Capítulo XXV

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Los Planes del Destino

"La soledad cuando es aceptada, se convierte en un regalo que nos lleva a encontrar nuestro propósito en la vida". - Paulo Coelho.

     Entré al bosque, entre la negrura de la noche. Mi mente seguía atormentada por tan impactante, o mejor dicho decepcionante, descubrimiento, así que me hallaba levemente aturdido. Crucé algunos arboles, teniendo cuidado de no enredarme en sus raíces, y una vez estado dentro del espesor del bosque, pude sentarme en el suelo, recostarme en un árbol, y empezar a reflexionar sobre Emma y mi vida ahora.

- ¿Que haré ahora? -Me cuestioné, teniendo en cuenta que no tenía ningún lugar a donde ir. Al parecer, este bosque sería mi nuevo hogar, por lo que tenía que buscar nuevas maneras de sobrevivir, tanteando un terreno que antes no había estudiado.

     Sin embargo, para hacerlo, debo esperar a que amanezca, así que, recostado en el árbol, cerré los ojos para intentar, una vez más, que el mundo de los sueños me salvara de mi triste realidad. Para mi ventaja,  logré dormirme rápido, pero para mi desventaja el sueño no fue para nada placentero, pues en él reviví la escena que acababa de contemplar, aquella en la que descubrí la verdad sobre Emma. Así pues, al despertar, lo hice aún con la molestia que me ocasionó dicho encuentro, por lo que me levanté eufóricamente del suelo y golpee el árbol.

- Te odio... -Le dije mentalmente a Emma, mientras golpeaba el árbol. Por culpa de ella lo había perdido todo, así que debía volver a empezar una vez más.

     Decidí enfocar mi mente hacia mi nueva realidad, por lo que respiré profundamente y visualicé el lugar: Como ya era de esperarse, me hallaba rodeado de inmensos arboles en cuyas copas se escondían algunos animales; el clima, caluroso aun siendo de mañana, no me confería afabilidad en ese lugar. Sin embargo, lo que de verdad me llegó a inquietar, fue el hecho de que debía encontrar un lugar donde quedarme y, sobre todo, comida y agua que consumir. Era obvio que mi comida aún seguía con vida, pues era obvio que en ese lugar solamente animales podré comer. Así pues, al ser ese un "Problema Resulto", decidí enfocarme en buscar agua, por lo que empecé a caminar en busca de algún río o manantial del cual pudiera beber. 

     Caminé lentamente, analizando mi entorno, pues si algo aprendí en mi niñez, es que la naturaleza siempre te deja indicios de donde hay agua.  Seguí caminando, hasta llegado un punto donde pude visualizar algunos musgos en algunas rocas, lo cual era característico de que había agua cerca. Seguí el camino que me indicaba la naturaleza, hasta llegar, efectivamente, a un río que atravesaba el bosque. Su agua, para mi suerte cristalina, se movilizaba parsimoniosamente por la espesura del canal de río, confiriendo un estado de tranquilidad y paz a mi alma, algo que realmente necesitaba.

     Me acerqué a él y, luego de tomar una extensa hoja de uno de los arboles, tomé un poco de agua; su sabor, aunque científicamente esta ausente, era el más puro que mi boca había probado en mucho tiempo. Hasta la actualidad, intentaba evitar pensar en Emma, pues embotaba mi mente de sentimientos rencorosos que no mejorarían mi situación, por lo que intentaba enfocar mi mente en actividades que pudieran alejar a esa persona de mis pensamientos.

     Así pues, una de esas actividades fue bañarme en ese río. A pesar de que no era de mi agrado el hecho de desnudarme en un bosque e introducirme en un río, literalmente no tenía otra opción. Poco a poco, empecé a quitarme la ropa para, luego, introducirme en sus parsimoniosas aguas, algo que logró quitarme mucho pesar; es increíble, pues, las propiedades sanadoras del agua, ya que pueden aliviar tus penas con simplemente tocar tu cuerpo.

En la Sombra de los SoldadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora