Amor con sabor a vino (parte I)

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Advertencia: capítulo con contenido adulto, lee bajo tu propia responsabilidad, sin más que decir, disfruta mucho tu lectura.

Los verdes campos inundaban su vista, el enervante aroma de los frutos de la vid, se colaban en el aire para llegar directo hasta sus pulmones, la temperatura era perfecta para pararse a disfrutar de los vitales rayos dorados del sol, el camino de asfalto fue cambiando paulatinamente a uno de tierra fértil, envolviéndolos en una cruzada, que los llevaba de vuelta a lo esencial de la naturaleza.

Hacía mucho que no disfrutaba de la maravillosa imagen de las blancas nubes enmarcando el espectáculo del cielo azul, del tenue impacto que la brisa en provocaba en su piel. Ese fin de semana, el elegante Mercedes de Dégel, fue cambiado en esos dos días, por una camioneta Jeep color plomo, ideal para atravesar los espacios que requerían de un automóvil todo terreno, cortesía de sus padres, que se preocupaban más que nunca por su comodidad, argumentaban que si no podían estar cerca de ellos, por lo menos les darían las facilidades necesarias.

El canto de las aves, les enviaban esperanza en un lenguaje no conocido, que era entendido como una bienvenida sin límites, para que disfrutaran un momento de tranquilidad en medio del caos que reinó su vida en los últimos días, tal vez meses, conforme se adentraban en los territorios del viñedo, las uvas se hacían cada vez más presentes en su deliciosa y exótica forma redonda, tentadora tanto para comer, como para beber en forma del exquisito vino, era una visión casi erótica.

El suave movimiento de la camioneta que franqueaba una que otra piedra, era una forma de arrullo a su lastimado corazón que aún lloraba en silencio la ausencia de Milo, y a pesar de ir con el firme propósito de olvidarle, Camus no lograba alejarlo más de 5 minutos de su cabeza, estar tranquilo, era una misión difícil de lograr, aunque estar con su hermano, en tan maravilloso sitio lo ayudaban a sentirse un poco mejor.

Tras el lapso de veinte minutos, llegaron a una casa color borgoña al estilo campestre, con un enorme jardín, custodiado por un roble de una altura inmensa, como mudo guardián, protector a base de sus fuertes ramas, y su acogedora sombra, también se encontraba una piscina de tamaño mediano, que a lo lejos simulaba ser un espejo a causa de su agua cristalina. Con cuidado, Dégel se identificó en la entrada del portón metálico de rejas negro, por medio de una llave de acceso, aparcando la camioneta a unos metros del roble.

Al más joven de los franceses, le impresionó la belleza rústica de la propiedad, el lugar emanaba un aura de intimidad y complicidad para quien la visitara, con la curiosidad a flor de piel, se bajó del automóvil sin reparar en que su equipaje seguía en la cajuela de la Jeep, se dirigió a la piscina, el agua le llamaba de una manera hechizante, estar rodeado del líquido responsable de toda existencia en la biósfera, le energizaba el espíritu, y sin reparar mucho en las consecuencias, se retiró como pudo el suéter, los pantalones y los zapatos y se sumergió en ella, ni siquiera escuchó los reclamos de su hermano mayor, lo único que le interesaba era flotar, despegarse virtualmente de la gravedad, y ser libre de su sufrimiento, de los recuerdos, del amor...

Lamentablemente para él, tuvo que salir a la superficie para respirar, el oxígeno en su sangre se sintió como una bala de aire frío en su cerebro, que lo hizo pensar mejor las cosas, al ver al chico de largo cabello verde, mirándolo acusadoramente a través de sus gafas, pero Camus no se arrepintió de nada, al contrario, al observar que Dégel no traía nada de importancia junto con él, puesto que las llaves, su cartera y su celular eran visibles en la mesa del comedor para jardín blanco, se atrevió a hacer algo que quizá le traería problemas, y lo jaló por la manga de su camisa, hasta que perdió el equilibrio, cayendo en las profundidades, se miraron en el tono azulado del fondo de la alberca, amatista contra amatista, conexión fraternal intacta a través del tiempo, después, ambos nadaron para reencontrarse arriba, y reír, rieron como nunca, igual que hace años en sus paseos por las afueras de París, nada debería ser realmente malo, si se tenían el uno al otro.

Mi amado Doctor (MiloXCamus)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora