38.

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Tomás.

empecé a caminar por la villa, mi amigo el cigarrillo me acompañaba, como siempre. caminaba y a lo lejos se escuchaban tiros, gritos. se había vuelto un caos. todo se había descontrolado. a lo lejos visualice un patrullero. recordé que habían hecho allanamiento en varias propiedades y ahora había un yuta en cada esquina. doble una cuadra y vi como una casa se prendía fuego, pero no había bomberos, ni tampoco policías. claro, solo servían para cagar a palo a los pibes de la villa, no para salvarlos.

— por fin te cruzo wacho...

giré al escuchar esa voz y me encontré con Chulu, estaba totalmente drogado y su mano izquierda sostenía un 38 corto.

— ¿venis a terminar lo que empezó tu hermano?

lo provoque, se había enterado de que yo fui el responsable de la muerte de su medio hermano y ahora no paraba de buscarme a escondidas de H. pero estaba tan fuera de si que disparó y la bala terminó en el suelo, eso me dio tiempo de sacar mi revólver del pantalón y apuntarlo a él ahora.

— mira que ya lo mate a él, a vos también.

— ¡baja el arma wacho!

— ¡bajala vos gil! — grité, me apuntó, me apuntó bien esta vez — quien dispara primero gana.

los dos nos miramos con odio y cuando estaba a punto de apretar el gatillo, él disparó, con tanta mala suerte que le dio a mi revolver, dejándolo en el suelo, ahora sí, estaba muerto.

— ¡no seas cagon! — exclame — ¡es un duelo esto!

— fuiste gil.

dijo y cerré mis ojos, toda mi vida pasó por mi mente en tan solo unos segundos, lo poco que viví con mis viejos, mi abuela, el único perro que tuve, mi amistad con H y ella, el amor de mi vida, su cara y su cabellera negra estaban en mi cabeza y yo me despedía, ya lo habíamos hecho, pero si yo seguía con vida era por la esperanza de volverla a encontrar, de que la vida nos vuelva a cruzar, pero esa esperanza estaba muriendo, me estaban por matar.

un disparo se escuchó, pero a mi no me dió, abrí mis ojos y cuando mi vista enfocó, Chulu estaba tirado en el suelo, levanté mi vista y la vi; refregue mis ojos pero no era una ilusión, Julieta estaba ahí, apuntando con un revólver en la mano, lo bajó cuando me vio mirarla.

— me salvaste.

hablé como pude y me acerqué a ella, tan linda como siempre, sentía que no la veía hace años, pero solo fueron meses, dos en los que todo el barrio se había ido a la mierda. dos en los que no volví a cruzarla. dos en los que estaba en ruinas.

— otra vez.

— ¿cómo estás? — preguntó preocupada buscándome alguna herida, pero la del corazón no se puede ver — ¿para qué está la yuta en cada esquina?

— me pregunto lo mismo.

me miró, yo la miré,  mis ojos se llenaron de lágrimas y como siempre, fue ella quien dió el primer paso, me abrazó fuertemente, y yo por fin en su hombro, respire, me sentí vivo otra vez, hace minutos estaba a punto de dejarme morir, pero ahora sentía que nacía, otra vez.

— ¿vos sabes que yo siempre te amé no? — habló, su voz estaba quebrada — con toda mi alma Tomás.

— yo te amé a vos — dije igual que ella, roto — todavía te amo mecha. — rió al escuchar como la nombre y nos separamos lentamente — te amo.

pegamos nuestras frentes y la tomé del rostro para acercarla a mi y chocar sus labios con los míos, ahora entendía la frase que ella se había tatuado hace unos meses "sentir que estoy viva" y es lo que siempre sentimos al estar juntos, sentíamos la vida, la vivíamos, nos sentíamos vivos.

— me salvaste la vida loca, tres veces.

— pude. — me sonrió empapada en lágrimas y yo besé su frente — me voy de la villa.

— ¿sí? — pregunté intentando sonreír, pero el hecho de no verla más me partía — ¿a donde?

— a Villa La Angostura, parece que el título villa me persigue, pero, es un lindo lugar — dijó graciosa — por fin el negocio va a ser tuyo.

— yo solo quería que vos fueras mía.

— y lo fui Tomás, fui más tuya que mía, siempre te voy a pertenecer.

capturó mis labios una vez más y como si de una película de esas de la tele se tratase, empezó a llover, las sirenas de la ambulancia se escucharon a lo lejos, venían a apagar el fuego de la casa que se estaba quemando hace más de media hora.

— sé feliz Julieta, viví. 

me abrazó y lo sentí eterno, una vez más nos estábamos despidiendo, nuestras almas se estaban despidiendo.

— no me olvides. — le pedí — yo no te voy a olvidar.

— imposible — sonrío, triste — salí de las ruinas Tomás.

— no puedo, sin vos estoy en ruinas.

FIN.

¿QUÉ LES PARECIÓ?

ruinas | cro y cazzuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora