Capítulo XXXII

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Es Hora de Salir a la Luz

"Al final, al final de todo, uno responde a todas las preguntas con los hechos de su vida". – Sándor Márai.

Sebastián

- Esa es mi historia. - Expresó la Emma del vídeo, haciéndolo parecer como si fuese algo sencillo de entender.

     En definitiva, era mucha información para procesar, aunque fue la necesaria para entender la verdad oculta sobre Emma. Comprendí su fatídica relación con los Soldados, y el lazo de sangre que la une al jefe de ellos. Entendí, sus secretos, sus mentiras, pues lo único que hacía era proteger a su hermana, una simple inocente que ha vivido las injurias dadas por esos desgraciados que acabaron con nuestras vidas desde el momento que llegaron aquí; inclusive, podría decir que hasta me protegió a mí, al intentar alejarme antes de que llegara el General Harrintong, así que mi perspectiva cambió completamente sobre ella.

- Duré mucho tiempo al lado de mis padres, llorando por sus muertes. -Afirmó, bajando un poco la mirada. - En cierto momento escuché un gran número de vehículos llegando, y luego un gran número de detonaciones: Al parecer, fue el momento en que toda esta locura inició, aunque yo ya estaba sumergida en ella desde hace ya un rato. Ya era de día, así que duré mucho tiempo en ese estado - Expresó. - Sin embargo, nunca entró nadie a mi casa, supongo pues, que por órdenes del General Harrintong. Había cumplido su promesa, no me harían nada, aunque ya el mayor daño me lo había hecho él. - Dijo, mientras giraba la mirada hacia un lado, para luego volver a dirigir su mirada hacia mí.

     En definitiva, lo vivido por Emma fue catastrófico tanto física como emocionalmente, sin embargo, hubo un detalle en particular que me llamó la atención: Si a ella la dejaron vivir por ser un familiar de los Soldados... ¿Cuantas otras personas habrán sobrevivido de la misma manera?

- Llegó un momento en que logré crear una coraza que me dio la fortaleza necesaria para levantarme de allí, cuando ya todo afuera había pasado. -Continuó Emma con su explicación. -Debía decidir lo que haría a partir de ahora, lo que debería hacer para sobrevivir el tiempo suficiente como para que el General Harrintong volviera y me viera, logrando mantener así con vida a mi hermana. -Expresó. -Es una vida dura la que estaba por tomar, sin embargo, hubo un pequeño ser que me ayudó a sobrellevar las cosas: Nevado. Él había sobrevivido a todo junto a mí, por lo que se había convertido en mi fiel compañero, y en mi único amigo.

-Nevado... -Pensé, recordando a aquella mascota que se había vuelto una parte importante de mi vida, y que ahora, como su dueña, ya no estaba en este mundo.

- Así pues, junto a Nevado logré enfrentarme a esta nueva realidad. El vecindario, y la ciudad en general, estaba destruida; los Soldados, patrullando cada cierto tiempo, y el fantasma del General Harrintong persiguiéndome en mis sueños: Cada tanto, en las noches era asaltada por algunas imágenes pertenecientes a ese día en el que todo cambió, aunque mi mente tuvo la "Gentileza" de omitir algunas partes y distorsionar un poco el recuerdo, tal vez para olvidarlo, aunque el mismo esté grabado con fuego en mi memoria.

- A veces es mejor olvidar que recordar el dolor vivido en un evento cuya experiencia es fruto del tormento de una vida que nunca volverá a ser la misma. - Afirmé, en mi mente.

- El General Harrintong cumplió su promesa... -Prosiguió Em. -... y a los pocos días apareció frente a mi casa una gran cantidad de suministros tanto alimenticios como médicos, pero ni una sola arma. Supongo que no está tan confiado en que no le podría hacer nada. -Explicó, encogiéndose de hombros. - Aun así, hacía búsquedas para encontrar más suministros, pues fue la única manera en la que pude ocupar mi mente en lo monótonos y tormentosos días, y fue fruto de esas búsquedas el hecho de que encontrara una vieja pistola y algunas escazas municiones, las cuales, seguramente, viste en su momento en mi almacén. -Expresó, ladeando un poco la cabeza.

En la Sombra de los SoldadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora