Nariz doblemente rota

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Alexandra sentía que su cuerpo se quería partir en dos. Su cabeza palpitaba al punto de provocarle náuseas, su muslo, ese tenía vida propia y su torso se resentía a cada forzoso movimiento de la superficie donde ella estaba recostada. El olor a sangre era muy fuerte a su alrededor y estaba acompañado de voces. Voces que no reconocía y tampoco podía enfocar que decían. Estaba muy mareada para eso. Para su tranquilidad la inconciencia la volvió a envolver.

No sabía cuánto había pasado, tal vez minutos, horas, días. Estaba confundida, sus ojos se negaban a abrirse una vez la conciencia volvió a cobrar fuerza. Se sentía sumamente débil, pero un dolor superior a todo lo que había sentido antes subió desde su pierna alertando todas las neuronas de su cabeza. Sus ojos se abrieron de golpe.

-Al fin despiertas- un hombre de cabello negro, muy largo y alborotado estaba arrodillado frente a ella, una de sus manos presionaba con agresividad el lugar de su muslo donde se encontraba su herida, manchándola de sangre.

-Eso duele, imbécil- Alexandra logró articular antes de levantar su pierna sana y estrellar la suela con fuerza, contra la nariz de aquella persona que retrocedió torpemente cayendo sobre su trasero aguantándose su ahora fracturada nariz.

Este parpadeó varias veces, para llevarse las manos a la nariz conteniendo el reciente sangrado. Miró a la mujer que dejó caer su miembro y su cabeza como si volviera a perder la conciencia. Alexandra jadeó y apretó los ojos intentando enfocar que estaba pasando pero tenía que utilizar todas sus fuerzas para no gritar. Había sentido dolor en su vida, varias veces y comparado con este, pero eso no quitara que fuera insoportable.

Una mano se estrelló al costado de su rostro y el hombre destilaba veneno por los poros. Alexandra iba a repetir el mismo movimiento pero encontró que este había atrapado su tobillo manteniéndolo en el suelo.

-¿Quién te crees que eres para golpearme?- le gruñó pero tampoco se esperó que ella levantara la pierna herido y con su rodilla llegara a su mentón. Con el golpe, él la soltó y ella pateó su duro abdomen logrando separarlo aunque eso le hizo perder la poca energía que le quedaba.

-Esa fue una buena- Kaiser se inclinó al lado de su capitán examinando el daño con rostro prepotente, el cabello oscuro que llevaba recortado a la altura de su cuello y semirrecogido cayó hacia adelante Pero le faltó fuerza-

-A esa perra- se levantó con fuerza limpiándose torpemente la sangre que había quedaba- la mataré-

-Te sugiero que no lo hagas capitán- Diya se acercó a ellos, a pesar de ser el más joven, más delgado y con rasgos delicados, con un cabello castaño peinado detrás de las orejas pareciendo una persona que podía pasar por débil, nada más lejos de la realidad, podía tomar la posición de capitán fácilmente si quisiera por lo que nunca lo molestaban más de lo necesario.

-El jefe puede molestarse si muere antes de interrogarla- Yael a su lado cruzó los brazos, era raro verlo hablar y al ser el último que había entrado en el grupo tampoco sabían cómo interactuar con él. Y a eso se le sumaba su aspecto siempre sombrío y serio y su extraño cabello grisáceo oscuro.

Alexandra entrecerró los ojos estudiando con detenimiento a aquellos cuatro hombres y que por el momento parecían absortos en una conversación referente a ella pero no con ella. Todos eran altos, de cuerpos atléticos, espaldas anchas y piernas torneadas, su uniforme de tela negra gruesa se amoldaba a cada uno de sus músculos. El aura de alrededor aunque pareciera relajada contrastaba realmente con la posición de sus cuerpos directo a atacar a cualquier cosa que se moviera más de dos centímetros de forma extraña. Pero lo que más llamaba la atención era el rasgo que compartían entre todos. Aquellos ojos del color de la plata fundida, profundo y peligroso.

Bailando entre BestiasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora