Capitulo Cuatro

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Mean

Es horrible beber con el estomago vacio me dijeron en su día. Te quedarás durante mucho tiempo pegado al váter sintiéndote mal contigo mismo continuaron diciéndome. He comido, he bebido después de eso y me siento tan horriblemente mal que odio el día en que me dijeron que no se puede beber con el estomago vacio.

Tampoco es bueno hacerlo con el estomago lleno y lo he comprobado hasta hace unos minutos, cuando he conseguido arrastrar mi cuerpo hasta mi habitación y de ahí a mi cama donde a duras penas he podido subir porque casi ya no me quedaban fuerzas.

— Espero que hayas aprendido la lección de una vez por todas y madures —miro a mi padre sin moverme —Plann se quedará a cuidar de ti y cualquier cosa que necesites se lo pides amable.

— ¿Y por qué no eres tu un buen padre por una vez en veintidós años que tengo y me cuidas tu? —mi voz suena algo áspera pero me da igual —él no es quien para cuidarme y aunque lo fuese no me interesa tenerle cerca ni pedirle cosas. Que haga su vida que si necesito algo ya lo buscaré o haré yo solo.

Cogiendo la almohada, cubriéndome la cabeza con ella dándole la espalda a mi padre intento calmarme en lugar de alterarme para que no me duela más la cabeza ni ninguna parte de mi cuerpo, siento como su mano impacta con demasiada fuerza en mi espalda, aumentando el malestar, todos los dolores y las ganas de vomitar corriendo al cuarto de baño, tropezando pero por suerte llegando a tiempo para volver a vaciar mi estomago, aunque ya lo único que echo es bilis, que me deja un agrio sabor de boca.

— Deberías darte un baño —niego poniéndome en pie —suele ayudar cuando uno está de resaca.

— También ayuda que te calles y me dejes tranquilo y aquí estás amargando mi vida —le aparto saliendo del baño —no llevas aquí más que una maldita semana y ya estás haciendo un desastre enorme. ¿Te he hecho algún mal? Solo quiero que te entre la idea en la cabeza de que me dejes tranquilo, que tu y yo nunca seremos amigos.

— Tenemos un acuerdo —niego entrando en la habitación —si te niegas no me dejas más remedio que contarle a tu padre que te ves a escondidas con ese novio tuyo.

— Mi ex novio —me cruzo de brazos mirándole —por tu culpa además. Me ha dejado porque me has visto con él y llevamos lo suficiente como para que ahora alguien rompa nuestra relación y tu en pocos segundos has estropeado todo. No se cuanto te queda para vivir en esta casa pero espero que sea poco porque no te soporto. Me irritas y por desgracia tengo que convivir contigo y ser tu maldito niñero solo porque mi madre está de viaje por tres meses los cuales mi padre aprovecha para ver a su amante. No pienso caer es tus intentos de manipularme porque me largo.

Acercándome a mi vestidor saco una bolsa que hace mucho que no uso porque ya no vamos de viaje a ninguna parte y la lleno de ropa, la suficiente, saliendo minutos después de mi habitación incluso.

¿Dolores? Ahora mismo me importan poco o nada si puedo irme de una vez por todas de este infierno que ha sido creado en pocos días.

Llegando a la planta principal de la casa de mis padres, dispuesto a llegar cuanto antes a la puerta y a mi moto, una mano firme, joven, suave, me detiene obligándome a girarme.

— ¿Qué es lo que te pasa para que te frustres de tal manera para que lo pagues conmigo? —intento soltarme pero no me lo permite —¿es que tu padre tenga una amante? ¿O los viajes de tu madre?

Tirando una vez más consigo soltarme de su mano, recogiendo mi bolsa que ha caído del tirón al suelo y voy hacia la puerta, saliendo sin mirar atrás, subiendo a mi moto acelerando todo lo posible, intentando conducir en linea recta cuando se me nubla la vista.

— Maldito Plann y su verborrea —tomo la última curva.

Acelerando los últimos metros apago el motor aparcando frente a una casa que hace semanas no visito, bajando con mi bolsa colgada de forma que no se me caiga y voy hacia la puerta, abriéndola con la única copia ya que este apartamento me pertenece en totalidad.

El olor a cerrado lo soluciono lo antes posible abriendo las ventanas de toda la casa el tiempo suficiente para que la carga que hay en este lugar acumulando calor y olor sea sustituido por aire fresco suficiente para que se pueda vivir sin problemas.

Entrando en mi habitación, aquí no tengo necesidad de subir escaleras porque es solo una planta, vacio la bolsa dejando mi ropa y mis cosas en el armario y me dejo caer en la cama, ignorando mi móvil que suena sin parar, decidiéndome por dejarlo en silencio cuando la quinta llamada desde la casa que acabo de abandonar finaliza, frunciendo el ceño, arrastrando mi cuerpo hasta el cuarto de baño no tan lejos de mi dormitorio.


La tercera cerveza sigue entrando demasiado bien, deslizándose por mis labios, mi garganta, perdiéndose en alguna parte en mi interior que no me preocupa si así puedo seguir bebiendo hasta que el cansancio sea quien mande y tenga que volver a casa.

— Ni siquiera tengo un hogar de verdad —gruño mirando la jarra, terminándome el contenido de un solo trago —otra.

El camarero no tarda en servirme. Apoyándome en la barra, dando media vuelta sobre la banqueta giratoria veo a alguien aparecer frente a mi, alguien que ciertamente me resulta conocido pero no puedo reconocerle y mucho menos mientras bebo.

— Hogar tienes aunque esté rompiéndose —él debía ser —deja de beber y vámonos a casa.

— No tengo casa en condiciones —me acerco a su rostro —no se como sabias que estaba aquí pero largate y haz como que nunca me has visto.

Bebiendo hasta la mitad la cerveza casi me atraganto y escupo en su cara, sintiendo sus brazos haciendo presión en mi cintura, tirando de mi hasta que consigue mantenerme en pie, aún entre sus brazos cuando mi cuerpo solo cede tambaleándose, cayendo sobre el suyo, sintiendo su aliento contra mis labios, su respiración acelerada mientras me obliga a andar un par de minutos después, muchos, pocos, ni idea, solo notando que mi cuerpo cae acostado en el interior de un coche demasiado oscuro, sintiéndome somnoliento, no lo suficiente para ver como me intenta abrochar el cinturón.

— Mi novio me ha dejado por tu culpa —aprieto mis dedos en su nuca —¿por qué nadie me quiere?

— Tus padres te quieren y si ese te ha dejado es que es un idiota.

Negando me acerco un poco más a él, cerrando los ojos cuando me mira, acercándole también a mi. Rozando sus labios sin sabor a alcohol el deseo de besarle se hace tan presente que odio ahora mismo a mi cuerpo, a todo lo que bebí y al sueño que me deja derrotado sobre unos incómodos asientos que no hacen más que moverse y dar saltos, mareándome, vomitando en el suelo del coche, riendo al ver tal desastre, volviendo a dormirme.

Cuando nadie veWhere stories live. Discover now