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Julieta.

no entendía. no entendía como de un día al otro se había ido todo a la mierda. estuve un mes entero pidiendole a todas las fuerzas del universo volver a ver a Tomás y cuando por fin lo hago, lo salvó de la muerte y me amenaza con matarme. no podía sentirme peor y había prometido no sentirme mal por nadie jamás. no sabía si arrepentirme de los meses que estuvimos juntos a escondidas. de ese amor que me salvó por un tiempo. o si dar las gracias por haber tenido la "suerte" de aunque sea una vez en la vida, experimentar lo que es el amor. pero ahora duele tanto y según lo que leí, el amor no duele ¿o sí?

mi celular empezó a sonar, prendí la pantalla y vi la cantidad de pedidos que tenía. había estado un mes sin trabajar, sin siquiera moverme de la cama por el dolor de haber perdido a Tomás y no iba a permitir que eso haga que me pierda a mi misma. no de nuevo.

me levanté de la cama y puse todos los paquetes en mi mochila para después salir a repartir, ahora que no contaba con Tomás, tenía que hacerlo caminando.

Tomás duele y como duele. duele como si hubiese sido mi novio, cuando no lo fue. nunca supe bien que éramos. nunca le pusimos nombre a nuestra relación, pero ese algo entre medio de la nada y el todo que teníamos, dolía más que cualquier otra relación.

— ¿qué haces acá?

escuché la voz de Sol detrás de mi y voltee a verla, se encontraba de brazos cruzados y yo volviendo de entregar el último pedido que había sido en su pabellón.

— ¿vendo droga? — pregunté obvia — creo que vos y todos los que se juntan con Lucas, sufren de algún trastorno de la personalidad, seguro sea bipolaridad sino, no se explica.

— la reina del humor sos Julieta. — soltó una risa irónica y me fulminó con la mirada — ¿qué querés que haga, qué corra a abrazarte? casi matas a mi novio, nena.

— tu novio, es un hijo de puta y casi mata al...

— ¿al tuyo? — me interrumpió y desvíe la mirada, no podía llamarlo así a él, porque nunca fuimos nada aunque quisimos serlo todo — Lucas es la mejor persona que conozco, pero desde que Tomás mató a su hermano, cambió completamente y yo sigo acá, porque tengo la esperanza de recuperar a mi novio, en cambio vos, defendiste a alguien que nunca fue nada tuyo...

— ¿vos sos joda? ¡vos fuiste la que vino corriendo a decirme que a Tomás lo iban a matar!

— ¡nunca, pensé que le ibas a disparar!

— ¿sabes qué? — me acerqué a ella y alzo su ceja — me cansé de esta situación de ver quien es el más poronga del barrio, ese papel nos queda muy grande a todos y decile a tu novio, si sobrevive que por tener un arma no es el dueño del barrio.

la empujé y seguí caminando para volver a mi casa.

definitivamente, tenía que comprarme una moto, no podía seguir recorriendo el barrio sola, teniendo droga encima, si la policía llegaba a agarrarme, no iba a salir más de la cárcel o peor todavía, si la banda de H me agarraba, iba a terminar en una zanja.

me acosté en la cama y decidí prender un porro, agarré mi teléfono y solté un largo suspiro al ver el fondo de pantalla. ¿cuándo me había convertido en ese cliché de piba enamorada? había prometido nunca sentir nada por nadie, intenté convencerme a mi misma de que no creía en el amor, que este no existía, hasta que lo conocí; y me volví estúpida por él, al igual que todas las chicas cuando les gusta alguien. entré en galería y me puse de fondo de pantalla a mi hermano, a quien más necesitaba incluso más que a él ahora que estaba en ruinas, pero él tenía una mejor vida lejos de mí ahora y no quería arrastrarlo conmigo de nuevo.

 entré en galería y me puse de fondo de pantalla a mi hermano, a quien más necesitaba incluso más que a él ahora que estaba en ruinas, pero él tenía una mejor vida lejos de mí ahora y no quería arrastrarlo conmigo de nuevo

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miré extrañada la pantalla y me sobresalté al escuchar un golpe fuerte en mi ventana.

— ¿qué haces acá?

le pregunté de mala gana y él solo se limitó a apagar el cigarrillo que estaba fumando, se subió a su moto y me señaló el asiento.

— subite, ahora.

ordenó y al principio me negué pero después de ver sus ojos llenos de ira sobre mí terminé accediendo y apenas me subí, arrancó, empezando a manejar a máxima velocidad lo que me impulsó a agarrarme fuerte de su estómago y cerré mis ojos al sentirlo tan cerca, otra vez.

— ¿a dónde estamos yendo? — pregunté al ver lo lejos que estábamos de nuestro barrio — ¿me estás llevando a un descampado para matarme, qué pasó, se murió tu querido hermanito?

— cállate.

frenó de golpe la moto y reconocí el barrio lujoso en el que estábamos, me bajé de esta y lo miré sin entender, él estaba apretando sus dientes, incapaz de mirarme a los ojos.

— dijiste que querías volver a verla... — rompió el silencio y levanté mi cabeza, fije mi mirada en la ventana de esa casa y pude ver a mi hermana, quien ya no llevaba el color violeta de hace dos meses, ahora era marrón — y yo cumplo con mis promesas.

— gracias, supongo.

me acerqué a la casa, tratando de que Malena no me viera y me quedé aproximadamente diez minutos observandola. una sonrisa se formó en mi rostro y entendí, que estaba mejor sin mí. que siempre íbamos a estar conectadas, teníamos la misma sangre. pero ahora, cada una tenía su propia vida y seria muy egoísta de mi parte aparecerme de la nada en la suya, porque yo no era feliz y ella parecía serlo. así que decidí volver con Tomás y sentarme en su moto nuevamente porque entendí, que a veces lo mejor era dejar ir a una persona, al igual que estaba en una guerra interna conmigo misma intentando decidir si dejarlo ir a Tomás o luchar por él.

— ¿ya te querés ir? — preguntó un poco desconcertado.

— ya la vi ¿no?

respondí en un tono obvio y él empezó a manejar de vuelta al barrio, todo el viaje en silencio. 

después de treinta minutos, llegamos a la puerta de mi casa y cuando él volteó a verme para que me bajase de su moto, me aferre fuertemente a su cuerpo, abrazandolo por detrás, olvidandome de todo lo que había acordado con mi mente horas atrás, de no volver a estar mal por alguien nunca más.

— Julieta, entra a tu casa por favor...

— ¿posta Tomás?  — pregunté y no respondió, me separé lentamente de su cuerpo y me bajé de la moto — ¡te salvé la vida!

— ¿a cambio de la muerte de mi hermano? — escupió de mala gana y yo negué con mi cabeza, me había decepcionado, por primera vez — si vine hasta acá fue para cumplir la promesa que te hice y para no deberte nada pero... — desvió su mirada y soltó un largo suspiro — si H no llega a despertar, te juro que me las vas a pagar.

terminó de decir y se fue. me dejó sola. me amenazó de muerte, otra vez. al menos así, pude terminar de debatir conmigo misma y darme cuenta, que lo mejor iba a ser dejar ir a Tomás Campos, para siempre.

ruinas | cro y cazzuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora