Cambio de planes

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El color rojizo de las brasas de la chimenea eran muy tenues, a punto de extinguirse, y la madrugada estaba abandonando el firmamento, el agradable contacto en su piel se sentía hasta la última fibra de su ser, hasta su parte más primera, la textura aterciopelada de las mantas que los cubrían, parecían cobijar algo más que sus cuerpos, podrían sentirse seguros dentro de su relación, amarrados por lazos mágicos del destino, o simplemente por la seguridad de sentirse correspondidos por el hombre que más que querían en en esta vida.

Milo no paraba de acariciar el cabello de Camus, recordaba con precisión cuando Shoko le dijo que su color favorito era el aquamarina, que lo buscara, y se quedara con él, y ahora con felicidad que iba más allá de una risa, le mandaba un mensaje reconfortante a los campos elíseos, para hacerle saber que tenía razón, y que le agradecería por toda la eternidad el darle un obsequio tan precioso, porque lo tenía ahí, no sólo junto a él, lo tenía encarnado en el alma, era más de lo que podría pedir, si alguien le hubiera dicho que en menos de un mes, su estado mental cambiaría drásticamente, lo habría ignorado con mucha maestría, sin embargo, cuando más perdido se sentía, su bello francés vino a salvarlo, no sabría decir con certeza si en esa operación, fue Camus el que renació, o fue él.

El perfil de su Cammie dormido era algo que amaba muchísimo, y no pudo evitar tocar con delicadeza ese hermoso perfil, con mucho cuidado, pasó la punta de su dedo índice por su suave mejilla, delineó la punta de su nariz, y cada rincón de esos apetecibles labios, que estaban un poco hinchados por todos los besos que se manifestaron la noche anterior, era adicto a su tacto, estaba esclavizado a su toque maestro, detonante de la pasión más dulce.

El Doctor tenía una expresión de ternura en su cara que ya no podía borrar, era muy lindo sentir el peso de las piernas del galo cruzadas sobre las suyas, ese tipo de intimidad, de vulnerabilidad, no podría tenerla con nadie más, y esos momentos a su lado, los guardaría por siempre, era increíble, que se siguiera sintiendo nervioso, eufórico, al darse cuenta que alguien como Camus se fijó en él, y más que eso, se enamoró tanto como él, en ese momento entendió su misión de construir su presente y futuro, y el pasado, ya lo había dejado atrás, al parecer las cosas iban bien, y esperaba que así siguiera todo.

El hombre dormido en su pecho, como ya se les había hecho costumbre descansar, despertó por todas esas caricias a su persona, proporcionadas por su Milo, si, tan suyo, poco a poco abrió sus ojos amatistas, que le expresaron sus sentimientos, dicen que esa parte del cuerpo es la ventana del alma, de Camus para Milo, eso no sólo era una ventana, era una puerta totalmente abierta, le estaba entregando todo de él.

-Buenos días mon amour.

-Hola..., ¿ya te dije que me encanta tu manera de hablar?

-Creo que si..., pero no me molesta que me lo repitas.

-Me encanta tu acento, es tan sexy, me acuerdo de la primera vez que te escuché hablar, pensaba que no podías ser más perfecto, y ahí estaba, a parte de guapísimo, eras francés, por tu culpa destruí todos mis estándares de ética profesional.

-¿Eso es un reclamo?

-Jamás, por ti iría hasta el inframundo.

-Oh Milo, te amo...

-Yo también Cammie, ¿te puedo pedir un favor?

-¿Ahora?, es que estoy muy cómodo sobre el chico de mis sueños.

-Si, ahora, aunque me sobornes con palabras tan lindas, ¿me dirías te amo en tu idioma?

-¿Era eso?, claro... je t' aime...

-Me encanta tu acento, gracias, tengo mucha suerte de tenerte, no todos los griegos están así con sus franceses.

Milo tapó su boca de inmediato, habló demasiado, pero su mente divagaba bastante por el efecto que Camus provocaba en él, tenía la imagen mental de Kardia mencionando a Dégel a cada instante, y él negándole la información segundo a segundo, su bello aquamarina lo miró enarcando una ceja, sabía que esa expresión le estaba exigiendo una explicación, claro que en Grecia vivían muchos extranjeros, pero ellos, eran los únicos franceses que ya tenían cierta fama, Camus por su investigación en física teórica para obtener su doctorado, y Dégel por su excelso despacho jurídico. La guerra de miradas no paraba, hasta que el griego se rindió, quizá si le contaba a Camus el interés de su hermano por el suyo, lo comprendiera.

Mi amado Doctor (MiloXCamus)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora