Capitulo Quince

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Mean

Debería estar preparándome para irme a casa, no se bien si a la de mi padre a recoger mis cosas o directamente a la mia propia, pero aquí estoy, acostado de lado, con mi cabeza sobre la almohada, observando a un Plann que duerme profundamente como si los problemas no existiesen, como si yo no hubiese venido en ningún momento a su casa, como si no nos hubiésemos besado hasta el punto de casi llegar a dar un paso más, agradecido de que me detuviese a tiempo de hacer una locura como esa, siendo que fuésemos demasiado deprisa como bien dijo.

Incorporándome con cuidado en la cama, bajando de esta de la misma forma para no despertarle, salgo de la habitación, directo a su cocina que sigo viendo demasiado grande para él solo. Abriendo ambas puertas, saco varias cosas como huevos, leche, zumo, incluso una bandeja de fresas que está por la mitad, comiéndome una mientras preparo el zumo y unas tortitas cuando encuentro lo necesario para hacerlas, colocándolo todo en un plato, un vaso y un pequeño cuenco que dejo en una bandeja que ahora mismo cargo hasta la habitación de vuelta, sentándome en el lado que he ocupado toda la noche, sonriendo porque aún duerme, nervioso porque no le guste ni el desayuno ni el hecho de que se lo traiga a la cama.

— Plann —acaricio su rostro con calma —despierta mi precioso bello durmiente si no quieres que te bese hasta que despiertes.

Su cuerpo moviéndose, su respiración escuchándose con un suave resoplido, son una imagen preciosa que me encantaría disfrutar a diario. Sus brazos ahora lejos del colchón, sus manos frotando sus pequeños y redondos ojos ahora abiertos, pestañeando varias veces antes de incorporarse y ver lo que le he preparado, la confusión en su rostro me hacen cumplir con mi advertencia, dejando un pequeño beso en sus labios.

— ¿Qué hora es? —es evidente que acaba de despertar por su voz ronca —las ocho serán imagino.

— Son casi las ocho si y te he preparado el desayuno —dejo la bandeja bien puesta sobre sus piernas —espero que te guste.

— ¿Lo has preparado todo tu? —¿por qué lo dice como si en mi vida hubiese preparado nada? —imagino que lo habrás aprendido de tu madre.

— Las tortitas si —le veo llevarse justamente eso a la boca —el zumo lo se preparar por mi mismo y no soy tan idiota como para no saber lavar y cortar unas fresas.

— Eres tonto asecas —sonríe aún con la boca llena —pero cocinas bien asique lo dejaré pasar. ¿Quieres?

Negando me siento bien en la cama, sin quitar mi atención de Plann en ningún momento, viéndole disfrutar del desayuno pensando en que quizá debería haber preparado más cosas y no solo las fresas, las tortitas y el zumo.

— ¿Volverás a casa hoy? —salgo de mis pensamientos, mirándole —digo a la tuya. A la que mantenías en secreto y en la que vivías lejos de tu padre.

— Tengo que recoger toda mi ropa, mis cosas para poder irme allí —bajo la cabeza, cerrando los ojos —no quiero enfrentarme a mi padre pero tampoco dejar a mi madre allí con ese señor. Ella no querrá irse de allí por supuesto y yo no le voy a quitar lo único que tiene que es su trabajo y el sueldo que mes a mes cobra.

— Tu madre, Malai, comprenderá tu decisión y no creo que ponga el dinero antes que su propio hijo Mean —me hace mirarle —no es mala mujer ni tan ruin como para llegar a ese extremo. Te puedo ayudar yo si quieres con la mudanza.

Acepto con un movimiento de la cabeza.

Los minutos siguiente básicamente los pasamos en silencio, viéndole terminar su desayuno, recogiendo las cosas mientras Plann va al baño, saliendo a la cocina donde recojo todo, limpiando lo ensuciado, dejándolo para que se seque, deteniéndome cuando me giro, encontrándole de frente, tan cerca que no puedo evitar tensarme al ver sus manos a ambos lados, sosteniendo la encimera bajo las mismas, elevándose tan solo un mínimo para juntar nuestros labios.

Relajándome no dudo en corresponderle, moviendo mis manos hasta su cintura. Sus labios en cuestión de segundos se separan, dándole paso a mi lengua, atrevida uniéndose a la suya, controlando lo mejor cada movimiento, su respiración, la mia, sus piernas ahora apretándose en mis caderas cuando le levanto, saliendo así de la cocina, cayendo en el cómodo sofá sobre su cuerpo.

