Reencuentro dorado y quiebre

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De alguna u otra manera, las cuestiones no resueltas del pasado regresan a tu vida, reclamando que las concretes, ya sea de buena o mala manera, a veces cierras un ciclo, o lo entierras y lo olvidas, aprendiendo de ello, pero el peor error que se puede cometer es fingir que nunca existió, las cosas están ahí para aportar algo a la existencia del ser de cada persona.

El mundo es como una cadena de eventos, uno se enlaza a otro, y a otro, hasta que alcanza su objetivo, y te das cuenta que una pequeña acción, ocasiona un derrumbe en una montaña de nieve, aunque, no es para ponerse pesimistas, el cambio, las crisis y los problemas también generan momentos satisfactorios después, solamente necesitas la valentía para afrontar tales batallas.

Y los anteriores caballeros de la esperanza, sin importar su ignorancia sobre su misión pasada, seguían en esta Tierra, para continuar en su sendero de rectitud y bondad, y sin planearlo, estaban próximos a sucumbir ante las jugadas del destino, y reunirse una vez más, bajo el anonimato de hombres comunes.

Mu y Shaka reflexionaban sobre lo anterior, por supuesto, sin tener en cuenta los detalles de su vida pasada, concordaban en que no se puede escapar de lo que te persigue, pero lo que si es posible realizar es el convertirte en un hombre iluminado, que hace felices a los que se encuentran a su alrededor. Tenían muchas similitudes, y su manera de pensar era en la que más se parecían.

El tiempo juntos les había enseñado a conocerse, y a mantener un lazo de amistad que se estaba convirtiendo en intimidad emocional, por eso Mu se atrevió a confiarle al médico Psiquiatra, los bocetos de las armaduras que se usarían en el festival más importante del Instituto de su padre, él le ayudó bastante con la parte simbólica y espiritual de cada signo zodiacal, en esa tarde en específico, se encontraban en la habitación del profesor, que estaba modestamente amueblada, con sólo unas pequeñas plantas de bambú, y un sencillo escritorio de madera, sin olvidar su enorme alfombra bordada a mano que Shion le regaló en uno de sus viajes al Tíbet, el incienso de mirra se evaporaba en el aire, ayudándolos a trabajar más a prisa, las almohadas distribuidas en el piso junto con ellos les proporcionaban comodidad, la mayoría de las piezas ya estaban armadas en el taller de soldadura del "Saint", pero faltaban unos detalles muy importantes, una palabra que definiera a cada uno de los caballeros, así habían decidido llamarlos.

Los papeles con las anotaciones estaban regados aquí y allá, dibujos tapizaban la duela de madera, y las tazas de té chai sabor vainilla humeaban, ambos ocupantes de ese cuarto estaban sentados en posición de flor de loto, tratando de no perder la paciencia, y la verdad era que Mu no sabría qué habría hecho si Shaka no le ayudaba con eso, ya que Shura tenía que hacer muchas otras actividades, Marín era más de atlética, buena para mantener en alto los ánimos para competir, y de Camus ni hablar, a veces era muy cuadrado, y se le dificultaba mostrar soltura de alma, su única opción fue pedir consulta a su muy bello, sabio, sereno e iluminado "crush", que aceptó de inmediato.

-Gracias Shaka, me has salvado de la ira de mis compañeros y mi padre, tenemos casi todo listo, lamento quitarte tu tiempo que deberías usar para descansar.

-No hay problema, igual sabes que muchos de mis ratos libres son para meditar, un amigo siempre me recomendó ser más sociable, porque me abría un poco más con él, así que digamos que estoy siguiendo sus muy atinadas recomendaciones.

-¿Ese amigo es Aioria?

-¿Cómo lo supiste?

-Soy observador, noto que se tienen en muy alta estima, nadie me lo tuvo que decir.

Shaka enfocó seriamente su mirada azul, en la verde de Mu, él lo leyó como un libro abierto, cosa que muy pocos tenían la capacidad de hacer, cada día se intrigaba más por acercarse más a ese delicado ser, que era tan distinto de su primer amor, su corazón resonaba al compás del otro, y notó cierta preocupación por parte del chico que impartía la materia de Química en esa famosa escuela, con mucha lentitud, acomodó un mechón de cabello lila atrás de la oreja del otro, le acarició la mejilla y le dio un beso en la comisura de sus labios, y el tiempo se paralizó, y dejó de fluir, el peso del hombre de largos cabellos dorados como el sol, le fue ganando al de ojos color esmeralda, hasta quedar acostados entre todos los cojines, no se oía más que la campana en la ventana que sonaba con el viento griego.

Mi amado Doctor (MiloXCamus)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora