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El mesero situó ambas tasas de café sobre la pequeña mesa de madera, a lo que recibía una sonrisa de agradecimiento por parte del chico de cabellos rojos. 

Taehyung mecía sus piernas con nerviosismo, observaba detalladamente a cada persona que entraba en aquél pequeño y acogedor local con el corazón a mil, esperando que se tratase de una sola persona, de aquél niñito con el que había estado hablando desde hacía ya un tiempo. Su pierna subía y bajaba inquietamente, y sus manos jugaban con la tasa de café que poco a poco se iba acabando. Cada cierto tiempo revisaba la hora en su teléfono, notando como se acercaba la hora acordada. 

A un lado de él, sobre la mesa, reposaba un ramo de girasoles. Las más hermosas que haya visto jamás. Taehyung pensó que era algo cursi traerle flores, pero siempre ha sido un detalle muy hermoso.

Terminó su café y rápidamente pidió otro, realmente se sentía nervioso y presionado. Creía que Jungkook lo vería y no querría saber más nada de él. Esa inseguridad lo carcomía desde que había llegado a Busan. 

Había estado sentado allí más de una hora y media, y la hora del encuentro ya había pasado.

Taehyung ladeó sus labios y pensó que, quizás, se le había hecho tarde por alguna razón.

El tráfico quizás...

Así que, pacientemente, decidió esperar un poco más. 

Una hora después, Jungkook todavía no se aparecía. 

— Bah. —Soltó, terminando su cuarta tasa de café. Sacó su teléfono del bolsillo de sus jeans desgastados y se fijó en la hora, perdiendo todo tipo de esperanzas a que aquél niño se dignará a aparecer. 

Eran las seis de la tarde ya, y sinceramente sí se sentía realmente decepcionado porque Jungkook no apareció. No le escribió para avisarle que tenía algún inconveniente ni nada por el estilo, pero, ¿qué más podría esperarse?, al final de cuentas era un desconocido. 

Su barriga gruñía ya. Desde hacía horas que debió haber comido, pero estuvo ahí, esperando al menor. Guardó su teléfono y soltó un largo suspiro, alzó su mirada y se dispuso a pedir una torta de chocolate, que, según decía el mesero que lo había estado atendiendo durante todas esas horas, era la mejor de toda Busan. 

— Aquí tiene, su torta.— El mesero dejó el plato frente a él junto a un par de servilletas, un batido de fresas (porque si seguía tomando café no podría dormir durante un largo tiempo), y una pequeña cuchara. El muchacho de piel morena le sonrió a Taehyung (de manera muy coqueta, a decir verdad) mientras que veía el racimo de girasoles.— Ha estado aquí durante mucho tiempo. ¿Esperas a alguien?— Quiso saber. 

Taehyung observó al chico fijamente y ladeó su cabeza, recordando a Jungkook.

— Esperaba.

— Oh... — El chico trató de disimular la sonrisa que amenazaba con formarse en sus labios.— Osea, ¿ya no viene?

— Mhm...no lo creo. 

Taehyung le dio un bocado a la torta, con la presencia del mesero aún sobre él, y saboreó el rico sabor del chocolate y lo esponjosa que se sentía. Realmente que era deliciosa. 

¿Así de rico se sentirá besar a Jungkook?

Sus pensamientos sobre que hubiera sucedido si el menor se hubiera dignado a llegar a su cita fueron interrumpidos por, nuevamente, la voz del mesero. 

— ¿Te gustaría que te haga compañía? Ya casi acaba mi turno, y me parece que te placería hablar con alguien. —Habló, sin, claramente, buenas intenciones. Era obvio que vio a Taehyung como un objetivo que le gustaría alcanzar, y las miraditas que le había estado echando desde hacía un rato decían todo, y Taehyung no era estúpido, notó todas sus intenciones desde un principio. 

A decir verdad, Taehyung no era para nada un hombre feo. En realidad, era muy guapo. Estaba en sus veintidós y estaba en forma. Tenía un buen cuerpo, uno que podía hacer suspirar a cualquiera. Su cabello caía revoltoso sobre su frente, y era de un color rojo opaco, que lo hacía resaltar en cualquier lugar que se encontraba. Sus ojos color cafés eran realmente hermosos si los veías durante un buenr rato, y sus labios, rojitos y esponjosos a plena vista, daban mucho de qué desear. Cuando sonreía una sonrisa cuadrada salía a la luz, mostrando sus perfectos dientes blancos, cosa tan adorable que a cualquiera haría derretir. 

Taehyung tiene dos lados, como cualquier otra persona. Es una dualidad impresionante. Y es como de un momento, pasa de deslumbrar con su sonrisa y su perfecta ternura, a verse jodidamente caliente, mordisqueando sus labios y con pequeñas gotas de sudor cayendo por su cuerpo, teniendo a cualquier persona deseando por más. 

Y era uno de los privilegios de aquél pelirrojo. 

— Bueno, no quiero ser grosero...—Empezó a hablar Taehyung, al tragar por completo el bocado que le dio a la torta.— Pero me gustaría permanecer solo en este momento, pero gracias, igual. 

Percibió la decepción en el rostro del chico. Le murmuró un ''está bien'', a secas, y se marchó de esa mesa. 

Para cuando Taehyung terminó de comer el reloj marcaba las siete y punto. 

Dejó el dinero encima de la mesa y se aseguró de cargar con las llaves del apartamento que había alquilado para esos días, cogió los girasoles y se levantó de la mesa.

Con el teléfono en las manos se dirigió hacía la puerta de entrada, revisando si no tenía algún mensaje del menor, frunciendo su ceño frustrado al no ver ni una sola notificación, ni un solo mensaje, absolutamente nada. 

Alzó la vista, abriendo la puerta para salir, y se quedó estático en su lugar cuando vio la persona que estaba a punto de entrar. 

  Ya había visto esa carita por fotos y era realmente hermoso, pero nunca pensó que sería igual o más hermoso verlo en persona. 

Esos ojitos redonditos y de un color almendrados lo veían fijamente, y tímidamente, sus labios formaron una pequeña sonrisa, algo apenado por haber llegado así de tarde.

—Lo siento.—Fue lo primero que dijo Jungkook.


volvíxd

sin editar, 21.02.20.

Nudes | VkookDonde viven las historias. Descúbrelo ahora