El Arcoíris Luego de la Tempestad
"Es en los momentos de decisión cuando se forma tu destino". - Tony Robbins.
- Detente. - Fue lo único que pude decir, mientras intentaba detenerla. Al principio, la besaba por inercia, pues estaba procesando aun lo que ella quería hacer. Sin embargo, ahora, sin camisa, sabía que, si no la detenía en este momento, no habría vuelta atrás. -Esto no está bien Anya, detente. -Le dije, intentando, una vez más, separarla. Ella, en cambio, siguió besándome, esta vez en mi cuello, descendiendo lentamente hacia mi pecho. - ¡Ya basta! -Dije, alzando un poco la voz y empujándola un poco más fuerte. Allí por fin se detuvo.
- ¿Qué te pasa? -Dijo, claramente exaltada. Su mirada se tornó fúrica. - ¿Acaso no quieres...?
- No. -La interrumpí, mientras tomaba mi camisa y me la colocaba. -Dime lo que quieres que traiga, pero esto no lo haré. No tengo el tiempo, ni la mente, ni siquiera la confianza en ti para hacerlo. -Concluí, mientras me colocaba de pie y la miraba fijamente. Su mirada, antes fúrica, se tornó fría y calculadora.
- Te coloqué un precio que muchos quisieran haber tenido, pues ahora están muertos. -Dijo, mientras se colocaba de pie. -En cambio tú lo rechazas... ¿Por qué? -Preguntó, colocándose frente a mí.
- Es que... -Empecé a decir, nervioso, pues recordé el estado en que estaba el sujeto en el cuarto de la sala. Sinceramente, no tenía alguna razón sólida para haberla rechazado, pues tanto mi cuerpo como mi mente querían aceptarla. -... Eres hermosa, ¿Sabes? - Le pregunté. -Sin embargo, la belleza no lo es todo. Se necesita confianza, tranquilidad y amor para hacer lo que pides, sobre todo amor. -Afirmé. - Y ni siquiera te conozco, así que confianza y amor no te tengo. -Le acoté. - Además, en este instante, una persona puede morir si no le consigo ese medicamento, así que el tiempo lo es todo para mí, y desperdiciarlo haciendo esto no vale la pena, por lo que tranquilidad también me falta. -Culminé.
Repasé mentalmente lo que acababa de decir y, en rasgos generales, si tenía sentido. Desde pequeño me inculcaron buenos valores, por lo que haberle seguido la corriente sería un insulto a mi propia moral; además, Em necesitaba la ampolla, y quería que la recibiera lo antes posible. Anya me miró fijamente, y juraría creer que algo en su mirada cambió; en ese instante, ella se dio media vuelta y se dirigió hacia una de las esquinas de la habitación, llevando su mano hacia su cara. Al fijarme bien lo que pasaba, me confundí aún más: Estaba llorando.
- Siempre he dicho lo mismo. -Dijo, entre sollozos. -Pero mi madre nunca me hizo caso. Ella me dice que lo único que me hace especial es mi belleza, por lo que debía usarla como una herramienta para sobrevivir en este nuevo mundo. -Expresó, como si recordara perfectamente esa conversación que tuvo con su madre. Anya se dirigió hacia la cama, intentando calmarse, y se sentó, por lo que la imité para escuchar con más confianza lo que tenía que decir. - Como si algo fuese cambiado para mí. -Dijo, sarcásticamente.
- ¿A qué te refieres? -Le pregunté. Su historia, su vida, me interesaba mucho más ahora, pues descubrí que detrás de esa cara bonita hay algo más.
- Mi madre fue una inmigrante rusa que vino para este país estando embarazada. -Empezó a explicar. - Desde que nací, nuestra situación era precaria, por lo que tuvo que hacer cualquier cosa por llevar comida a la mesa. Sin embargo... -Dijo, haciendo una pausa, cómo si no quisiera decir esa parte de su historia. -... cuando crecí un poco, encontró una manera más lucrativa de tener dinero: Me vendía. -Afirmó, mientras se le hacían aguas los ojos.
-No puede ser... - Fue lo único que alcance a decir, recordando a la adorable anciana que era su madre en la actualidad.
- Me encerró en este mismo cuarto... -Siguió diciendo. -... y nunca me dejaba salir. "No podemos arriesgarnos a que te pase algo allá afuera", decía ella. Cuando le insistía, me privaba de la comida por un día, y eso cuando estaba de buenas, pues cuando estaba molesta por cualquier razón, como cuando un cliente pagaba mal, me golpeaba. -Expresó, mientras se abrazaba a sí misma. - Esa fue mi vida, cuando era un mundo "normal", y ahora, que no lo es, sigue siendo igual. ¿Cómo crees tú que he conseguido todos estos medicamentos? - Preguntó, resultando obvia la respuesta. - Aunque, lo único bueno de todo esto, es que he logrado establecer relaciones con gente importante. -Afirmó. -Ellos me han enseñado algunas cosas, como pelear o usar armas, y todo aquí, en este mismo cuarto. - Dijo mientras reía. - Y aun mi madre cree que no puedo defenderme sola.
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En la Sombra de los Soldados
Ficção AdolescenteEn una tarde soleada, la vida del joven Sebastian toma un giro inesperado cuando un grupo de Soldados desconocidos irrumpen en su vecindario y asesinan a todos lo que se hallaban en él. Sus padres no logran sobrevivir, pero Sebastian sí, por lo que...