Capítulo XV

34 7 1
                                    

Begi!

"Nos deleitamos con la belleza de la mariposa, pero raramente admitimos los cambios por los que ha pasado para conseguir esa belleza". – Maya Angelou.

Anya

-Cuarenta y siete...Cuarenta y ocho... Cuarenta y nueve y....- Dije, intentando tomar un último impulso. - ¡Cincuenta! -Exclamé, marcando lo que sería el último "Abdominal" que haría por hoy. Acababa de culminar mi rutina de ejercicios, por lo que tenía el cuerpo muy adolorido y mi respiración un tanto agitada.

     Descansé un rato en esa posición, pero luego me coloqué de pie, estiré un poco el cuerpo para, luego, quitarme la ropa e irme a bañar. Así pues, salí de mi cuarto en paño y me dirigí a la sala, crucé la primera puerta a la izquierda y me metí en el baño. Mi madre estaba en una reunión con los mercaderes del edificio en el Lobby del complejo de apartamentos, por lo que no me encontré con ella por la casa, y realmente, no me interesaba mucho verla.

     Una vez dentro del baño, me quité el paño y abrí la ducha. El agua recorría mi cuerpo como una pomada curativa que se llevaba gran parte de mis dolores, por lo que disfrute mucho de él. No obstante, en cierto punto dejó de salir agua por la regadera, lo cual me pareció muy extraño. Salí del baño y me dirigí a la sala para ver si mi madre ya había llegado, sin embargo, la misma seguía ausente, así que entré en mi cuarto para secarme y vestirme.

     Me coloqué un top negro, que dejaba al descubierto mi abdomen, y un leggins gris, para luego acostarme en mi cama a mirar el techo, pues, y a pesar de que era de mañana, ya no tenía nada que hacer. Mi cabello quedó disperso en la cama, y mi mirada fija en el techo. Pensaba en el tiempo que llevaba de esa manera, en ese cautiverio, y no pude evitar deprimirme un poco. No obstante, tenía algo que mantenía mi esperanza viva: El mapa de Sebastián. Ese pedazo de papel que servía como faro iluminador del camino que debía seguir cuando, por fin, cobrara el valor necesario para huir de aquí.

     Hubiese pasado gran parte del día pensando en ello, si mis pensamientos no fuesen sido interrumpidos por el sonido de numerosos carros estacionándose cerca del edificio. Eso encendió en mi interior una gran curiosidad, acompañada de una gran preocupación.

     Quedé expectante, a la espera de que algo pasara, hasta que una potente voz interrumpió dicho estado.

- Soy el General Harrintong y somos de la Fuerza Especial de Selección y Reclutamiento de Soldados... -Gritó un hombre desde las afueras del edificio. En ese instante, mis antiguas dudas fueron aclaradas: Sí eran ellos. -...y nos llegó la información de que en este edificio hay posibles soldados que debemos reclutar. Entréguense ahora, o mueran. -Culminó.

     En ese instante, recordé que mi madre estaba en el Lobby del edificio, por lo que estaba hasta cierto punto frente a ellos. Los mercaderes jamás iban a algún lugar sin sus armas, incluyendo a mi madre y su confiable escopeta, así que podrán defenderse, y lo harán. Necesitaba visualizar el panorama de inmediato, por lo que moví uno de los estantes de medicamentos para descubrir una ventana la cual estaba sellada con tablones de madera. Con cuidado, quité un extremo de uno de ellos para poder ver con más claridad lo que estaba pasando, y al hacerlo, quedé un tanto cegada, pues tenía mucho tiempo que no veía luz del sol. Sin embargo, cuando recuperé completamente el sentido de la vista, un gran temor inundó mi cuerpo: Estábamos rodeados. Más de quince patrullas estaban estacionadas frente al edificio, con innumerables soldados alrededor de ella; un detalle particular era que estos soldados tenían una particular marca roja en su brazo: Una Serpiente.

    Frente a todos ellos, se hallaba un hombre de pie, sin mascara, el cual debió ser el que habló hace unos instantes pues sólo los soldados de alto rango tienen permitido mostrar su rostro y hablar. Él era un hombre alto, blanco, con músculos muy desarrollados y un corte bajo de cabello. En su brazo derecho se le veían señales de un gran tatuaje que era tapado en gran parte por su camisa.

En la Sombra de los SoldadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora