¿Me permitirías?

1.6K 133 70
                                    

No había palabras para describir la calidez de esa habitación del Hospital "Santuario", el abrazo en el que se fundieron antes de dormir, tenía a dos jóvenes en el punto exacto de la ternura, del cariño, tal cercanía ya les parecía familiar; Milo abrió un poco los ojos, y por un momento, olvidó donde estaba, sólo sentía que había descansado como hace mucho tiempo no lo hacía, por primera vez en tres años, no tuvo pensamientos deprimentes antes de dormir, tampoco derramó las tan acostumbradas lágrimas en su almohada, que ya era testigo de las innumerables veces que evocó entre amargos sollozos el nombre de su novia fallecida, a diferencia de tan difíciles noches, esta parecía un poderoso narcótico, que llevó a cada músculo en su cuerpo a relajarse de una manera parecida al estado perfecto del nirvana.

El médico se sentía renovado, y feliz, y al percatarse que de verdad no había sido un sueño el estar tan cerca de su bellísimo paciente, sonrió al notar cómo el hermoso profesor acomodó su cabeza en su pecho, respirando tranquilamente, así se veía tan indefenso, que nadie creería que era todo un héroe al recibir un impacto de bala por otra persona, ahora que sabía que no tenía una novia, creía que por fin se atrevería a dar un paso más y conocerlo a profundidad, anhelaba entrar en el mar de sus secretos, y si era posible, ahogarse en él, inundarse de Camus de L'eau.

El pequeño papel que Shoko le dejó en su libro de poemas le vino a la memoria, comenzaba a creer que era un mensaje de quien fue su primer amor, para poder salir adelante, aún la amaba con toda su alma, sin embargo, también estaba notando que dentro de sí, se estaba desatando un frenesí de sentimientos más grande, no estaba seguro, pero podría ser más amplio que lo que sintió por su querida niña alguna vez, era un alivio que se deshacía de una enfermedad crónica, obviamente no podía compararlos, en ningún sentido, solamente eran diferentes, Shoko era inocente, pura, dulce y su relación se construyó con el tiempo, el trato, y las experiencias, Camus en cambio era serio, valiente, racional y frío, con el cual se estableció una fuerte conexión mítica, explosiva e intensa desde el instante en que lo conoció y le salvó la vida.

Por los dos se volvía loco, el detalle importante que debía recordar, era que el amor por la linda mujer tuvo su momento y partió, el del joven aquamarina quizá no iniciaba todavía, pero estaba ahí, entre sus brazos, después de sus primeros besos y caricias, esos suspiros que ya no se borrarían ni aunque acontecieran batallas de mil días, o cualquier guerra santa, se acercó un poco para besarle la frente y aspirar el aroma de su cabello,pasó los dedos de su mano derecha entre el largo de esas hebras, que parecían hilos mágicos de los dioses, estaba seguro que el color del mismo era de lo más bonito y peculiar que había visto, ya lo adoraba, y le parecía curioso que también fuera el color favorito de Shoko, a decir verdad, en sus últimas palabras, ella le dijo que lo buscara... ¿que buscara a Camus?, ¿que buscara enamorarse de nuevo?, ¿que encontrara a su alma gemela?, hasta hace menos de un mes creía que él ya era un ser incompleto para siempre, quizá su dolor lo convirtió en un ser pesimista y tajante, y apenas se quitaba la venda de los ojos...

Milo observó el reloj de la habitación, que acompañaba a los dos amantes con el sonido constante y suave de sus manecillas, eran exactamente las 6:00 de la mañana, el amanecer estaba próximo, y con eso se acercaba una nueva etapa en su vida, Camus dejaría de ser su paciente, pero quería encargarse de que él continuara siendo su querido, tal vez amado Doctor, de repente se emocionó intensamente, había tantas cosas que vivir a su lado, que ya no quería esperar, sin embargo, la sonrisa que adornaba su cara durante todos esos minutos se borró poco a poco, existía algo que debía hacer antes, si es que quería cortejar a su guapo francés.

Su turno en la guardia nocturna terminaba dos horas más tarde, pero Aioria le debía un favor por cuando él lo cubrió, era momento de cobrárselo tenía que dirigirse a aquel lugar que evitaba lo más posible, con cuidado acomodó a Camus en la cama para que estuviera cómodo y salió de ella, arregló lo mejor que pudo su ropa y cabello, tomó su recetario de su bata y con un bolígrafo de punta fina le dejó una nota al menor.

Mi amado Doctor (MiloXCamus)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora