Mean
Se que mi padre hará hasta lo imposible para dejarme sin como mantenerme cuando sepa que me he ido de casa y por ello he pasado por el banco y he sacado todo lo que en mi cuenta había, guardándolo ahora en mi hogar, el real y no ese edulcorado con mentiras.
Dejando mis cosas a un lado miro el espacio a mi alrededor, intentando una vez más dejar todos mis pensamientos y sentimientos lo más lejos posible, sentándome en la cama, cubriendo mi rostro con mis manos, mirando una vez más mi móvil que está recibiendo una llamada desde el teléfono de aquella casa, seguro que por parte de Malai quien ha intentado como sea, hasta con chantaje, que me quedase allí y no hiciese ninguna tontería.
— No voy a volver Malai —total seguridad en mis palabras —me da igual lo que llores, el chantaje y todo porque ni mi padre me haría volver.
— ¡No puedes hacer que tu propia madre se sienta de esa forma idiota! —gruñe Plann —¿cómo te atreves ha hacerle eso?
— Mi madre no está en casa y no la metas en esto —intento colgar pero su voz vuelve a hacerse presente.
— No soy tan idiota como crees pero piensa lo que quieras. Solo te pediré que no hagas daño a la persona que te quiere de verdad, tanto como para soportar tu idioteces, tus groserías, tu adicción a beber hasta desmayarte cuando los problemas te superan —más gruñidos y su voz alzándose —recapacita ahora que estás solo en esa casa donde quiera que esté. Pero no hagas más daño a esta mujer que no se merece el daño que tus actos le hacen sentir.
La llamada finaliza tan rápido como mis ojos se humedecen y el dolor crece en mi interior.
Dejándolo a un lado me dejo caer hacia atrás, abrazándome a mis piernas, llorando hasta caer agotado en un profundo sueño que no sana el malestar que siento en todo mi ser.
Eran dos semanas las que quedaban para que se marchase. Ahora solo quedan cuatro días de esas dos semanas y yo sigo viviendo en mi propia casa, ignorando las amenazas de mi padre que al parecer ha vuelto antes de tiempo, trabajando las horas que me corresponden de forma aburrida todo el día metido en la empresa, comiendo a deshoras a veces, durmiendo el resto de horas, duermo más que como si.
Lo único que no he hecho en todo este tiempo ha sido beber y hablar con Plann o Malai, a quienes he ignorado porque lo último que me apetece es escuchar lo que tengan que decirme.
Esas palabras de Plann aún están presentes en mi. La forma en que me dijo que no tratase mal a mi madre, el hecho de que sepa esa verdad oculta y lo que piensa de mi por irme de esa forma y dejar a Malai y todo atrás me pesan demasiado pero intento controlarlo, seguir mi vida.
— Solo cuatro días y aún soy tan cobarde que no le he dicho lo que siento por él —miro el plato apartándolo —debería sincerarme pero me rechazará. Otro rechazo más para la lista.
Sin probar más bocado dejo la comida a un lado y salgo de la pequeña cocina, sintiendo con cada paso aún más la soledad, la pesadez, deteniéndome a mitad de camino cuando el timbre suena.
— Sea quien sea, marchate.
Dos pasos más, tres timbrazos insistentes que suenan dándome ganas de abrir y golpear esas manos que presionan el maldito timbre sin parar.
— ¡¿Qué?! —grito nada más abrir —¿Qué haces tu aquí? No quiero verte ni escuchar como me echas todo en cara.
— No vengo a echarte nada en cara —ni siquiera se mueve —vengo a despedirme. Me voy ya a mi casa y pensé que quizá estaría bien despedirme de ti aunque seas un idiota. Deberías volver a casa y quedarte con tu madre. ¿Me das un abrazo?
— Piérdete —cierro la puerta alejándome.
Arrastrando una vez más mis pies llego así al sofá, ignorando el último timbrazo que suena, sus gritos, su petición por un abrazo, escuchando el rugido que emite el motor de ese taxi que le lleva a ese aeropuerto donde fui a buscarle sin ganas.
— Cuatro días antes se va y sigo siendo un maldito cobarde —me repito una vez más.
Inclinándome hacia la mesita de noche cojo la botella de agua y bebo casi todo el contenido que quedaba en su interior, dejándola de nuevo donde estaba, estirándome hasta el punto de quedar tumbado a lo largo del sofá, mirando una vez más mi móvil sin ni una sola notificación nueva.
Plann
La mejor, creo, decisión que he podido tomar es adelantar mi viaje y marcharme de vuelta a casa. Esta vez no tengo que tomar un avión, no tengo que esperar esa eterna cola para dejar mi maleta cuando llegué aquí por petición de mi padre hace casi un mes.
Mirando por la ventanilla aún del coche, del taxi, veo como siguen pasando calles sin parar, perdiendo la noción del tiempo por cada kilómetro que recorremos, dándome la sensación de que nunca finalizará el trayecto.
— Ya hemos llegado.
Saliendo de mis pensamientos, estirándome en el asiento trasero del taxi miro hacia fuera, viendo como el hombre está en lo cierto. Pagando por el viaje hasta aquí salgo, cojo mis cosas y acorto poco a poco, paso a paso la distancia hasta mi renovado hogar, no sintiéndolo como tal en el momento en que cruzo la puerta, dejando caer mi equipaje a un lado de mi habitación, sintiendo algo extraño en mi interior, una sensación que no comprendo, duele y no por la presión de mi mano intentando calmarlo.
— ¿Por qué me siento tan raro ahora?
Abriendo mi maleta me dispongo a colocar en mi vestidor toda mi ropa limpia, volviendo a mi habitación, sentándome por un momento en la cama, pensando en estas últimas semanas, tratando de comprender el porque de la sensación que invade todo mi ser, que me hace sentir frágil de pronto, notando cierta humedad en mis mejillas, mirando las lágrimas que limpio con el dorso de mi mano.
Creo que tengo muy claro porque me siento así.
Creo..
— Creo que he sido muy brusco cuando me he despedido.

YOU ARE READING
Cuando nadie ve
FanfictionMean es una persona con un caracter dificil y lo hará notar cuando conozca a Plann, hijo de un amigo de su padre, quien no tendrá en problema en retarle siempre que tenga oportunidad, sacandole de quicio pero abriendole los ojos. Cuando nadie ve, es...