Capitulo VIII

57 8 0
                                    

 Una Vida por Otra

"Si no puedes hacer el bien, al menos no hagas el daño". - Hipócrates.

Sebastián

...Y se desplomó. 

     Mientras caía su cuerpo, mi adrenalina iba subiendo de tal forma que hizo que los efectos de la carrera quedasen anulados completamente. El cansancio, y el dolor por los golpes de mi pelea, que antes entumecían mi cuerpo, se convirtió en el impulso que hizo que corriera hacia ella. Al llegar, me agaché y con una mano le tomé el pulso: Era Débil. Por la herida emanaba una gran cantidad de sangre; tenía que reaccionar rápido, sino moriría.

     Súbitamente, se empezó a hacer presente el sonido de unas ruedas, las cuales se escuchaban cada vez más cerca. Eran ellos. Teníamos que cambiar rápidamente de lugar para no ser descubiertos. Supuse que la casa frente a la cual la desconocida se había desmayado sería su escondite, pues no tendría sentido haberse esforzado tanto huyendo para desplomarse en un lugar cualquiera, así que decidí llevarla adentro. 

     Me alejé del lado de mi convaleciente compañera y me dirigí hacia la puerta, la cual se hallaba cerrada con llave. Mi mente, la cual iba más rápida que mis pensamientos, me dio una posible solución: Revisar a la chica en busca de la llave. Corrí hacia ella y empecé a revisarle los bolsillos, pero no hallé nada. Sin embargo, entre el ajetreo de la búsqueda, de su mano se deslizó un pequeño llavero, el cual contaba con solo dos llaves. Inmediatamente lo cogí y me dirigí a la puerta con la esperanza de que alguna de ellas abriera la cerradura que nos diera paso a nuestra salvación. Probé con la primera: Nada. Inserté la segunda con toda la esperanza que tenía. Al girarla, el "Clic" típico de la cerradura abriéndose hizo que mi nivel de preocupación bajara un poco. Ya tenemos donde escondernos.  Una vez abierta, me guardé las llaves en el bolsillo y busqué una roca que sirviera de cuña para que no se cerrase la puerta y así para poder entrar y salir sin problemas. 

     Me devolví hacia ella. Debajo de su cuerpo ya se había formado un asimétrico charco de sangre; cuando empecé a arrastrarla, note que dejaba un rastro que de seguro les indicaría a nuestros perseguidores donde nos encontrábamos. Inmediatamente dejé de halarla y me decidí por cargarla. A penas me agaché para levantarla, sentí algo pesado que se movía en mi espalda. Me había olvidado por completo de él: Seguía teniendo al perro en mi mochila. Él también se hallaba herido, gracias a su encuentro con Sans, así que me quité el bolso, saqué al perro dejándolo a un lado e, inconscientemente, me volví a colocar la mochila. Volvería por él, de eso no había duda, sin embargo, debía concentrar todo mi esfuerzo en socorrerla a ella, por lo que cargar con un perro inconsciente en mi espalda no sería de mucha ayuda.

     Una vez deshecho el peso extra, volví a objetivo principal: Poner a salvo a la chica. Me dirigí una vez más hacia ella y decidí cargarla levantándola por los brazos y por las piernas; en circunstancias normales me hubiese costado un poco hacerlo, pero debido a la adrenalina del momento, fue como si levantase a un papel.

     Empecé a caminar hacia la puerta con cuidado de que no se cayera. Una vez dentro, me encontré con un pequeño recibo el cual contaba con algunos viejos muebles rojizos dispuestos unos al frente del otro, y en cuyo centro posaba una pequeña mesa de madera. A mi izquierda había un mueble largo que iba a juego con los demás, encima del cual se encontraba una gran ventana cubierta con una sábana y una persiana. 

     Posicioné a la muchacha en el mueble largo, quitándole su bolso antes de acostarla, y me devolví a buscar al perro, sin embargo, aquel sonido distante de llantas se transformó en uno muy cercano, por lo que decidí trancar la puerta inmediatamente y dirigirme hacia la ventana. Cuidadosamente levanté una pequeña parte de la sabana, abrí levemente dos líneas de la persiana y me asomé por la ventana. Visualicé a una patrulla de soldados que, poco a poco, se detuvo enfrente de la casa. Contuve la respiración. Tenía la certeza de que nos habían descubierto. No tuve tiempo de arreglar todos los indicios que había dejado afuera. De seguro nos encontrarían. 

En la Sombra de los SoldadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora