Cásate conmigo

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El crepúsculo teñía el cielo de arreboles, nubes blancas transformadas en una danza rojiza anaranjada, anunciando que el manto de la noche se aproximaba, con el silencio, las notas de la música aún bajas se impregnaban en el inconsciente y en el alma, la tranquilidad de estar en una paz ficticia, porque juntos las cosas no eran tenues, remolinos intensos de sentimientos volando por todo el espacio, la habitación inundada en una sugestiva iluminación los acompañaba, bañándolos en la fragancia despedida por el amor que los rodeaba, fortalecida por los lazos tejidos por sus recuerdos, unidos por sus besos, elevados al firmamento a causa de sus pasiones, consagrados el uno al otro por sus juramentos mudos.

Las sombras que se trasfiguraban por sus movimientos suaves, devotos a la adoración de su amante, se imponía como el mayor de los espectáculos en una cálida velada, próxima a alargarse por los cuidados que el joven francés le otorgaba a Milo, que lo había procurado desde que le dieron de alta en el Hospital, desde entonces pasó cada segundo cuidándolo, comprometido a sanar sus heridas, mudándose temporalmente al departamento del griego,sin temor de dejar solo a su hermano, ya que Dégel lo comprendió y lo apoyó, además de aprovechar para dedicar su itinerario a estar cerca de Kardia.

En esos días, debido a los analgésicos para soportar el dolor, el peliazul dormía largos periodos de tiempo, y entre cada abertura de sus párpados, no podía encontrarse con una imagen más bella, el perfecto rostro de Camus le daba la bienvenida al mundo, reconfortándolo por encontrarse a su lado, dejándose consentir en sus manos, la recuperación era el paraíso, estaba tan enamorado de él, que al despertar nuevamente, no pudo contener sus impulsos de tomar con cuidado sus mejillas, y acariciarla con sus dedos, para acercarlo y darle un tierno beso en los labios, al terminar, las dulces palabras de Milo trajeron a la realidad al de cabellos aquamarina, que lo miró con la más cálida de las sonrisas.

-No sabía que ya había oscurecido..., y que los ángeles venían a visitar a los demonios.

-¿Qué cosas dices Milo?, no eres un demonio..., todo lo contrario mon amour.

-Es que... a veces pienso que nadie es digno de ti, ni siquiera yo, disculpa que me tengas así.

-No seas ingenuo, estoy contigo porque todo es mutuo, mírame, llevo como mil reencarnaciones volviendo a ti.

-Eso de las mil reencarnaciones me hace reír, aún no puedo creer toda historia oculta que hay entre nosotros, con razón me impactaste tanto cuando nos conocimos.

-Dirás cuando estaba horrible, desangrándome en una camilla rodeado por paramédicos.

-Oh no amor, tú en cualquier ángulo eres hermoso, me alegra que estés aquí.

-¿Hay algo que pueda hacer para que estés más cómodo?

-Se me ocurren un par de ideas, pero lamentablemente no tengo fuerzas para arrancarte la ropa y hacerte mío, hacer que gimas mi nombre, mientras suspiras en mi pecho, cuando sientes que te tomo por completo, y los escalofríos te dominan derramando tu orgasmo entre los dos...

Camus no fue capaz de responder,  porque la sangre salió disparada en acelerados latidos, directo de su corazón hasta su los lados de su cara, Milo lo observaba con los ojos cargados de deseo, ¡ese escorpión era insaciable!, aunado al hecho que desde un mes atrás no hacían el amor, ocasionado por el exceso de trabajo del Doctor, más su batalla final, y la convalecencia a la que tuvo que ser sometido, ¡de la cual todavía no se recuperaba!, por ende estaba descartado el hecho de intimar físicamente, claro que al chico Antares eso no le importaba, y como podía trataba de seducir a su Cam a cada oportunidad que se le presentaba, se le insinuaba, lo provocaba con sugerentes besos húmedos a las yemas de sus dedos, y eróticas mordidas a la sensible piel de su novio cuando éste se acercaba lo suficiente para arroparlo, y el final siempre era el mismo, con un Camus sonrojado, excitado, y realizando esfuerzos sobrehumanos para recuperar su autocontrol.

Mi amado Doctor (MiloXCamus)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora