En ocasiones navideñas, los dos están de acuerdo en compartir una noche o dos con amigos, con esos que una vez le dijeron que no pero que aquí le sonríen y le dan regalos.
Salir de casa es un hastío que deben tolerar y caminan contra el viento, observan a los niños jugar, usando sus técnicas aprendidas en la escuela, disfrazando la muerte con daños leves ahora. Sasuke se queja, casi siempre, del ruido y Naruto extiende sus brazos a la vida, al panorama y mira el cielo blanco, incoloro más bien. Se imagina coloreándolo de un bello oscuro, del tono de la mirada de Sasuke.
Hundirán sus pies en la nieve y sentirán un escalofrío hasta su nuca, ninguno dirá nada pero ambos entenderán que deben llegar a la zona urbanizada de su aldea pronto. No usan guantes ni bufandas, solo un suéter y pantalón largo y una sonrisa del rubio que acalora al chico triste.
Hablarán poco con sus amistades, ahora les gusta más observarlas. A Naruto le gusta ver a Sakura sonreír y reírse, platicar libremente con sus compañeros, ignorándoles a veces incluso. Le gusta que se confunda su risa con el estruendo de la música y las charlas de otros transeúntes.
Los amigos llegaran de uno en uno, de tres en tres, a veces en grupos, algunos ni llegarán a pesar de haberlo prometido, Naruto entiende que las promesas se rompen cuando no están hechas de amor. Ahora lo entiende. Desear felices fiestas, decirse dulzuras cerca del oído es una tradición que Naruto consigue que Sasuke acepte.
Al recibir los abrazos de todos, Naruto sube su mano izquierda y rodea el cuerpo que también sufre, el cuerpo de alguien (alguien que no es capaz de decirle que lo siente, de pedirle perdón por su traición); rodea a Sakura, a Kakashi, a Ino, a Shikamaru... rodea a Konohamaru, tan grande ya, el tiempo es justo para todos. Los abraza con facilidad y soltura, sin odio, solo resignación, piedad y cierta estima.
Naruto ya es un adulto, después de todo. Recibe y entrega regalos que ha pagado con dinero que debieron gastar en comida de vez en cuando pero como ninguno de los dos quiere comer a veces, es dinero bien utilizado, piensa.
El único abrazo que no da es el de Sasuke. A él no puede abrazarle en público, no es justo para los demás, solo pueden sostenerse de la mano. Entre charlas y saludos, siente como su compañero le quita la mano del bolsillo y la toma con fuerza, solo puede abrazar entonces con una mano libre. Jamás ha podido, desde que él llegó para quedarse, abrazar a alguien por completo.
Sasuke es celoso, es posesivo, es incoherentemente infantil cuando le abrazan. Sabe bien que no pueden recibir lo que a él le da en un abrazo y aun así, no le permite un abrazo completo a nadie. Todos pueden apreciar la calidez del sol en su cabeza pero no la poseerán jamás.
Naruto ama su mano derecha por eso, porque incluso, ya no se mueve. Si recibe un cuerpo ajeno, la izquierda da la caricia falsa, pobre y ausente de sentimientos. La derecha rodea sus dedos delgados. Sabe que han sido vistos y se alegra de que nadie pueda decir nada, de que ella, su amiga, también le dé un abrazo de una sola mano y con la otra le entregue un regalo.
Todos ya los conocen, ya conocen a Sasuke. Todos saben que han perdido a Naruto y aun así, le sonríen resignados a verlo caer y pensar que pudo haber sido un gran héroe y no lo es.
Sasuke sabe, por su cuenta, que están tan atados que pueden caminar y alejarse, que pueden soltarse y comer separados, que uno puede estar en la entrada de aquel bar y el otro hasta el fondo jugando con Shikamaru y bebiendo café. No importa, porque puede ver como la mano de Naruto tiembla, se halla perdida y se estira inconscientemente.
Naruto le busca sin darse cuenta mientras platica y ríe, mientras se pelea por tonterías y abre su regalo. Naruto estira su mano y sonríe cuando una frialdad única le atrapa y entrelaza sus dedos unos segundos, luego lo ve alejarse.