Capitulo Tres

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Plann

Hoy ya hace cinco días que vine a esta casa.

El ambiente sigue siendo el mismo, tenso, incomodo incluso cuando estoy comiendo solo en el comedor, prácticamente todos los días, viendo pasar a Mean de largo con un plato de comida que toma en el salón o en el jardín junto a esa piscina que aún no me he atrevido a ocupar aunque sea unos minutos.

— Malai —miro a Mean que a su vez se dirige a la cocinera —prepara solo comida para uno. Tengo que ir de urgencia a casa de un amigo y volveré a la noche. No quiero que luego se diga que me salto las comidas solo por hacer mi vida lejos de estas paredes y de ciertos seres.

— Prepararé comida solo para el señorito Kijworalak —Mean asiente saliendo de la cocina.

Soltando un sonoro y cansado suspiro miro a la mujer ocupada con la comida, poniéndome en pie, decidido a seguirle. Saliendo de la cocina recorro apresuradamente la distancia hacia la entrada, calzándome mientras le veo subir a una moto que nunca antes vi. Sin molestarme en atar los cordones cojo las llaves del coche y subo al mismo, arrancando, siguiéndole antes de perderle de vista dispuesto a saber que amigo es ese al que tan urgentemente tiene que visitar para que ni a comer vuelva.

El trayecto parece que será largo por todos los kilómetros que vamos recorriendo haciendo una distancia larga, llena de giros, deteniéndonos en ciertos puntos. En una de esas incluso casi le pierdo como justamente me está pasando, parado a un lado prudente con el intermitente puesto.

— Ya le he perdido —miro en todas las direcciones, dejándome caer hacia atrás en el asiento.

Cerrando los ojos, frustrado por haberle perdido, froto con algo de fuerza mis sienes. Respirando de forma profunda vuelvo a abrir los ojos, sobresaltándome por un momento cuando un ronroneo demasiado fuerte se hace presente cerca.

Acelerando tal ruido se escucha más fuerte según pasan los segundos. Miro hacia un lado, por la ventanilla a mi lado, le veo pasar como si el mismísimo demonio le estuviese persiguiendo. Quitando el intermitente no pierdo el tiempo y vuelvo a conducir, a seguirle esta vez sin perderle pero manteniendo una distancia prudente por los siguientes dieciocho minutos, aparcando de forma que no vea el coche que obviamente reconocería, quedándome quieto mientras le veo bajar de la moto, guardarse algo en el bolsillo de su pantalón y caminar a paso apresurado hacia un pequeño edificio que parece ser una vivienda abandonada, descuidada.

En conclusión, un lugar al que alguien como él no vendría si no fuese por una razón de mucho peso como al parecer es.

Sacando la llave del contacto, apagando antes el motor, bajo del coche cerrándolo para evitar problemas. El barrio donde me encuentro no parece un lugar de poca seguridad a pesar de las casas que hay aquí. Viendo a ambos lados de la estrecha carretera que me separa del lugar donde Mean se encuentra, cruzo guardando la llave, avanzando con calma, lentamente procurando no hacer ruido alguno hasta que llego a la puerta ligeramente abierta por la que hace no muchos minutos ha entrado.

Parando justo en la puerta intento ver algo por la pequeña abertura. No es mucha la oscuridad pero no veo absolutamente nada. Lo que si logro es escuchar pasos, acompasados, veloces, algo torpes acompañados de risas y otros sonidos que tardo en reconocer hasta que el cuerpo de Mean aparece en mi campo de visión acompañado por otra persona.

Cubriéndome la boca cuando un gritito de sorpresa amenaza con escapar sigo mirando, viendo como el capullo que tan mal me trata cuando yo solo soy amable devora con demasiada energía, hambriento incluso el cuello ajeno.

— No deberíamos seguir escondiéndonos aunque a tu padre no le guste que estés conmigo —el desconocido habla, haciendo que Mean se detenga —¿por qué no vamos a tu casa?

