8.

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Tomás.

mecha dormía plácidamente y yo la miraba.

la miraba. la miraba mucho. demasiado la miraba. la había mirado tanto que ya sabía el número de pestañas que tenía.

no encontraba defectos en su rostro. no los encontraba en ella.

un nuevo punto a mi favor es que al menos se había abierto conmigo un poco, me había confesado su identidad, o más bien parte de ella.

me di cuenta que le costaba confiar en los demás y por la tristeza de sus hermosos ojos marrones, pude darme cuenta lo lastimada que estaba, pero debían ser tantas sus heridas que no era capaz de imaginarme la cantidad de cicatrices que tenía. 

y mientras la miraba las palabras de H diciéndome que sentía cosas por ella, resonaban en mi cabeza y no entendía. ¿es posible sentir cosas por una persona que conocía hace un mes? era posible, tenía que serlo porque yo las sentía y no sabía exactamente que era este sentimiento, cuando uno es pobre no le enseñan las cosas más importantes de esta vida, no le enseñan a amar. ¿entonces cómo puedo hablar de amor, si nunca me lo dieron? nunca lo sentí. ¿cómo puedo sentir algo que nunca me enseñaron? pero algo sentía, mi corazón latía a mil por hora cuando estaba con ella, mi estómago se revolvía y mi cabeza la traía a mi mente cada dos segundos a la morocha que ahora dormía frente a mí; y eso algo debía significar, algún sentimiento debía ser ¿el famoso amor, tal vez?

— ¿en qué pensas? — preguntó mecha cuando abrió sus ojos lentamente y me encontró mirándola.

— en vos.

¿se sonrojo? si, se puso colorada, eso quiere decir que detrás de ese papel de piba bardo, de piba piola hay un corazón y yo tengo que encontrarlo, intentar reanimarlo.

— tenemos que ir a entregar. — asentí con la cabeza y me levanté como pude, aunque no quería de la cama, para colocarme mi remera — ah, hay algo que no te dije... — ladee mi cabeza para mirarla — te pedí que me lleves a La Matanza porque ahí está mi hermano ¿vos, me podrías aguantar?

— no sé si te acordas, que soy de la banda del Troca, si me mostras donde está tu hermano, capaz voy y lo delató.

— no creo que quieras morir — dijó fulminandome con la mirada — además, confío en vos crackero.

una sonrisa se formó en mi rostro, me volvía loco que me llame por mi apodo; ella también se levantó y empezó a meter los paquetes en su mochila y en la mía. 

no tardamos en colgarlos nuestras mochilas y subirnos a mi moto para entregar primero por toda la villa y ahora si, directo a La Matanza; apenas entramos al barrio, gracias a la espalda descubierta de mecha pude ver como le había causado escalofríos, tenía la piel erizada y ¿cómo no? había vuelto a su barrio.

— ¿entras o me esperas afuera mr. chamuyo? — me preguntó cuando estacionó en la puerta de una casa, no muy diferente a las que había en nuestra villa.

— ¿vos qué querés que haga?

ladeo su cabeza y me agarró del brazo para hacer que entre con ella a la casa. una figura pequeña apareció y corrió hacia mecha, quien agarró al nene con fuerza, me di cuenta que se trataba de su sobrino.

— ¡tía Ju...! — el nene iba a decir su nombre, pero ella le tapó la boca, yo reí por adentro.

— no digas el nombre de la tía delante de extraños.

— ¿mecha? — la voz de un pibe se hizo presente, ella giró y su careta de puba fuerte se cayó, porque ahora estaba llena de lágrimas y corrió a abrazar a quien yo creo que era su hermano — ¡estás bien!

— más vale que estoy bien,  te dije que a mi nadie me va a tocar un pelo. — al separarse, el pibe me miró, de arriba a abajo y después la miró a ella — él es crackero, me está ayudando con el negocio ahora que no estás

— ¿qué onda? — me estiró la mano y yo le choque los cinco — de eso te quería hablar... — se puso serio y fijo la vista en su hermana — ojalá te lleves bien con el porque te va a tener que ayudar por un largo tiempo.

— ¿qué decís?

— no voy a volver mecha. — le avisó y ella se alejó de él, estaba enojada pero sobre todo triste — no puedo volver.

— ¿y me vas a dejar sola? — se indignó — todo este quilombo va a pasar, Troca va a conseguir otra mina y se va a olvidar y vos vas a poder volver...

— mató a puñaladas a la única persona de la cual fui capaz de enamorarme, estaba embarazada mecha, de mi. — ella abrió su boca, sorprendida, no solo había muerto la "amante" de su hermano, sino que el hijo de él que esperaba dentro, por lo tanto, sobrino de mecha — ¿te pensas que se van a olvidar? — rió triste — no van a ir por mi si vuelvo, van a ir por Bruno y yo no puedo permitirme perder otro hijo, no sobreviviría.

— ¿y a dónde vas a ir?

— voy a conseguir un trabajo y en cuanto me paguen me voy a ir de este barrio de mierda, quiero progresar, quiero salir de la villa y vos deberías hacer lo mismo, con lo que ganas vendiendo ya te podrías haber ido hace bastante.

— no me voy a ir, no me olvido de donde vengo.

— te recuerdo que venis de acá y acá no estas — ella se agachó y le dio un beso al nene en la frente y después volteó a verme a mi — dale hermana, podemos empezar de cero otra vez, en un lugar en el cual tengamos derecho a querer a otra persona y que esta no corra el riesgo de morir ¿o ya te olvidas de lo que le pasó a Mauro?

— al menos yo no esperaba un hijo de él.

escupió esas palabras llenas de odio, de bronca y me agarró del brazo arrastrandome hacia fuera.

— no le podes decir eso loca, sos una bestia.

— ¡no te metas!

me gritó, en cualquier momento explotaba, me limité a no contestarle porque sino íbamos a terminar a las piñas y no quería dejarla sola, no ahora que realmente lo estaba.

me subí a la moto después de que ella se subiera y empezó a conducir hasta la casa, el viaje fue en silencio, un total e incómodo silencio.

— me voy — le avise cuando se bajó de la moto y entro a su casa dando un portazo — flaca, se saluda antes de que entres por sino te enseñaron.

— déjame de joder wacho, andate.

— ¿segura que vas a estar bien sola?

tragó saliva tan fuerte que la escuché. la agarre del brazo y giro a verme. por fin, una vez más se sacaba esa máscara y me miraba a los ojos. estaba hecha mierda. se acercó prácticamente corriendo a mí y colgó sus manos en mi cuello. la sostuve de la cintura con mis ambos brazos, apretandola contra mi y fue ella quien cortó los centímetros de distancia que había. chocó sus labios contra los míos. con furia. con lujuria. desesperada. probar sus labios se sentía como si estuviera mordiendo la manzana prohibida que mordió Eva en el Eden. más bien, besarla, era sentirse en el Eden, en ese paraíso. si bien había dejado la escuela cuando llegué a secundaria, la primaria me había alcanzado para conocer la historia de Adán y Eva. así me sentía mientras la besaba. yo era Adán y ella era Eva, la culpable de hacerme caer en sus ruinas.

— no te vayas... — habló sobre mis labios — quédate a dormir.

— ¿qué excusa vas a poner hoy para que me quede?

— ninguna — soltó — quiero que duermas conmigo, creo que...

— ¿qué? — reí, estábamos tan cerca que sentía nuestros corazón latir a mi y al parecer el suyo estaba a punto de explotar — ¿qué crees?

— te necesito crackero.

ruinas | cro y cazzuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora