El pincel se deslizaba delicado por el lienzo, como el agua tranquila de un rio yendo a terminar su viaje al inmenso mar, dejando un rastro de óleo azul mezclado con diferentes tonos oscuros del mismo color, profundizando pequeños detalles con el pincel más fino, cambiando constantemente sus instrumentos para lograr llegar a esos lugares que necesitaban más cuidado.
Tenía su vista sobre lo que su pincel decidiera dejar la pintura, la pasividad de los toques afinando los detalles del iris de los ojos que pintaba. Los ojos el peliblanco tenían una extraña peculiaridad alrededor de la pupila, parecía que en su oceánico mirar tenía un diseño hermoso, frío, curiosamente delicado y potente. El iris en sus orillas era tal cual como un azul marino, cuando el agua se oscurecía al no haber luz. Al llegar casi al centro, era celeste un poco sucio, como el día apunto de desatar una fuerte lluvia. Y justo coronando por la pupila había celeste puro, justo el tono que conseguía el cielo despejado con algunas nubes, solo acompañado con los rayos del sol.
Eso conseguía pintando ese mirar: profundidad, tempestad, honestidad. Siendo que ella solo matizaba lo que apreciaba viniendo de él, esas tres cualidades las trasmitía mirándola, tanto que le era imposible no notarlo.
Dio sus toques finales para ese retrato que trabajó durante unos días, hasta que lo dio por terminado.
Sorbió vino de su copa al admirar lo que había hecho. Le gustaba, le gustaba mucho.
Escuchó tres golpes en su puerta, por lo cual tuvo que dejar lo que hacía por un momento para ir a atender a quien esperaba.
En cuanto lo vio ya tenía una apariencia mucho más informal que durante el día. Las mangas sin tanto cuidado arremangas a los codos, manteniendo algunos botones desabotonados en su pecho. Le daba un aspecto descuidado, provocaba devorarlo por horas con la vista.
Ella en cambio, estando en su casa era un poco más desaliñada, su cabello probablemente también estaba untado de algunas partes con pintura.
—Adelante.
Ambos fueron hacia la sala, teniendo en cuenta la hora en su antiguo reloj.
—¿Pasó algo? —cuestionó llevando sus ojos a su cabello. Tenía una mancha azul por su flequillo.
—Quiero devolverte esto —la rubia se agachó tomando su cartera y de ella sacó su corbata, entregándosela—. No creo que tomarla haya sido una buena idea.
Alzando una ceja—. ¿Por qué lo dices?
—¿Me dirás que no lo notó? —ladeó su cabeza un poco al preguntarle, parpadeando varias veces—. Porque la llevas puesta una todos los días, creí que lo haría. Pasé toda la tarde creyendo que te causé problemas.
Una sensual sonrisa se deslizó por su rostro, enmarcando ese gesto divertido que mantenía en su oscuro mirar—. Tú me causas problemas siempre, ¿ahora te preocupa mi corbata?
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LOVER
أدب الهواةCuando la historia se mezcla con el arte, los acontecimientos son impresionantes. Jackson Frost, un profesor de historia muy querido por sus estudiantes en el Instituto Disworks. Padre de su bella niña Adi y esposo de Mérida, una mujer a quien no am...