo hubiera sellado y su cuerpo ya estuviera muerto, solo su alma se negaba a dejar solo a Naruto.
A veces, lloraban. Era extraño sentir tanto y de repente, se colmaba el cuerpo de desesperación y terror, se escapaban lágrimas que ninguno detenía ni preguntaba, ni siquiera admiraba, eran extras, ayudaban a veces solo para frotar mejor sus mejillas contra la piel contraria. Las lágrimas de Sasuke eran heladas y saladas como una ola en la noche oscura. Las de él, eran tibias y casi no tenían sabor, estaban vacías porque cuando Sasuke llegaba a serlo todo, no había dolor pasado que lo invadiera, todo desaparecía y su mundo era Sasuke solamente.
Sabían quizá, entonces, a Sasuke.
No le importaba, estaban ahí simplemente, sin otro objeto más que relajar la cabeza y el cuerpo tenso que les provocaba el amor.
En noches como esas, Naruto casi no se movía, dejaba que el otro hiciera el resto, se dejaba obligar, esperaba paciente al otro, para morderle el cuello, la mandíbula o el hombro, para hacerlo gruñir, para hacerlo reaccionar. Naruto poco a poco tomaba al niño asustado y lo convertía en un hombre.
En noches como esas, el despertar era sencillo. Incluso se levantaban más temprano que de costumbre, han llegado a ganarle al sol, han llegado a despedir a la luna antes de levantarse de la cama. Al amanecer, Naruto se rasca el cabello, porque siempre queda con nudos, Sasuke logra que se mueva por toda la almohada, quizá por todo el colchón. Le duelen las piernas y el pecho está enrojecido por los rasguños que le regala Sasuke para demostrarle que funciona su método para regresarlo al presente.
Al despertar, no se levantan, es regla entre ellos. Solo pueden sentarse en el colchón y no pueden ni siquiera decir que están sedientos o hambrientos. Son buenos acatando sus propias reglas, Sasuke lo mira desde su almohada blanca, mullida, está despeinado también, puede mirarlo por horas sin cambiar la mirada intensa. Naruto es capaz de dejarse observar, él sí se sienta, muestra los estragos de su amor en su cuerpo y a veces mira los que ha provocado él en el contrario.
A veces, mira sus ojos enrojecidos por el llanto. Se le antoja tanto verlo asustado de nuevo solo para volver a ser poseído por el demonio que aguarda en la mirada oscura que finge ser tranquila.
Solo cuando el sol ha aparecido y comienza a calentar a los pajarillos que hacen ruido, uno de los dos puede animarse a ponerse de pie y caminar a la cocina; normalmente es Naruto, porque Sasuke está congelado, quizá adolorido también, piensa mientras sirve el café en una taza, la otra está sucia y no piensa lavarla ahora.
Se reclinará y al final decidirá por sentarse de nuevo y el primer trago de café lo darán los dos, es una constante de esos amaneceres. Sasuke tomará la taza y beberá el trago caliente y Naruto, mientras lo ve pegar los labios a la taza, no puede evitar sentir ansiedad.
La primera vez que pasó, no fue por una noche así, fue algo que planearon, ambos decidieron que podrían intentarlo y les gustó...
Hacer el amor, es romántico, pero real.
A ellos les gusta lo real.
Al amanecer, a pesar de que no había dolor en los ojos ni en los músculos, pues todo fue muy nuevo, muy suave, muy amable, Naruto hizo el café y quiso darle un trago pero a medio camino, le regaló la taza a su compañero. Quizá la costumbre la inició Sasuke, pues continuó por él.
Cuando el café está en la boca de Sasuke, puede degustar el sabor instantáneo, la falta de azúcar, lo caliente del agua, lo amargo del grano... el cariño con el que ha colocado cada ingrediente su compañero rubio; se inclina entonces con su compañero y el café pasa en un beso a la boca contraria, se escapa por las comisuras de sus labios, se resbala por su mentón y cuello. Pero sabe, puede saborearlo de la lengua contraria, el "gracias" de Sasuke.
Ese es el mejor trago de café que Naruto ha podido probar y probará.