Las Consecuencias de mis Acciones
"Vivir es tomar decisiones y aguantar las consecuencias". -Paulo Coelho
Sebastián
- Sígueme, amigo. -Le dije a Nevado, quien se había entretenido oliendo un bote de basura. Era extraño que él desviara su atención, sin embargo, es un perro y no un humano, por lo que puede tener ciertos momentos de distracción. En ese instante, levantó su pata y empezó a orinar. -Ah, ya entendí. -Le dije, como si él lograra entenderme.
Miré hacia el cielo para contemplar la belleza de la noche: La luna llena se hallaba centrada en el cielo, con un albor de luz blanquecina a su alrededor. Las estrellas, por su parte, se hallaban dispersas alrededor de todo el cielo, permitiéndome trazar figuras en ellas en momentos de ocio; todo esto contrastado por la negrura de fondo, la cual se hallaba tendida como la tela que cubre el cuerpo de la Diosa de la Noche. Me fuese quedado ensimismado un rato más, de no haber sido por Nevado, quien me tocó las piernas con su cabeza haciéndome entender que ya había hecho sus necesidades.
-Eres un perro muy listo. -Le dije, mientras le acariciaba la cabeza.
Emprendimos pues la marcha hacia la casa de Emma, pues ya era muy tarde y debe estar preocupada y molesta con nosotros, no obstante, el botín que conseguí en una de las casas que visité, y que ahora cargo en mi mochila, le ahuyentará la molestia y dejará sólo la alegría. En este tiempo que llevamos juntos, me he vuelto muy cercano a ella y me he preocupado porque ambos estemos bien, aunque a veces tenga que hacer cosas que no me gustan, como arreglar el fregadero.
Inmerso en estos pensamientos de Em y nuestro tiempo juntos, llegué, sin darme cuenta, a la casa. Me detuve frente a la puerta, respiré hondo y entré. Al hacerlo, un escalofrío recorrió todo mi cuerpo, dejando a su paso el más profundo temor: La sala, antes en perfecto estado, ahora se hallaba completamente desordenada. Algunos muebles estaban tumbados, unas decoraciones de vidrio rotas en el suelo y un sinfín de indicios que me hicieron entender que en el lugar hubo una pelea.
Entré rápidamente a la casa y, sin decir nada, me dirigí a la cocina. Me imaginaba lo peor: Algunos Soldados entraron a la casa y se llevaron a Em, o algún sobreviviente quiso robarnos las cosas y Em se defendió. Así pues, fueron muchas las posibilidades que se presentaron en mi mente, sin embargo, la realidad fue algo que jamás me hubiese imaginado.
- ¡Hola Sebastián! -Dijo Anya, con una pistola en su mano. Cargaba un top negro y un leggins gris, haciendo parecer que acabase de venir de un gimnasio. Sin embargo, el aspecto de su cuerpo y cara denotaba todo lo contrario: Se hallaba muy sucia y desaliñada, además de llena de sangre y con dos grandes moretones en su cuerpo: Uno en su estómago y otro en su hombro. -La encontré rondando por la casa ¿La asesino? -Preguntó, señalando con el arma a un rincón de la cocina.
Al dirigir mi mirada hacia allí, y a pesar de que no había mucha luz, logre visualizar de quien se trataba: Emma. Se hallaba amordazada y amarrada a una silla, con algunos moretones en sus brazos y una pequeña línea de sangre en su frente. Inmediatamente corrí hacia ella.
- Dios Anya, ¿Te has vuelto loca? -Le dije, sin devolverle el saludo. Le quité la mordaza a Em, quien, apenas pudo hablar, espetó todo el odio que había acumulado mientras estuvo en ese estado.
- ¿La conoces? -Me preguntó Em, claramente molesta, para luego dirigir su cara hacia ella. - ¡Eres una demente! -Le gritó a Anya. - ¿Me escuchaste? A penas me desaten te juro que te voy a partir la...
- Ya cállate niña... -Le interrumpió Anya. -... que el perro pudo haber dado más pelea que tú. -Dijo, señalando a Nevado, el cual estaba gruñendo en dirección a Anya. Em empezó a revolverse en la silla, pues estaba furiosa, sin embargo, tuve que intervenir.
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En la Sombra de los Soldados
Teen FictionEn una tarde soleada, la vida del joven Sebastian toma un giro inesperado cuando un grupo de Soldados desconocidos irrumpen en su vecindario y asesinan a todos lo que se hallaban en él. Sus padres no logran sobrevivir, pero Sebastian sí, por lo que...