Había una vez:
Una historia de tres chicas, la hijastra humillada, la huérfana mortal y la hija no deseada. Metidas en su propio mundo alejadas de los demás, pasan los años, pero su mundo de soledad no parece desaparecer jamás.
¿Qué puede ser peor q...
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Buenas. ¿Cómo les trata la cuarentena?
A mí mal.
Les traigo capítulo para que maten el tiempo.
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Ainia estaba asustada, muy pero muy asustada.
A ella no le gustaba para nada el ruido, no lo odiaba, odiar era una palabra muy fea, pero un ruido fuerte siempre la sobresaltaba y la unión de ellos no la dejaba pensar bien. Lo más cercano que escuchaba era los sollozos de Sunto contra el brazo de Cinder, aunque el sonido que más le molestaba era el que hacían las alarmas, también se dio cuenta de que había pasos de gente acercándose y el ruido de algún coso de, lo más seguro, una nave. Eso, junto con unas energías que la habían rodeado tan pronto escuchó el grito y los recuerdos que se repetían en su mente una y otra vez de la señora Sacha gritando y Sunto llorando por su madre era lo que la tenía tan asustada.
Pero no temía por lo que Cinder llamó la peste. Su boca y su nariz estaban tapadas con el trapo que Cinder le había pasado, Cinder había cerrado el lugar dejándolos solo iluminado por la luz de Iko, Ainia tenía cerrados los ojos para intentar que el ruido bajara, sin mucho éxito. Cinder la abrazaba por la espalda en silencio, había parado de llorar hace unos minutos pero no quería separarse de inder para nada, había algo en el abrazo de ella, algo cálido y amistoso que le hacía sentirse protegida.
El mismo sentimiento que sólo tenía con sus amigos más grandes.
—Ainia, Sunto, tenemos que irnos.
Ainia abrió los ojos y miró a Cinder, no se había separado del abrazo, pero miraba al ver frente con seriedad y a la vez jugueteando con sus guantes. Ella quería irse, claro que quería irse, quería a su hermana mayor, quería que la abrazara, quería acostarse en la cama e intentar olvidar este mal día, Sunto parecía pensar lo mismo porque asintió mientras sollozaba.
—Sunto, ¿tienes algún familiar que podamos llamar?
—M-mi abu —dijo con dificultad mientras se limpiaba la cara con su brazo, Ainia sintió que en su garganta se formaba un nudo y sus ojos se llenaban de lágrimas al ver a su amigo así.