— Porque en mi casa está el niñato mimado ese que mi padre ha acogido y solo molestaría.

Y está claro que el niñato soy yo..

Negando con la cabeza, ya echaré cuentas más tarde con él, sigo mirándole. Vuelven a haber más besos esta vez en los labios ajenos. Como si de desesperación se tratase las ropas de ambos vuelan de un lado a otro, siendo ahora la desnudez de ambos cuerpos presentes cuando caen sobre superficie que no alcanzo a ver aunque me imagino sera una cama.

Un gemido demasiado sonoro suena dentro del lugar pero no es lo único, tensándome cuando mi móvil empieza a sonar recibiendo una llamada. Dos pares de ojos miran justo en este instante hacia mi, saliendo corriendo lo más rápido que la tensión me permite, casi llegando al coche cuando dos fuertes manos, con demasiada agresividad y fuerza me detienen y giran, quedando frente a frente con Mean.

— ¿Qué demonios haces tu aquí? —gruñe sin soltarme —¡y con el coche de mi padre!

— Te he seguido si —admito soltándome —el perfecto Phiravich Attachitsataporn anda a escondidas liándose con uno cualquiera, vulgar y fuera de tu zona de confort. ¿Qué pensaría tu padre si lo supiese?

— Como digas algo.. —señala con firmeza hacia mi rostro.

— ¿Me harás la vida imposible? —una carcajada amarga sale de entre mis labios —ya lo haces pero ¿sabes qué? Ahora te tengo atrapado y no sabes de que forma.

— ¿Qué quieres a cambio de cerrar tu maldita y asquerosa boca? ¿Dinero?

— No necesito tu dinero —abro la puerta del coche —¿sabes que es lo que si podrás darme? ¿A cambio de que yo no diga que andas con ese imbécil?

— Habla de una maldita vez —gruñe con fiereza.

— Me tratarás bien, si tengo que ir a algún lugar me llevarás sin gruñir ni poner escusas baratas y comerás todos los días conmigo y no tu solo en el salón —niega —pues no me quedará otra que contar tu aventura. Veremos cuanto te dura.

Subiendo al coche, dispuesto a cerrar la puerta me detiene sin siquiera mirarme.

— Una palabra y cumpliré con ahogarte en la piscina.

La puerta es cerrada con brusquedad. Sentado en el lugar del conductor le veo alejarse hasta llegar a esa pequeña y envejecida casa donde le recibe el otro con cara de pocos amigos.

Conduciendo lo último que veo de esa extraña pareja es como el extraño le grita, o parece que le grita señalando en mi dirección, perdiéndoles de vista en el primer giro, recorriendo el resto del camino en silencio pero con una sonrisa por haber ganado una batalla, aparcando el coche nada más llego, entrando en la casa, subiendo a mi habitación donde paso el rato distrayéndome leyendo hasta que como tres horas después, mientras practicaba con mi guitarra, regalo de mi padre, escucho un portazo, pasos y veo mi puerta siendo abierta con tanta furia como inestabilidad tiene Mean que aterriza en el suelo trayendo consigo un fuerte olor a alcohol que obviamente le ha hecho desmayarse.

— Muy bien no le ha debido de ir con ese —le levanto con cierta dificultad hasta mi cama.

Pesar pesa y no solo por ser más alto que yo. Acostándole en mi cama con cierta dificultad le veo moverse quedando de lado, sobre la mitad de su cuerpo tirando de mi almohada hasta tener su cara oculta, presionando con fuerza mientras duerme.

— Tienes suerte de que tu padre no esté aquí —me siento a su lado, dejando la guitarra contra la pared en el suelo —pero deberías dejar de beber como de ser tan idiota.

Un gruñido es lo único que obtengo como respuesta, como si un nombre pronunciase, antes de que se vuelva a dormir en profundidad, siendo que en unas cuantas horas cuando se despierte quizá esté cabreado pero también tendrá tal dolor de cabeza que no se soportará principalmente a si mismo.

Cuando nadie veWhere stories live. Discover now