4.

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Tomás.

seamos socios.

le dije a quien todos conocían como Mecha, ella frunció su ceño y soltó una carcajada llena de ironía.

— ¿quién te hizo pensar que yo necesito un socio? — preguntó entre risas — mira crackero, empecé sola, sigo sola y me voy a morir sola.

— muy positiva por suerte sos.

— nacemos y morimos solos — escupió algo seca, con cada palabra que soltaba lanzaba cuchillos a los demás, al parecer estaba siempre a la defensiva, preparada para atacar — olvídate, eso nunca va a pasar, no quiero ni necesito un socio.

— necesito la guita linda.

— te dije que linda no, hermosa — repitió y yo mordi mi labio involuntariamente, al parecer su mal carácter era el que cautivaba mi ser — yo también la necesito, vos estás con tus amigos, yo estoy sola

— ¿cómo sabes que estoy con amigos y no solo?

— porque nunca te vi por acá, por lo que imagino que llegaste hace poco y nadie entra a los pabellones porque si, si fueses cualquiera ya tendrías un tiro en la cabeza, pero no, seguis vivo, así que a alguna banda perteneces.

— soy de la banda del Troca.

su cara cambió por completo, esa sonrisa irónica que tenía se borró, ahora su expresión era totalmente seria, parece ser que lo conoce y que no le cae muy bien.

— tomatela, dale. — habló cuando se colgó su mochila y puso un bolso más chico en el canasto de su bicicleta, ahora era yo el que soltaba una carcajada — ¿de qué te reis?

— ¿en eso vas a entregar las flores?

— ¿qué tiene? — se cruzó de brazos — disculpame por no tener un Ferrari, mañana me compro tres, pelotudo.

— más respeto con los mayores pendeja.

— no me hables así pedazo de atrevido. — se sentó en su bicicleta y soltó un suspiro — siempre entrego en moto, pero se la llevó mi primo.

— así que tu primito primero se la pone a la piba equivocada y después se escapa.

— no te metas, recién llegaste acá, no tenes bardo con él así que no lo ataques para agradarle a tu grupito — lo defendió, si tuviera que asignarle un espíritu animal, de seguro seria una leon — ellos saben muy bien que si le hacen algo a Ysy, mato a toda su banda, aunque pierda varios clientes por eso.

— dijiste que no te ensuciabas las manos.

— por mi sangre si.

— bueno andate — le dije y me miró sin entender — mira todos los paquetes que tenes para entregar...

— es que no vendo solo flores.

— ¿y qué vendes?

— todo tipo de droga que te puedas imaginar. — confesó, se la veía cansada y sus ojos marrones escondían una tristeza muy difícil de descifrar, pero yo también era un alma vacía y me había dado cuenta que estaba mal — ¿esa es tu moto?

— sí. — afirmé cuando me senté en ella — ¿querés que te acompañe a entregar? se te van a reír en la cara si llegas con una bicicleta, no te van a tomar en serio y ya no vas a ser la reina de esta pocilga de barrio

— más respeto con la villa ¿o de donde venis vos, de la Casa Presidencial?

— de Neuquen, hermosa. — sonrió cuando por fin la llamé como ella quería — ¿te llevo? digo, así haces más rápido y si querés después te invito unas flores con una birra de por medio.

— un fernet con coca.

— trato.

sonreí victorioso, siempre conseguía lo que quería y no era de entablar conversaciones con pibas, más que para encararlas y así poder cogermelas y después irme antes de que despierten, cuando no tenes corazón, no te importa lastimar el de los demás, el dolor ajeno a veces disminuia el propio.

la morocha agarró sus paquetes junto a su mochila y se posicionó delante de mi moto.

— ¿qué?

— vos atrás, yo manejo. — ordenó y yo negué con la cabeza y una risa irónica en el medio — no pienso dejar que me lleven, te pones tus lentes de sol y tu capucha para que nadie te reconozca y vos vas atrás ¿no querías ser mi socio? por algo se empieza, lindo.

revolee mis ojos al escuchar como me llamó con sarcasmo a lo último, me bajé de la moto esperando a que ella suba para después volverme a subir y arrancó, con todo, iba demasiado rápido, pero al menos sabía manejar y eso me sorprendía.

— llegas a decir algo al respecto de como manejo por ser mujer y te rompo la cabeza acá nomas — murmuró y sonreí por lo bajo, me leía el pensamiento, increíble.

— siempre preparada para atacar vos nena, sos muy chiquita para estar así de estresada.

— tengo dieciocho años para tu información — era chica pero punto a mi favor, al menos era mayor — y nunca sabes cuando alguien va a venir a clavarte un puñal

— ¿de quién sos la hermana?

— ¿eh? — preguntó sin entender — de nadie, estoy sola te dije.

— pasa que la mayoría de las pibas de la villa son todas hermanas, mujeres o madres de alguno de estos

— estos te daban dando de comer hasta hoy — los defendió — no tengo hermanos, soy yo y nadie más, además yo no soy la mayoría.

— ¿y tus viejos?

— ¿qué sos el fbi flaco? — me preguntó cuando volvió a subirse a la moto después de la última entrega — estoy sola y punto, a partir de eso create las historias que quieras.

— capaz con el fernet de por medio me contas toda tu historia.

negó con su cabeza y siguió manejando hasta su pabellón, se bajó en la puerta de su casa y minutos después salió con una botella de coca y otra de fernet

— dije que te invitaba yo.

— es que quiero que te vayas, así que cuanto antes mejor. — me sonrió falsamente, esta piba era más difícil que ninguna otra que haya conocido, por eso me movía tanto el piso — ¿cómo te llamas?

— crackero, cenfe, cerreo, son mis akas

— no me decís tu nombre, me gusta, yo tampoco lo digo

— ¿el mecha no es un apodo de Mercedes?

— ¡no! — soltó una carcajada y empezó a preparar el fernet en una botella que había cortado previamente — ¿me viste cara de vieja chota? — reí y negué con mi cabeza — mecha es por mecha corta, es una boludes lo sé pero que se yo, me lo puso mi primo y me pinto dejarmelo

— no solo mecha corta sino que excelente preparando los fernet — respondí cuando di un trago de la botella y había quedado fascinado con el sabor — ¿entonces, qué decís socios?

— no — bufé — discúlpame, no te conozco de nada no puedo confiar así porque si en vos

— claro ¿y vas a ir a entregar los pedidos en bicicleta como si tuvieras cinco años? hacete las dos colitas en el pelo de paso.

— la concha de la lora — maldijo por lo bajo y empezó a tomar varios tragos de su fernet — tenes razón, mi primo no sé cuando va a volver y vos tenes moto...

— ¿entonces, socios?

— digamos que vas a ser mi chófer y ni siquiera, yo manejo, vos me prestas tu moto y te quedas en las entregas y agradece que te estoy haciendo este favor porque después de que vendiste flores en mi barrio debería haberte tirado en una zanja

— deja de atacarme, yo no te voy a clavar un puñal socia

— que conste que es hasta que me consiga otra moto.

ruinas | cro y cazzuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora