Capítulo 1

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Deudas


Gritos fuertes de los futbolistas a la esquina del lugar, carcajadas y pláticas extrañas de los inadaptados de la clase, cotilleos chismosos de las muchachas con más fama en el salón. Alumnos tan distintos unos de otros, con los grupos de amigos demasiado cuidadosamente predeterminado donde los nuevos alumnos debían tener cierto perfil para ajustarse a cada uno. Todo era tan típicamente estadounidense que podía ser fácilmente una maldita película mal grabada para la televisión.

Muchos de los maestros difícilmente podían con tantos alumnos, con tanta diversidad con diferentes necesidades cada uno. Muchos de ellos podían llegar a ser categorizados como alumnos problema. Aunque en realidad entre los profesores las cosas no eran distintas. Profesoras chismosas y criticonas, profesores frustrados y enojados con la vida que su única diversión en ella podía ser desquitarse con los estudiantes. Todos esos parecían reliquias de lo viejos que estaban.

Por otro lado, estaban los profesores más jóvenes... casi. Algunos eran treintañeros, pero podían soportar a los estudiantes. Jack era uno de los más jóvenes de todos, lo habían empleado cuando tenía apenas veintitrés años, al que a duras penas contrataron por no tener una amplia experiencia en el área de estudiantil. Y el contrato le cayó como mana del cielo, puesto que ya había sido rechazado de varios trabajos en los que tenía su interés más alto. Durante esos tres años tomó experiencia rápidamente, aun si el empleo no era lo que él hubiera deseado, lo disfrutaba de alguna manera. Era llevadero, pero también estricto con todos sus alumnos. No dejaba que por ser joven le vieran la cara de estúpido. Podía entenderlos y llevarse fácilmente con ellos en muchas ocasiones, sin salirse del margen de respeto que merecía como profesor.

Y eso se notaba cuando su presencia estaba en aquel salón de clases. Parecía que, aunque los grupos estuvieran ya estipulados por una ley invisible, él los disolviera y mágicamente todos fueran amigos. Claro, él no era mago y no lograba eso con todos sus alumnos, pero la mayoría podía llevarse perfectamente bien.

Había tenido una no muy grata semana de vacación. Jackson moría de ganas de no estar en su casa por esas constantes quejas por parte de su mujer. Quejas sobre la factura de la luz, el agua, el internet, ¡No se pagarían solos! ¡También debía visitar a su suegra! La maldita televisión se estaba arruinando, lo que significaba tener que comprar otra, para no morir de aburrimiento. El grifo de agua caliente no servía y debía contratar a alguien para que lo reparara, como si los trastes disfrutaran de un rico yacusi mientras ellos no estaban.

Lo único bueno de estar en casa era su pequeña Adaria Evangeline. Su hijita pelirroja lo hacía feliz cada que sonreía o su manera tan extraña para llamar su atención para que él le ayudara a realizar su tarea. Eso hacía todo más llevadero.

La escuela para Jack no era solo su lugar de trabajo, le gustaba lo que realizaba. Le encantaba ser el maestro de historia de todos esos chicos. La escuela era su segundo hogar, al menos así lo veía él.

— Buenos días — saludó aquel peliblanco entrando al salón ruidoso de clases — Espero que no hayan espantado al suplente, solo fue una semana sin mí, después de todo.

James Sullivan, capitán del equipo de futbol respondió — Ese principiante no soportó el primer día aquí.

— Oh, ¿enserio? — Jack miró con diversión al notar la cara de satisfacción del chico — Pues que mal para ustedes, pues le había dejado un tema para los exámenes, pero asumo que lo echaron porque ustedes ya saben todo, ¿verdad? No hay necesidad de estudiarlo.

Al instante todos comenzaron lloriquearon, incluso los callados del salón — ¡Ay, profe! ¡No se vale! ¡No sabíamos!

— ¿Qué? Yo no les dije que echaran al suplente — ojeó su libro mirándolos a ellos por encima de sus lentes para leer — No es mi culpa que ahora ustedes no sepan nada de la guerra de Estados Unidos contra México.

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