Capítulo 29

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Carlos

Finalmente el tiempo pasó. Ya estábamos a una hora de lo acordado con los secuestradores. La plata estaba en los dos bolsos como nos dijeron, un millón en cada uno.
Bajo los asientos de los autos coloqué unas armas, por precaución.

Ramón salía con un bolso pequeño en cada mano. Se acercó al auto, las dejó en el maletero y lo cerró.
Clavó sus ojos en los míos. Ya sabía lo que significaba esa mirada.

- Tranquilo, va a salir todo bien - El asintió cabizbajo. - Además tenemos los fierros -

- Sobre eso, mejor no los dejemos en los asientos -

Él se dirigió al asiento del piloto y yo al de copiloto. Ambos sacamos las armas. Coloqué dos en mi pantalón y las tapé con mi remera. Subimos, pero antes de arrancar Ana se acercó a la ventanilla.

- Suerte chicos. Traiganlo vivo o muerto, por favor - Sonaba desconsolada. Aún así Ramón frunció el ceño. Se alejó y arrancó el auto.

Era de noche por lo que ya no había mucha gente en la calle. Las patrullas de los milicos andaban rondando pero no solían detener autos aunque siempre teníamos que estar precavidos.
El encuentro era en un callejón donde se se guardaban viejos camiones, un depósito.

- Doblá en la próxima que acá andan controlando - Ramón me hizo caso y dobló. Lo que no esperaba era que también ahí estuvieran parando autos.

Los milicos nos dieron la señal de alto y Ramón estacionó.

- Salgan del auto con las manos en alto, por favor - "Que raro que pidan por favor".

Salí a la vez que tomaba mis armas y las arrojaba al suelo. Las empujé debajo del auto y levanté las manos. Pude observar que Ramón hizo lo mismo.

Eran dos milicos. Nos pusieron contra el auto y nos revisaron.

- Disculpe oficial ¿Cometimos alguna infracción? - Uno de ellos observó a Ramón de manera amenazante. "Que pedazo de pelotudo".

Los milicos se acercaron a la cajuela. Mi corazón comenzó a latir cada vez más rápido.

- Entreguenme las llaves de la cajuela- Ramón buscó en uno de los bolsillos de su campera mientras nos mirábamos ambos con un semblante serio. Él le entregó la llave. - ¿Y las llaves del auto? -

Rápidamente le hice una seña para sacar las armas debajo del auto. Era un poco arriesgado pero imaginé que íbamos a safar.

- Las tengo yo pero se me cayeron - Los milicos dirigieron su vista rápidamente a mí. - Ahí las levanto -

- ¡No! - Amagué para agacharme pero fui interrumpido por la voz de Ramón. - No, no. Las tengo yo - Fruncí el ceño y le entregó las llaves.

"¿Qué haces?" le dije con la mirada. Él negó con la cabeza.
Abrieron la cajuela y como era de esperarse, vieron los bolsos. Ni nos miraron ni dijeron nada. Escuché los cierres abriendosé y luego cerrándose. De reojo vi como tomaban los bolsos y se los llevaban.

- Eu. Eso es nuestro - Dije haciéndoles frente.

- Gracias por el dato - Tomaron no solo la guita si no que también las llaves del auto. Me acerqué y me interpuse entre ellos y su "patrulla".

- Ustedes no pueden llevarse esto - Prácticamente les grité.

- Vos - Uno de ellos hablo señalando a Ramón. - ¿Por qué no controlas a tu novia? ¿eh? Antes de que la hagamos desaparecer -

Justo cuando levanté mi brazo para encajarle una piña, Ramón se acercó rápidamente a mí. 

- Vamos, dejá - No podía creer lo que me decía. Fijó una mirada tímida sobre los milicos. - Disculpen, ya nos vamos -

Young and Beautiful Criminal © / Editando #Wattys2022Donde viven las historias. Descúbrelo ahora