— Mean —gruño, dejando un beso más en su cuello —te dije que es ir muy rápido.

— Has empezado tu besándome —suelto varios botones de su camisa.

Sin dejar de besar su cuello, trazo un nuevo camino por sus clavículas, llegando así al espacio libre en su cuerpo. La suavidad de su piel bajo mis labios me incitan a no detenerme, ahogando un gemido cuando aprieta sus dedos en mi cabello, llevándome hacia arriba, hacia su rostro, permitiéndole besar mis labios a sabiendas de que no quiere que sobrepase ningún limite.

— Vamos a por tus cosas y deja de provocarme.

Mirándole a los ojos accedo, aunque me quede con las ganas, colocando bien mi ropa ahora que estoy de pie, saliendo de su casa no mucho después, dirigiéndonos a la de mi padre en mi coche no mucho después.

— No te alteres si te lo encuentras allí y te reclama sobre tu marcha —su mano descansa sobre mi muslo —no tiene porque reclamarte nada. No eres un niño y si se atreve ha engañar a su mujer de esa forma mucho menos.

— No me preocupa mi padre sino mi madre —giro el volante, tomando el último cambio hacia esa casa —se quedará allí pero se enfadará porque ya no viviré más en esa casa. ¿Qué clase de hijo soy? Me he pasado años evitándola aún sabiendo que es mi madre, tratándola como la criada de la casa solo porque mi padre me lo pidió así cuando era pequeño. No valgo como hijo.

— Vales como hijo Mean deja de preocuparte tanto.

Incapaz de decir nada más aparco donde siempre dejo mi coche frente a la casa que visitaré por última vez, bajando a la par que Plann, encontrándome con la mujer que me dio la vida, con sus brazos rodeando mi cuerpo, el suyo agitándose como si no me hubiese visto en meses, abrazándola también, mirando más allá de nosotros en la casa, viendo a esa otra mujer, a la que siempre llamé mama cuando era un niño, su amplia sonrisa vestida de un rojo intenso, arreglada como si hoy fuese un día especial.

— Entrar en casa —miro a Malai, quien ya no me abraza —seguro que no habéis desayunado y tendréis hambre.

Miro a Plann, quien si ha desayunado, sorprendiéndome cuando agradece por la invitación. Entrando los dos, quedándome solo en la puerta, entro, cerrando a mi espalda, y les sigo a la cocina donde Malai ya se está encargando de servir el desayuno, mirándolo con cierta envidia por ser mucho mejor que el mio, también del agrado de Plann, sentándome con un sentimiento de culpabilidad presionando en mi interior, ocupándome solo de beber el zumo de mi vaso, ignorando toda la comida que ya no me apetece tomar, teniendo un nudo en el estomago.

— Me voy a ir de casa —suelto, sin rodeos, mirando a ambas mujeres —voy a recoger todas mis cosas.

Levantándome salgo de la cocina, escuchando e ignorando esa pregunta con respecto a si voy o no a desayunar, negando cuando llego a mi habitación, sacando toda mi ropa que guardo en hasta dos maletas, metiendo en una bolsa de viaje mis libros y objetos personales.

— ¿Por qué te vas de casa hijo? —guardando unos cuantos libros más miro a la mujer que no es mi madre biológica —¿tu padre te ha hecho algo?

— No solo a mi y no entiendo como puedes seguir casada con él. Eres joven y puedes tener a alguien mejor —cierro la bolsa —ese hombre te es infiel y a ti parece que te da igual. Además necesito mi propio espacio para vivir. No estaré tan lejos realmente.

— No soy tu madre biológica pero eres mi niño y te querré siempre como a un hijo —no puedo evitar sonreír ante sus palabras —no dejes de venir a vernos a tu madre y a mi ¿de acuerdo? Y si necesitas cualquier cosa solo llama.

Abrazándola, agradecido, no puedo ahora si retener más esas lágrimas que tanto he contenido, viendo frente a mi a Plann y Malai, cogiendo mis cosas cuando me suelta, siendo ayudado en cargarlas en mi coche, al cual subimos cuando finalmente si desayuno, sintiéndome algo mejor ahora, ignorando a mi padre que llega ahora, reclamándome por mi marcha, alejándome en compañía de Plann del lugar para siempre.

Cuando nadie veWhere stories live. Discover now