Capítulo 12

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Solo sentía el escozor de las lágrimas que brotaban de sus ojos irritados

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Solo sentía el escozor de las lágrimas que brotaban de sus ojos irritados. Sus manos estaban estrujando todo lo que podían la falda que usaba, mientras miraba hacia al suelo mientras su padre y su madre la regañaban con desdén.

— ¡Pareces prostituta con esa ropa! — había soltado su padre mirándola despectivamente por la falta corta y los tacones—. Estará bueno el día que te toquen. Eso es lo que estás buscando.

¡¿Cómo me puedes decir eso?! — ella se atrevió hablar, esperando muy pronto lo que su madre diría.

¡Elsa!, te he dicho ya muchas veces que no hables mientras tu padre lo hace.

Es una insolente — su padre sacó de su mochila las calificaciones que escondía, y las miró con total asco—. Insolente y aparte estúpida.

Como la hacía rabiar esos comentarios. ¡Como odiaba sentirse estúpida!

¿Así quieres que te tomé en serio, Elsa?, ¿con calificaciones tan absurdas?

Su madre cruzó los brazos alzando las cejas al mirar por encima las notas—. ¿A qué te mandamos a la escuela?

Quizá solo sirve para abrir las piernas y revolcarse con el imbécil que la terminó— gruñó su padre mirándole con severidad. Un comentario tan hiriente y desdeñoso que lanzó para herirle el corazón.

¡Agnar! — levantó la voz su esposa, poniéndose entre su hija y él. Estaba enojada, pero ese tipo de comentarios ya iban más allá de una reprimenda por sus calificaciones y su vestimenta. No estaba de acuerdo.

Hacía algunas semanas sus dos padres se habían tomado la autoridad de leer su diario íntimo en presencia de ella. Leyendo en voz alta aquellas páginas donde escribía lo enamorada que se había sentido en su primera vez teniendo relaciones con el chico que supuestamente la amaba y luego simplemente la terminó. Ambos quedaron horrorizados al saber que su hija, de tan solo quince años, había ya perdido la virginidad que tan sagrada era para ellos.

¡Qué bochorno y llanto pasó ese día! Con sus dos padres llamándola de las peores formas al enterarse de algo tan íntimo.

Vas a dejar de ir a esas estúpidas clases de arte en las que desperdicio mi dinero — continuó Agnar pasando de su esposa—. Vas a enfocarte únicamente en la escuela. Estoy seguro que solo pierdes el tiempo.

¡Claro que no! — insistió Elsa, limpiando sus lágrimas para defender aquello que era lo único que la metía en una burbuja alejada de todo—. Sí, aun no soy buena, pero aprenderé y seré la mejor. ¡Ya lo verás padre!, estarás orgulloso de mí, lo prometo. Quiero que sientas orgullo de mí. Por eso te pido que no me obligues a dejar de ir. No quiero dejar de ir, te lo suplico.

Y la carcajada que el produjo, le hizo añicos el corazón—. La basura sirve más como un cuadro; que la basura a la que llamas "mi arte". No voy a estar orgulloso de que mi hija sea una mediocre.

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