Capítulo 6

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Una copa

— Fueron diez años en prisión, Jack — Norte carraspeó su garganta antes de continuar — Esta visiblemente cambiado, físicamente hablado. Pero eso es evidente, el tiempo encerrado le cobró su apariencia... Es mi hermano después de todo, Jack, no puedo dejarlo por ahí solo y sin ayuda...

— No te estoy pidiendo que hagas algo así — susurró observando la pequeña foto de su hija enmarcada sobre en el buró al lado de la cama — No he sentido el tiempo sin él, no creí que este día llegaría tan pronto en realidad.

— Es porque has hecho tu vida, y está bien, todos queríamos que tú recuperaras esa normalidad.

Que, en realidad, nunca había podido tener, pero omitió decir eso y dejarlo en su mente. Así como dejaba rezagados cientos de cosas para evitar decirlas en voz alta.

— No pudo evitar preguntar por ti, en como estabas... — suspiró — Fue difícil esconder esa información, sabes que es insistente. Eso no ha cambiado nada — el silencio gobernó el otro lado, Nicolás planeaba cuidadosamente que próxima cosa le diría a su sobrino — Jackson... ¿Seguro que quieres mantenerte lejos de él?

Se ponía tenso al pensarlo, en mucho tiempo no había recapacitado en lo que sucedería si su padre volviera. Le era obvio que querría arreglar lo ocurrido. La esquina de su boca se estiró en casi una mueca — Lo prefiero así por ahora... Me es curioso que se te ocurra que quiero verlo. Sobre todo, tú, tío.

— Lo sé — respondió con un gutural respiro — Sabes que no me gustan los conflictos y menos si involucran a personas que amo... Entonces no te diré más sobre él. A menos que me lo pidas, claro.

— ¿Qué tan lejos vive? — le precisó preguntar pues necesitaba saber que tan seguro estaba.

— En la misma ciudad en la que vivían, pronto recuperara su antigua casa.

Aliviado de saber lo infernalmente lejos que se encontraba, respiró tranquilo pues no iba a tener ese miedo incalculable de topárselo por ahí algún día. No podía imaginarse estar con Adi o Mérida y que los viera, no deseaba eso por ningún costo. Tampoco deseaba verlo, de por sí.

Los días siguientes pasaron a la normalidad que podía tener, exceptuando el estado de salud de su adoraba hija, quien apenas apetecía algo de comida y prefería dormir más tiempo del debido. Ambos padres estaban siguiendo las órdenes de su pediatra para tratarla, y la niña mejoraba poco a lo que se había estipulado.

Daba sus clases por la mañana tratando de dejar de lado las preocupaciones de su hogar, sus alumnos merecían educación de calidad y eso justo les proporcionaría. Un poco más cansado llevaba a cabo las nuevas clases por la noche. Había hablado con su esposa y estuvo de acuerdo ante esa decisión, no es como si pudiera hacer mucho al respecto, si él quería hacerlo, era muy cosa suya.

Después de una semana trabajando de noche esperaba acostumbrarse, pues la escuela a esas horas le parecía espeluznante.

Alguien que se adaptaba bien a sus horarios nocturnos, era Elsa, las cuales de hecho eran sus clases favoritas, pues había mucho menos estrés bajo la luna y el viento frío que se colaba por las ventanas.

Era la primera vez en casi cuatro años que volvía a la academia y esta vez como maestra. Había viajado mucho por algunos lugares del mundo exhibiéndose como artista, conociendo y aprendiendo mucho más sobre su pasión y profesión. Fascinada por haber estado en presencia de grandes artistas, por comprender sus obras y apreciarlas de primera mano. Incluso, por un momento llegó a encontrarse con su hermana, a quien no veía varios meses atrás, cuando ella se mudó a Francia, para convertirse en una Chef talentosa.

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